Una cumbre con más pena que gloria
- La histórica cita acaba con la decepción de las víctimas, que ven más viejas promesas que avances concretos
- El Vaticano anuncia dos medidas: un documento del papa sobre prevención y un manual de instrucciones para los obispos
Se han conmocionado con los relatos de las víctimas; han entonado el mea culpa por una vergüenza de décadas o siglos de silencio, encubrimiento e impunidad; han hablado de cómo resarcir tanto dolor, de cómo evitar que siga pasando... Pero los 190 participantes de la cumbre de la Iglesia contra la pederastia apenas han concretado nada nuevo o distinto que no hayamos oído antes.
Han sido tres días más bien de reflexión que de decisiones o hechos, ante una plaga que, tal como ha destacado el papa, es mundial y afecta a toda la sociedad, pero que "es todavía más grave y escandalosa en la Iglesia porque contrasta con su autoridad moral y credibilidad ética".
Había mucho interés mediático, quizá demasiadas expectativas y el final ha defraudado a muchos. En las conclusiones de esta cita histórica, Francisco se ha mostrado firme en que la Iglesia “no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes y nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso”.
Francisco ve la pederastia como la manifestación del mal que hay que combatir dentro y fuera de la Iglesia con medidas disciplinarias, procesos civiles y canónicos, y suma una relación de ocho estrategias basadas en las medidas Inspire de la Organización Mundial de la Salud.
Una lista de propósitos donde la prioridad es proteger a los menores y acompañar a las víctimas y, además de juzgar a los culpables, un mejor y más selectivo control de los aspirantes al seminario con más cursos de formación, reforzar y verificar las directrices de las conferencias episcopales, así como vigilar las nuevas formas de abusos vía internet o el turismo sexual.
Muchas palabras y pocos hechos; es la sensación que ha recorrido la sala de prensa, tan desbordada por el interés estos días que han tenido que trasladarla a un lugar distinto al habitual.
Los más veteranos han recordado que ya en 2002, después del escándalo de Boston, se prometieron cosas muy parecidas. Entonces, Juan Pablo II convocó a la cúpula católica estadounidense y los corresponsales de ese país han cuestionado la credibilidad de esta cita recordando a los organizadores de la cumbre que una de las voces de referencia de entonces fue el cardenal McCarrick, recientemente expulsado del sacerdocio por ser culpable de abusos sexuales a menores y adultos que, como dijo la sentencia, está fuera de toda duda y no cabe recurso.
Más palabras que hechos
Mucho más airada ha sido todavía la indignación de las víctimas, que no han participado oficialmente en los debates, se siguen sintiendo ignoradas y durante la cumbre han llevado a la calle su protesta, su espera -escéptica - y, finalmente, su gran decepción por los resultados.
"El papa Francisco ha dado un guantazo a todas las víctimas de pederastia que hemos venido de los cinco continentes para pedir explicaciones. Se ha pasado la mitad del discurso hablando de los abusos fuera de la Iglesia. A nosotros nos abusaron dentro de la Iglesia, eran sacerdotes, monjes, profesores católicos. Esperábamos una respuesta que no nos ha dado", asegura Miguel Hurtado, víctima de un monje de Montserrat y portavoz español de la Organización Global de Víctimas, ECA (Ending Clergy Abuse).
Miguel y otras once víctimas de todo el mundo presentaron un plan de acción con medidas al comité organizador la víspera de la cumbre: "No han escuchado absolutamente nada de lo que les hemos dicho y esta, desgraciadamente, es la experiencia habitual".
Se queja de la falta de concreción de los puntos presentados por el papa: "No habla de entregar los archivos de la perversión a la policía y no destruirlos como ha reconocido que se hizo el cardenal alemán Marx; no habla de que los obispos van a ser responsables y que si encubren van a perder su puesto de trabajo; y no habla de indemnizar a las víctimas, no pone ninguna medida concreta".
También el portavoz de la Red de Víctimas de Italia, Francesco Zanardi, siente que han escuchado solo frases hechas y piensa que la campaña de tolerancia cero del Vaticano no tiene credibilidad.
Vademécum con instrucciones para los obispos
Decepción en las víctimas que han venido a Roma y las que lo han seguido en la distancia. La irlandesa Marie Collins fue parte de la comisión de Protección al Menor creada por Francisco y se marchó tres años después, cansada de resistencias y de la lentitud de la curia romana. Ahora, desde su cuenta en Twitter comenta: “¿Hemos oído esos compromisos contra los abusos? Muchas veces antes. Lo que necesitamos oir es cuándo y cómo se aplican con detalle”.
Desde el Vaticano explican que se necesita tiempo para desarrollar las medidas y que ya se está trabajando en ello. El jesuita y moderador de la cumbre, Federico Lombardi, ha recordado que responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia han sido los otros ejes de este encuentro y que ahora se empeñarán en traducirlos en acciones concretas.
De momento, anuncia dos próximas iniciativas: un motu proprio, un documento del papa sobre la protección del menor para reforzar la prevención, y un vademécum con las mismas instrucciones para todos los obispos sobre qué hacer ante los casos de abusos. También hablan de una task force de expertos que ayude a aquellas diócesis con más problemas.
Toca esperar para sacar conclusiones. Me quedo con las intervenciones de las tres mujeres que han hablado en esta cumbre. La experta en derecho canónico, Linda Ghisoni, que propuso cambiar el secreto pontificio sobre estos casos. La religiosa nigeriana Verónica Openibo, que, en el mismo sentido, pidió no tener miedo a contar la verdad, como también lo hizo la primera periodista en sacudir las conciencias de la jerarquía eclesiástica en su propia casa.
En una valiente lección de humanidad y periodismo, la corresponsal de Televisa, Valentina Alazraki, -lleva 45 años informando de El Vaticano- les pidió transparencia ante los abusos y les preguntó: "¿Son ustedes enemigos de los abusadores y de los encubridores como lo somos nosotros? Nosotros hemos elegido dónde estar. ¿Ustedes lo han hecho de verdad, o solo de palabra? Si están en contra de los abusadores y de los encubridores estamos del mismo lado. Podemos ser aliados, no enemigos. Les ayudaremos a encontrar las manzanas podridas y a vencer resistencias para apartarlas de las sanas. Pero si no se deciden de manera radical a estar del lado de las mamás, de las familias, de la sociedad civil, tienen razón en tenernos miedo porque los periodistas que queremos el bien común, seremos sus peores enemigos".