Ian Gibson recorre los últimos caminos de Antonio Machado
- Se cumplen 80 años de la muerte de Antonio Machado en Francia, a donde llegó exilado con su madre y su hermano José
- RNE acompaña al escritor Ian Gibson hasta el pequeño cementerio del pueblo donde está enterrado el escritor
Biografía
Ian Gibson (Dublín, 1939) es un hispanista internacionalmente reconocido y, desde 1984, ciudadano español. Entre sus libros más destacados figuran los dedicados a Federico García Lorca, a Salvador Dalí; también al general Prim o al cineasta Luis Buñuel. Sobre el poeta que nos ocupa escribió en 2006 Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado. Gibson vive en Madrid.
"Todo se acaba a las tres de la tarde del 22 de febrero de 1939". Así comienza Los últimos caminos de Antonio Machado, de Ian Gibson, el libro del último viaje de Antonio Machado huyendo de una España que se sumía en la oscuridad de una dictadura.
Es un día luminoso y brillante, el de nuestra partida hacia Colliure con Ian Gibson. Son 1.800 kilómetros en un viaje de ida y vuelta en menos de 24 horas. Sin embargo, no se hace largo porque el escritor lo llena con anécdotas de la vida del poeta. Mucho tiempo para hablar de literatura, de política, de pasión y de la tristeza más grande que quepa imaginar.
Ya se ven el mar...y Colliure. Bajamos hacia el pueblo, ahora en el autobús que nos ha recogido en la estación del AVE, en Figueras. Llegamos al puerto. Está a 300 metros del hotelito Bougnol-Quintana donde se alojaron Antonio, su hermano José con su esposa, y la madre, que llegó muy enferma a Francia, creyendo en su delirio que volvían a Sevilla.
En dos ocasiones bajó el poeta también enfermo hasta el mar. Tenía tan mal los pies que solo podía dar pequeños paseos por el lugar. Detrás del hotel, el cementerio.
Sugiere Ian Gibson: "Debió de pasar más de una vez delante del recoleto camposanto (...) ¿Entró a verlo, quizás intuyendo que allí descansaría pronto? No lo sabemos".
Una tumba con flores y banderas republicanas
Su tumba, a la entrada, es muy sencilla pero está llena de color con decenas de flores (siempre son frescas) y banderas republicanas.
Allí, después de unos de minutos imaginando la tristeza de aquellos días de febrero, le preguntamos a Ian Gibson si cree que el poeta debería reposar en España. Responde que no porque representa a todos lo que tuvieron que salir. A los miles de españoles muertos.
Dice que "si se resuelve el tema de la memoria histórica y se saca a la momia de Cuelgamuros, tal vez algún día, cuando España esté en paz de verdad". Que Machado vería con mucha tristeza que después de 40 años de dictadura "estemos todavía a la greña".
Hablamos de poesía, de aquel patio en Sevilla, de la fuente y del limonero. Nos explica Gibson que ha sabido hace poco que la fuente era muy bajita y que por eso es posible que el niño Antonio Machado viera en el agua un reflejo especial del árbol, una imagen brillante de la infancia que guardó y a la que siempre volvía extrañando su paraíso perdido.
Un poeta elegíaco
Antonio Machado es un poeta elegíaco. Canta a lo que se pierde, a la muerte de Lorca, a la senda que nunca se ha de volver a pisar al volver la vista atrás; canta a su esposa Leonor, que murió a los 18 años:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Y es muy triste pero el 22 de febrero de 1939, el mismo día de la muerte del poeta llegó a Colliure una carta desde el Reino Unido ofreciendo a Machado un trabajo en Cambridge. "La salvación", dice Ian Gibson que también nos cuenta que José Machado encontró un papelito en el gastado gabán de su hermano al poco de morir. En él, un verso:
Estos días azules, este sol de la infancia.