El provocador e inclasificable Balthus llega al Thyssen
- La pinacoteca presenta la primera retrospectiva en 20 años del controvertido artista francés
- Balthus retrató a menudo a niñas en "posturas sugerentes" en el tránsito de la infancia a la adolescencia
La enésima polémica que rodeó a Balthus saltó en 2017 en pleno arranque del movimiento #MeToo contra el acoso sexual. Una vecina de Nueva York recogió miles de firmas para que retiraran del Met la pintura Thérese soñando (1938), en la que aparece una niña en una “postura sugerente” con la ropa interior a la vista.
Los firmantes aseguraban que la imagen incitaba a la pedofilia. El museo se plantó y mantuvo la obra. “Las artes visuales son un medio para la reflexión y nuestra misión es conectar a las personas con la creatividad y el conocimiento de las ideas”, cortaron de raíz.
La modelo de ese cuadro, y de otros muchos, era su vecina Thérese Blanchard a la que retrató con once y doce años y una de las musas recurrentes del autor junto a otras prepúberes que plasmó en obras con un erotismo ora explícito ora latente.
El interés de Balthus (1908-2001) por enfocarse en la infancia como una “Edad de oro” en el tránsito hacia la adolescencia y sus enigmas, le acarreó la etiqueta de “provocador”-una espoleta que sí activó en sus inicios con la escandalosa La lección de guitarra (1934) que mezcla sexo y violencia- pero abocó su trabajo al aura del malditismo y se le llegó a calificar como pintor de “lolitas”.En algunas pinacotecas, de hecho, se advierte de que las imágenes pueden “incomodar” al espectador.
Una “mirada errónea” al desgajarla del contexto histórico de los años 30 cuando fueron creadas: un mundo de tensiones a las puertas de la IIGM y del vértigo de las sociedades modernas e industrializadas, en el que el pintor quiso adentrarse. En palabras de Juan Ángel López-Manzanares, comisario de la exposición que el Museo Thyssen de Madrid consagra al artista francés (hasta el 26 de mayo de 2019). Una de las muestras destacadas del año.
“Lo que sí creo es que no se puede tachar a Balthus como un pintor que le interesaba la erotización de las niñas si no que él va mucho más allá. Para él la infancia tiene un sentido de dualidad pero también de momento de paso, de momento dinámico. De tensión entre lo que es la inocencia de lo infantil y la conciencia sexual de la mujer hacia la adolescencia”, asegura a RTVE.es el también conservador del Thyssen, cuya muestra también expone sin censuras las obras de Thérese que han sido etiquetas por muchos críticos como "sublimes y transparentes".
La vida detenida
A estas pinturas se suman otras 45 en la primera monográfica del francés que se presenta en nuestro país en veinte años. Recoge obras maestras como La calle (1933) en la que aparece un grupo de niños jugando. Por primera vez exhibida en España, es un compendio de algunos de los rasgos que atraviesan sus creaciones a menudo definidas como “perturbadoras”.
Tensión extrema. Ambigüedad. Sueño y misterio. Contradicción y hondura psicológica se dan la mano en una teatralización máxima de las escenas: tanto en bodegones como en paisajes e interiores de la vida cotidiana-habitada por gatos, otro de sus motivos recurrentes- en un falso clasicismo.
“Las obras tienen una sabiduría artística y una contundencia visual que da la sensación de que todo se queda detenido y las figuras están estáticas. Algunos autores hablan incluso de arias de ópera. La acción queda en suspenso en el momento de máxima intensidad. A él le interesó descubrir los secretos del mundo, profundizar en su belleza. Ahondar en el lado oculto y mágico de la existencia. Eso le diferencia de los artistas abstractos que se han interesado más en representar sus sentimientos”, asegura el comisario.
A contracorriente
Nacido en París, hijo de un historiador alemán y polaco y de una artista alemana con raíces judías, Balthus, apodo familiar de Bhaltasar Klossowski, se trasladaría a Suiza bajo la amenaza de la guerra. El poeta Rilke se convertiría en su padrastro y mentor.
El pintor siempre nadó a contracorriente. Su estilo es inclasificable aunque se escora al surrealismo. “No tengo ninguna ganas de figurar entre los representantes de las últimas novedades. Simplemente quiero cumplir mi destino como pintor”, afirmó para ejemplificar su independencia.
Sus atmósferas oníricas fluyen de una mezcla de influencias: desde los pintores del Renacimiento, era "caravaggista" confeso, a Gericault, Poussin o Courbet. Un realismo moderno que bebe de la cultura popular y donde es palpable el calado de las ilustraciones de obras infantiles del siglo XIX como Alicia en el País de las Maravillas y un claro orientalismo “en su búsqueda de la esencia de las cosas”.
Emergen recurrentes las figuras adormiladas, ensimismadas y ociosas reclinadas en sofás con espejos o libros en las manos que remiten al universo de Lewis Carroll.
"Solo pensaba en pintura a todas horas"
Lento, metódico e incansable y poseedor de una depuradísima técnica, Balthus no dejó de crear ni un solo minuto de su existencia como asegura a RTVE su viuda, la japonesa Setsuko Ideta: “Solo pensaba en pintura a todas horas”, recuerda.
Idera posó para él como modelo en numerosas ocasiones, se puede observar su figura de juventud en el lienzo La habitación turca (1965) que encabeza esta noticia, y le acompañó durante media vida en el Grand Chalet de Ròssiniere en Suiza.
Un imponente edificio del Siglo XVIII que se convirtió en su fortaleza creativa mientras su obra alcanzaba cotizaciones astronómicas en el mercado del arte. Primero en la pintura después como fotógrafo con sus series de polaroids que se equiparan al estilo de Mapplethorpe.
Acerca del ruido artístico y mediático en torno a la trayectoria de su marido, la viuda defiende: “El arte es un mundo muy particular y todo el mundo expresa su opinión sin conocer la historia que hay detrás de cada cuadro pero son solo opiniones y todo el mundo tiene una”, asevera con cierta rabia. Opiniones en algunos casos certeras como la del fotógrafo japonés Araki que afirmó que “Balthus toca con la mirada y nunca con los dedos”.