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Camerún, la seguridad está al otro lado del río

  • Un éxodo alejado de los focos lleva a miles de refugiados cameruneses a buscar protección en el estado nigeriano de Cross River.

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El río Cross, a su paso por Abgokim, en la frontera entre Nigeria y Camerún
El río Cross, a su paso por Abgokim, en la frontera entre Nigeria y Camerún.

Desde hace poco más de un año, tiene lugar en África Occidental un éxodo que recibe escasa atención: decenas de miles de cameruneses huyen de las regiones del noroeste y sudoeste de país y buscan refugio en el estado de Cross River, en el sureste de Nigeria. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han lanzado una respuesta de emergencia para asistir a los refugiados y a las comunidades que les dan abrigo.

Amana acoge a más de 4.000 cameruneses. MSF / ALBERT MASIAS

A finales de 2016, las diferencias sobre los sistemas judiciales y educativos regionales desencadenaron tensiones políticas en las regiones Suroeste y Noroeste de Camerún. La violencia se recrudeció en octubre de 2017, cuando el Ejército Nacional y fuerzas armadas secesionistas que reclamaban un estado independiente se enfrentaron.

En diciembre de 2018, Naciones Unidas calculó que la violencia había provocado el desplazamiento interno de más de 437.000 personas. La mayoría ha huido a la selva, donde las condiciones de vida son precarias y faltan alojamientos, comida, agua y servicios básicos de salud.

Camerún y Nigeria, separados por el Cross River. MSF / ALBERTMASIAS

Cálida acogida en Nigeria

Esa misma violencia había provocado también la salida del país de más de 32.000 refugiados cameruneses en dirección al estado nigeriano de Cross River, según ACNUR.

"Hace más de un año se inició una crisis política en Camerún que llevó a muchos cameruneses a cruzar la frontera con Nigeria. Resulta extraordinaria la hospitalidad con la que las comunidades nigerianas han acogido a los refugiados", declara Elisa Capponi, promotora de salud de MSF.

Cuando los primeros refugiados cameruneses comenzaron a llegar a Nigeria, dependían completamente de la asistencia y el apoyo de la población local, cuyas condiciones de vida ya eran difíciles. Afortunadamente, gracias a los vínculos y lazos de amistad entre las poblaciones a ambos lados de la frontera, los refugiados recibieron una cálida acogida.

Augustine Eka, junto a refugiados cameruneses. MSF / ALBERT MASIAS

Vidas rotas por el conflicto

"Acojo en mi casa a varios refugiados cameruneses. Empezaron a llegar hace más de un año. No tenían nada. En este tiempo, hemos acogido a más de un centenar refugiados en mi comunidad", cuenta Augustine Eka, vecino de Amana. Augustine trabaja junto al equipo de agua y saneamiento de MSF que construye letrinas y pozos en el pueblo.

Me gustaría volver a mi país cuando las cosas mejoren, pero sé que he quedado sin nada. Necesito ayuda para reconstruir mi vida

Fidelis Kigbor ha perdido todo por el conflicto en Camerún. MSF / ALBERT MASIAS

Fidelis Kigbor, 38 años, es de Akwaya, Camerún. Huyó de allí el 1 octubre de 2017, el día en que las fuerzas secesionistas declararon la independencia. Desde que llegó, vive en casa de Augustine. "Era agricultor. Cruzamos a Nigeria a causa de los disturbios. Nos vimos obligados a salir por nuestra propia seguridad. En Amana nos recibieron con los brazos abiertos, aunque no tuvieran mucho que darnos, sin preguntarnos nada. Me gustaría volver a mi país cuando las cosas mejoren, pero sé que he quedado sin nada. Necesito ayuda para reconstruir mi vida".

El campo de regugiados de Adagom acoge a más de 6.000 personas. MSF / ALBERT MASIAS

El asentamiento de refugiados de Adagom, gestionado por ACNUR, se estableció en agosto de 2018 para albergar a algunos de los refugiados cameruneses acogidos en primera instancia en las comunidades de Cross River. A finales de año, más de 6.400 refugiados habían sido reubicados en él. Gmoltee Bochum es uno de ellos. "Vivía en Bamenda, una de las ciudades más grandes de la región Noroeste de Camerún. Era ingeniero informático y profesor. No sé cuándo cesará la violencia, pero lo que sí sé es que lo he perdido todo".

El doctor Precius Mudama atiende a un grupo de refugiadas en Nigeria. MSF / ALBERT MASIAS

A pesar de la buena acogida, la llegada de refugiados ha supuesto un reto para los servicios locales. "Las necesidades son enormes. Las comunidades y las clínicas en las que pasamos consulta están atestadas", dice Elisa Capponi.

Niños, mujeres y ancianos, los más vulnerables

"El sistema de salud público ha soportado una gran presión. Antes de nuestra intervención, las necesidades sanitarias eran inmensas. Faltaba personal y material médico para atender a la población local y a los refugiados", explica Precious Mudama, médico de MSF. Precious calcula que los equipos de MSF ven un promedio de 120 a 150 pacientes por día.

"Más del 75% de los pacientes que atendemos son mujeres, niños o personas mayores", declara Scott Lea, coordinador de MSF en el estado de Cross River.

En estos momentos, MSF tiene desplegadas seis clínicas móviles y ha excavado pozos y letrinas en once comunidades. Sus equipos han llevado a cabo más de 7.000 consultas de atención primaria. La mayoría de las atenciones están relacionadas con enfermedades respiratorias y de la piel, vinculadas a su vez con las difíciles condiciones vida de los refugiados en las aldeas y en los campos. El personal médico de MSF también trata enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes; malaria, endémica en el país; y a pacientes que requieren cirugía.

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