Misiones en África, "un compromiso de vida" pese a los riesgos
- Exteriores trabaja para repatriar al misionero Antonio César Fernández, asesinado en un atentado en Burkina Faso
- Religiosos que han trabajado en África cuentan a RTVE.es su pasión y aprendizaje en el continente
“Quería ser enterrado en África. Lo habíamos comentado más de una vez”, dice el salesiano Faustino García refiriéndose a los deseos de su amigo y compañero Antonio César Fernández, asesinado por un grupo yihadista en Burkina Faso el pasado viernes, a los 72 años. En cualquier profesión sería una edad avanzada para seguir en activo, pero los misioneros pertenecen a otra naturaleza.
“Este continente era su vida, su opción de vida. Había llegado, incluso, a construir un cementerio para los misioneros que fallecieran aquí”, añade Faustino que entiende que la familia de Antonio César Fernández y el gobierno español hayan dispuesto trasladarlo a España lo antes posible.
Sea en sentido literal o metafórico, el deseo de ser enterrado en África de César -como solían llamarle sus conocidos- es compartido por los misioneros africanistas cuya pasión, como todas las pasiones, quizá sea difícil de explicar.
¿Por qué África?
“¿Por qué vamos a África? No lo sé, no lo puedo explicar, pero llegué allí por primera vez y algo cobró sentido en mí. No es que mi vida no tuviera sentido sin África, pero llegué a Zambia y me sentí en casa. Nunca me he arrepentido”, dice Silvia Palomo, hermana misionera de Nuestra Señora de África que a sus 77 años ha pasado casi 40 entre Zambia, Tanzania, Kenia y Uganda.
“Ellos tienen sus propios mandamientos. Si tienen comida un año. cualquier vecino no pasará hambre“
En Tanzania, Silvia estuvo conviviendo "con los wabarabik. Los primos hermanos de los masai”, dice refiriéndose a este pueblo nómada, con “sus propios mandamientos”. Y explica inmediatamente que si tienen comida un año, cualquier vecino no pasará hambre porque lo van a compartir. Si el vecino tiene una cabra y alguien de una familia cercana se enferma, van a poder curarles porque el vecino venderá la cabra para pagar el hospital.
“No aseguro que estos mandamientos ocurren en todos los lugares de África, pero sí en la zona de Tanzania en la que yo viví. Y escribe esto –añade Silvia con seguridad-: estos mandamientos son impensables en Europa”.
José Maria Sarasola, de 80 años, tenía 25 años cuando sintió el deseo de marcharse al continente africano y decidió ingresar en la orden de Los Hermanos Blancos. “¿Por qué me fui? porque me dio la gana que para eso soy de San de Sebastián”, dice con humor.
“Te equivocas de la 'a' a la 'z'“
El primer paso que el fallecido Antonio César Fernández y los religiosos entrevistados tuvieron que dar al llegar a África fue aprender la lengua local, una inmersión en las aldeas “que las ONG no pueden hacer por falta de tiempo. Ellos no tienen más remedio que ir y marcharse. Nosotros nos quedamos”, añade José María Sarasola y recuerda que, a falta de un libro de gramática, él mismo elaboró su propio texto.
“El aprendizaje de la lengua. Eso es lo fundamental, no cuatro ideas. Para conocer la cultura tienes que conocer la lengua. Lo sé bien porque soy catalán. Hay que aprender la lengua a la perfección por respeto a la gente”, asegura Jaime Calvera, misionero comboniano, de 68 años y director de la revista Mundo negro.
A Calvera le incomoda que, por desconocimiento, en occidente se piensa en África como en un solo país “cuando es un continente con culturas muy diferenciadas y cerca de 4.000 lenguas vivas. Un continente machacado por otros continentes que solo quieren quitarles los recursos naturales”.
"No sois como los otros blancos"
Calvera se marchó a Sudáfrica en el tiempo del apartheid. “Lo más duro fue la violencia de la policía formada por blancos y la desprotección de los negros". Jaime Calvera y los otros miembros de la congregación vivían en las zonas más humildes, "donde residían los negras y la policía nos sometía a constantes interrogatorios". "Eres blanco, pero no sois como los otros blancos”, cuenta que le decían las personas de la comunidad en la que residían.
“Yo no soy ninguna salvadora de nadie“
“Si vas a África pensando que no tienen nada y que eres tú quien les vas a llevar lo que necesitan, pues te equivocas de la “a” a la “z”. Tienes que ir dispuesto a dar y a recibir. Desde luego, yo no soy ninguna salvadora de nadie”, dice Silvia Palomo que rechaza la idea de imponer la religión y destaca que en la enseñanza, en los centros salud o en los proyecto empresariales que han puesto en marcha siempre han trabajado por igual con católicos, musulmanes, animistas, luteranos "o lo que sean". "Jamás he intentado convencer a nadie".
“El tiempo de la colonización está ya muy superado. Muy sinceramente, no tengo idea de haber impuesto nada. Me parece indecente ofrecer algo a gente necesitada, a cambio de catequesis. Es indecente”, remata Jaime Calvera.
Situación difícil o no tanto
Según datos de la revista Mundo Negro facilitados por Jaime Calvera, durante 2018 se han asesinado a 30 religiosos en todo el mundo. El asesinato de Antonio César Fernández en Burkina Faso planea sobre los otros misioneros. Estos días han recordado los momentos de peligro vividos. "Sí, es verdad que hay problemas, pero sólo ocurre en momentos de conflicto bélico", dice el salesiano Faustino García.
“También desaparecen en España chicas y hay malos tratos y no lanzamos alarmas sociales sobre Europa“
No lo ve de la misma forma Silvia Palomo, misionera de Nuestra Señora de África, quien asegura que no ha tenido miedo y tampoco ha sentido que su vida corriera peligro. “Durante años he recorrido muchos países africanos sola. He ido en autobús seis horas, siete horas, doce, las que hicieran falta y no he tenido ningún incidente”, dice cuando se le pregunta por la peligrosidad del continente y añade “también desaparecen en España chicas y hay maltratos y no lanzamos alarmas sociales sobre Europa”.
“Hay momentos en que las embajads te dicen que es mejor que te marches, pues no“
José María Sarasola, el religioso vasco que conoce bien Burkina Faso, apunta que “a pesar de que hay momentos en que las embajadas te dicen que es mejor que te marches, pues no. Te quedas con tu gente porque la situación se pone difícil. El nuestro es un compromiso vital”.
"Somos mayores"
Tanto José Maria Sarasola, como Silvia Palomo y Jaime Calvera viven en la actualidad en España y, por distintos motivos -en el fondo por el mismo-, han tenido que volver. “Nos hemos hecho mayores” y "hay que ocuparse de los ancianos de la comunidad que viven en España. Cada vez hay menos jóvenes en las congregaciones", aseguran.
A Jaime Calvera le propusieron dirigir la revista Mundo Negro y Aguiluchos y le pareció una buena idea porque sabía que su orden le necesitaba en España. José María Sarasola dice que el más joven de su comunidad tiene setenta y tantos y el más anciano, 92. "Ha llegado el tiempo de ocuparse de ellos", afirma con energía él, que ha cumplido los 80 años.
La misionera Silvia Palomo enfermó de una malaria y el médico le advirtió de que otra igual acabaría con ella. Tuvo que volver. “Si no hubiera sido por eso, pues...”, dice y deja la frase en alto, como si no la pudiera terminar.