Balenciaga, el genio escondido detrás de la cortina
- Getaria inaugura 'Contextos', una novedosa visión del trabajo de Balenciaga
- La muestra pone en valor todo lo que rodeó la vida del maestro
Cristóbal Balenciaga nunca salía a saludar tras sus desfiles. Ni siquiera se asomaba a la pasarela o al salón cuando el público, entusiasmado, le regalaba una fuerte ovación. Él siempre se quedada detrás de la cortina. Pero... ¿qué había tras ese trozo de tela?, se pregunta Igor Uria comisario de la nueva exposición que inaugura ahora el museo dedicado al modisto de Getaria. Y él mismo responde: “Tras la cortina estaba el taller, y las modistas, la zona de trabajo, todo lo que la clienta no veía”.
A partir de esta reflexión se articula ‘Contextos’, que amplía el especial retrato, iniciado con la muestra anterior, . “Detrás de la cortina está ese lugar en el que todo se hace y lo que hemos querido contar ahora son los cómos antes que los qués”.
El recorrido se plantea en cinco áreas: Inicios e influencias, Exploración formal, Innovación I, Innovación II, Depuración y abstracción y Últimos años. Un viaje en el tiempo que permite conocer todo lo que influyó al modisto pero también lo que él provocó, tanto en las clientas como en la prensa e incluso en otros modistos. En definitiva, lo que supuso el efecto Balenciaga.
“Tendemos a despersonalizar las prendas y nos olvidamos que pertenecieron a una persona”, dice Uria delante de un traje nupcial de 1939 que vemos junto a una fotografía en blanco y negro de su dueña. “Este vestido lo llevó el día más importante y feliz de su vida. Tanto es así que guardó el broche de flores de cera con una papel en el que escribió ‘Broche del vestido de novia que me hizo Cristóbal Balenciaga’, y lo emotivo que fue para ella es lo que queremos contar”. Y revela que la mujer donó el vestido y años más tarde, tras su muerte, sus herederos llevaron el broche con la nota al museo.
Pero la exposición explora además otros mundos que se conectan entre sí pero siempre poniendo en valor el contexto de cada prenda, lo especial del tiempo en el que ocurrieron las cosas. “Ahora hemos añadido fotografías de su familia, como la de su madre Martina Eizaguirre, o la de sus primos, en la que descubrimos que también hizo ropa para hombre”.
Judith Clark se encarga de nuevo del diseño expositivo y utiliza biombos y vitrinas que acogen facturas, recortes de prensa, bocetos, material de los talleres…Su trabajo, cuenta, ha evolucionado respecto a la exposición anterior de la misma forma que lo hacen las siluetas del maestro. Vemos un resguardo de compra que cuenta que Balenciaga compró el modelo 3768 de Vionmnet por 4600 francos en 1928 y la primera reseña que se conoce, publicada en La Espera en 1917. Además, fotografías de desfiles en el hotel Ritz de Madrid y de bodas y eventos sociales cuyas protagonistas encargaron sus vestidos al modisto de Getaria. "
Un delicioso deshabillé de 1939 aporta tanta información como los paneles que recogen los hitos de esos años o las portadas de las revistas. “Carmel Snow ya hablaba de New Look en 1945 haciendo referencia a Balenciaga aunque dos años después ese terminó se le adjudicó Christian Dior”.
Impresiona el trabajo de sastrería en vestidos que parecen un dos piezas que llevan un corte capa en la chaqueta, un detalle que Balenciaga desarrollará en distintas prendas y que evolucionará con los años. Especialmente hermosos son dos vestidos en tul con guantes a juego que suben casi hasta el hombro. Uno de ellos lleva una pieza que sale del escote y envuelve el cuerpo con un elegante drapeado. Estamos en 1951, el año en el que la actriz Dolores del Río encarga un sensual vestido asimétrico de línea sirena con generoso escote y godets insertados en una falda cortada al bies que se abre a media pierna.
Muchas piezas se exponen por primera vez, lo que remarca la importancia de esta exposición que invita a seguir rebuscando en esos contextos que marcaron el trabajo de Balenciaga. Mientras, Igor y su equipo seguirán buscando por todo el planeta esos tesoros que quizá duerman en un baúl o en una funda ajada por el paso de los años. “Nos falta un 'midi', lo queremos a toda costa un pero lo hemos tenido que reproducir”, señala junto a un vestido de dos piezas de una sencillez hermosa fechado en 1955. “Es muy curioso porque tiene un aire años 20 pero mira como escamotea la cintura, ¡ya estamos viendo detalles del patrón túnica”, dice.
También siguen buscando 'Marineras' que vemos ahora en fotografías junto a un vestido con lazo a la cadera y una chaqueta con volumen en la espalda hechos a juego en damasco de seda brocado. “Es importante para él ese espacio que deja entre el cuerpo y el tejido, lo vamos a ver luego en los vestidos de línea saco”. Prendas minimalistas que contrastan con un suntuoso vestido de estilo menina de 1952 hecho en tafetán con estampado de leopardo y terciopelo encolado. Una joya.
En otra sala, tras una cortina, se pasa a un probador que reproduce alguno de los que hubo en sus talleres. De los percheros cuelgan tres reproducciones de diseños icónicos que ahora las mujeres que visiten el museo pueden probarse. Al lado, dando la espalda, se exhibe un vestido azul que lleva un número, el 197, y es que en los pases de Balenciaga llegaba a haber hasta trescientas salidas. Datos que forman el puzle de los contextos del maestro porque "Balenciaga son sus trajes pero también sus botones o sus bocetos de modistería y sastrerìa".
Otra belleza que atrapa las miradas es un vestido con cola de pavo real en tono jengibre con lujosos bordados tridimensionales en hilo de plata. Es de 1957. El español era una celebridad mundial y así lo recoge la prensa de esos años. Pero en esta exposición se pone en valor la influencia que tuvo entre sus compañeros, tanto en Francia como en EE.UU. “Él abre una línea de inspiración que está en el aire, la capta, la plasma y luego todos la hacen también suya. Otros fueron cambiando, como Christian Dior, pero Balenciaga hace un trabajo continuista, evoluciona pero sin rupturas. “El 'baby-doll' de finales de los 50 es el mismo que los que hizo a principios esa década que marcaban la cintura, el mismo pero sin cinturón!”
Llaman la atención los vestidos que parten de un patrón rectangular porque son tratados de ingeniería y sus túnicas que vemos plisadas o en tul bordado e incluso en un potente terciopelo con bordado de la casa Lessage. El trayecto se detiene en los años 60. El modisto no quiere hacer prêt-à-porter y cuelga las tijeras.
En febrero de 1968 presenta una colección y en tres meses después anuncia que en julio cerrará su taller de París. En la exposición hay recortes de prensa que recogieron la noticia: "El fin de una era", "El fin de la elegancia". Junto a ellos vemos su colección de despedida. Un trabajo muy especial, de nuevo marcado por que ocurría fuera del taller. Destaca una túnica con enormes rosas estampadas, un vestido de cóctel negro con una sobrefalda que parece un volante y sobre todo un mono de color carne que lleva encima unan túnica de rosetas. Un diseño de una modernidad aplastante.
“Son sus clásicos, insisto, pero han evolucionado quizá por el contexto social y político, las revueltas estudiantiles. El giro que pega la moda supone un cambio mental para él y con 73 años decide dejarlo. Ha estado 52 años sin parar de trabajar y decide echar el cierre”. Pero ahí no termina la historia porque Balenciaga regresa a España y acepta hacer una línea de prêt-à-porter para la empresa Textil Tarazona. La gabardina de sarga blanca de 1971 que cierra la exposición simboliza la incursión del modisto en la moda 'lista para llevar'. Es la única pieza sobre un maniquí negro. No es costura, pero es Balenciaga.
Ese año el museo Bellerive de Zurich le dedica una primera retrospectiva. Al año siguiente, con 77 años muere en la madrugada del 24 de marzo. Hoy su cuerpo descansa en Getaria, donde está el museo que de nuevo ensalza su trabajo, su legado y nos cuenta cómo fue esa vida detrás de una cortina.