Los hogares de acogida y sus diferencias con la adopción, falsas creencias
- La mayoría de protectoras deriva animales que requieren cuidados especiales
- Las asociaciones remarcan que no es un tipo de adopción con gastos pagados
Los amigos de los animales tienen un abanico de posibilidades de ofrecer su ayuda ante los abundantes casos de abandono que desbordan los centros de acogida. Ofrecer nuestro propio hogar como refugio a la espera de que perros o gatos encuentren uno definitivo, el que será su hogar familiar, es una forma.
Pero hay quienes confunden esa vía como una adopción en sí, una forma de tener un animal en casa y que una protectora corra con los gastos. Primer error. “Hay que dejar claro que no es una alternativa a la adopción. Es cierto que cubrimos los gastos, pero el hogar de acogida es para un fin concreto”, nos comenta Fernando Sánchez, de Salvando Peludos.
La Comunidad de Madrid ha sido una de las primeras del Estado en regular este tipo de acogidas en su Ley de protección de animales de compañía, que data de 2016:
“Excepcionalmente, cuando concurran circunstancias especiales que así lo aconsejen, el centro de acogida podrá otorgar la custodia provisional de un animal sin dueño conocido a aquella persona física que actuando como poseedor del mismo, pueda garantizar el cuidado y atención del animal y su mantenimiento en buenas condiciones higiénico sanitarias”, reza el artículo 21.3 de la norma.
La misma establece la obligatoriedad “de entregarlo de forma inmediata si aparece su dueño o se encuentra a un adoptante”. La prioridad, por tanto, es la adopción. Y lo es para todas las protectoras, aunque excepcionalmente se abra la puerta a que una casa de acogida se convierta en hogar definitivo del animal.
Hogar que adopta, ¿hogar perdido?
“Cada asociación tiene sus normas, pero la mayoría preferimos que no se dé ese paso, porque generalmente supone perder ese hogar como casa de acogida”, cuenta Mati Cubillo, presidenta de la Federación de Asociaciones Protectoras de Animales de Madrid (FAPAM). Añade que la ley regula que dichas “casas se tendrán que registrar, aportar datos de los animales, un registro de entradas y salidas, etc. lo mismo que un centro de acogida”.
Pero nunca dicen que no, por el bienestar del animal. Como le secunda Fernando Sánchez, "entendemos que a veces terminan por coger cariño al animal, después de mucho tiempo en casa, y dejamos la puerta abierta". "No nos cerramos, porque al final se trata de que tengan un hogar adecuado, es lo que buscamos", sentencia Cecilia Castillo, de la APAP de Alcalá de Henares.
La comunicación constante es una necesidad por si surgen conflictos entre adoptantes y hogares de acogida, conflictos derivados por el deseo de adoptar de estos últimos. "Solo hemos tenido un caso y se resolvió dialogando. Siempre que surge un posible adoptante, nos ponemos primero en contacto con la casa para avisar. Si en seis meses una casa no ha dado pasos hacia la adopción, prácticamente se la puede descartar como adoptante", explica Sara Muñoz, de Salvando Ángeles sin Alas.
Entre los que erróneamente eligen la acogida como alternativa a la adopción se encuentran familias que ya tienen otros animales en casa y, por motivos económicos, prefieren que otros costeen los gastos. Pero todo tiene un límite, porque según la ley, “no se podrán mantener en este régimen más de 5 animales en un mismo domicilio, que tendrá la consideración de casa de acogida”.
Por ejemplo, en el Centro de Protección Animal del Ayuntamiento de Madrid, de carácter público, tienen un protocolo para ceder “animales en custodia”. Según confirman a RTVE.es, lo reservan para casos especiales, que requieren de cierto tipo de cuidados: cachorros en sus primeros meses o muy ancianos, animales enfermos o en postoperatorio, con la obligatoriedad de devolverlo al legítimo dueño si los reclama o a un adoptante si aparece.
Excepcionalidad y temporalidad
El carácter de excepcionalidad y temporalidad es una constante en la mayoría de las protectoras, como también lo son las circunstancias especiales que deben concurrir: "Ancianos, cachorros recién nacidos, enfermos y convalecientes o animales con problemas de comportamiento", nos comenta Sánchez, en la misma línea que el CPA de Madrid.
Pero también puede surgir que la propia protectora tenga sus necesidades particulares, bien por el tamaño de sus albergues o bien porque esos mismos no existan. El primer caso es el del centro Los Cantiles de Rivas-Vaciamadrid, aunque "el Ayuntamiento tiene previsto abrir otro más grande en el plazo de un año", prevé Teófilo Antúnez, de la asociación Rivanimal, encargada de gestionar el centro.
"Les pedimos prácticamente los mismos requisitos que pedimos a los adoptantes. Por ejemplo, les preguntamos si tienen otros animales en casa, cuántas horas al día están fuera, cuántas personas viven en la casa, etc. Lo único que cambia entre una casa de acogida y un adoptante es el destino final del animal", añade.
O, como en el caso de Perrigatos, solo trabajan en acogida por no disponer de albergue. Según nos comenta María del Mar Romero, además "nosotros a los adoptantes no les damos el gato directamente, les hacemos tenerlos de acogida mínimo un mes. Cuando das en adopción la gente puede echarse atrás y eso genera unas molestias, así como unos gastos".
“No todo el mundo vale para la acogida. Los que realmente valen, no eligen“
En cuanto al perfil del hogar, "no todo el mundo vale para la acogida. Los que realmente vienen a acoger, no eligen al animal. Valoramos mucho la idoneidad de la casa", comenta Cecilia Castillo. "Si viene una persona que está ocho horas fuera de casa, no puedo entregarle un cachorro. Tampoco puedes dar un perro miedoso a una persona que viva en la capital, necesitas una zona más tranquila. Hay que ser muy consciente", añade.
"Hacemos primero un cuestionario previo y luego una entrevista en el domicilio, que nos suele dar una idea del entorno", detalla Sara Muñoz. Tal como nos asegura, las protectoras tratan de dar pautas a los hogares porque, "otro de los inconvenientes que puede surgir es que den lugar a conductas no deseables. Por ejemplo, les pedimos que eviten dejar que los perros duerman con ellos y que siempre lo hagan en su camita. Pero cuando te están haciendo un favor y ya tienen otros perros en su casa, hay que buscar un equilibrio. Sobre todo, nos importa el bienestar del animal".
El seguimiento y el riesgo de las redes sociales
Además de las pautas, las protectoras tratan de hacer un seguimiento posterior de los animales que dan en acogida -también de los que dan en adopción- porque, al fin y al cabo, "los animales siempre son nuestros, así lo pone en los contratos. El día de mañana si no lo quieren, vuelven a nosotros", dice Mar Romero, de Perrigatos, y le secunda Cecilia Castillo, de la APAP: "El chip está siempre a nombre de la asociación".
Por eso, las protectoras buscan establecer un círculo de confianza. Tal y como nos detalla Yolanda Reyes, de APAALBEM, incluso para la adopción algunas asociaciones hacen un contrato previo de acogida y luego "les visitamos, con aviso y sin aviso, para saber cómo están los perros. Pero es difícil porque son muchos y se van acumulando a medida que seguimos rescatando. Por eso procuramos que los adoptantes sean amigos, conocidos y a su vez, amigos y conocidos de estos. Ellos mismos se hacen el seguimiento".
“En redes todo el mundo se vuelca sin importar dónde van los animales, pero a la larga eso no es sostenible“
De ahí que estas asociaciones alerten de los riesgos que entrañan esos llamamientos urgentes que vemos en las redes sociales. "En redes todo el mundo se vuelca sin importar dónde van los animales, pero a la larga eso no es sostenible. Si una asociación tiene que cerrar, los animales se van a la calle", advierte Nacho, de la asociación ANICA. Aunque también algunos valoran que en ocasiones "ayudan cuando necesitas un hogar con urgencia. Hay que usarlas en su justa medida", aconseja Cecilia Castillo y en la misma línea añade Sara Muñoz: "Nosotros no dejamos de hacer el cuestionario, la entrevista y el seguimiento por usar las redes. Si no nos da buena espina, no nos la jugamos".
La experiencia de un hogar
Con tantas advertencias y condicionantes, ¿aún hay gente que se anima a acoger? La respuesta es sí, y una de esas personas es María, que ha accedido a hablar con RTVE.es sobre su experiencia. Actualmente tiene cubierto el cupo de cinco perros y los cinco son adoptados, pero porque "dos de ellos vinieron de acogida y al final se quedaron".
Ella, además, prefiere los perros mayores, una tipología de las que hemos visto que se derivan a casas de acogida desde los albergues. "Es más complicado que las gente les quiera y luego me son muchísimo más fáciles cuando tienes varios. De hecho, la última que he adoptado tiene dos años -una excepción- y me da más guerra que los otros cuatro juntos".
María confirma varios de los puntos que las protectoras nos han adelantado, como el de las pautas previas y el seguimiento: "Las protectoras siempre están ahí. Si tienes cualquier problema, puedes contactar con ellos, incluso trabajan con etólogos y adiestradores".
En lo que rompe con los tópicos es en aquello de que un hogar que adopta se pierde como hogar de acogida: "En nuestro caso ha sido porque hemos adoptado la quinta y ya no podemos tener más en casa", el límite legal. En cuanto a las razones "el cariño pesa mucho, pero también piensas en las necesidades del animal. El primero que adoptamos tenía ansiedad por separación, nadie lo quería y, después de un año con nosotros, entendimos que era una faena que se adaptara a otro hogar".
Por eso tiene claro que nunca cerrará sus puertas a un perro que necesite un hogar: "Cuando, por desgracia, nos falte alguno de los mayores, volveremos a acoger. Da mucha pena separarse luego, pero también da mucha alegría ver que entran en una casa".