Ciudadanos es el nuevo IU: las amargas cuentas de los votos perdidos
- Quedar por debajo de los tres partidos mayores penaliza; fue la maldición de IU y UPyD y ahora azota a Cs
- Los nacionalistas exprimen mejor sus votos por su concentración y las mayorías absolutas por su hegemonía
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Quizá la mayor imperfección del sistema electoral en España es que cosechar votos por todo el país no garantiza tener un poder político equivalente. Que se lo digan a Izquierda Unida, la más afamada perjudicada por la ley no escrita de que para triunfar en unas elecciones generales no cuenta solo ganar muchos sufragios, sino lograrlos en el lugar adecuado. De lo contrario, parafraseando la mítica frase de Blade Runner, todos esos votos se perderán como lágrimas en la lluvia.
Es tan tópico como cierto. IU es el mayor perdedor de votos de la historia democrática española: 4.658.020 votos a lo largo de dos décadas ominosas para sus siglas. Con Julio Anguita, con Gaspar Llamazares, con Cayo Lara… fue el principal derrotado una elección tras otra entre 1993 y 2015. Cada vez que abrían las urnas, se dejaba cientos de miles de votos, no menos de 637.000, a veces casi 800.000.
Su mayor desaprovechamiento (no es justo hablar de "votos tirados a la basura") tuvo lugar en 2015, cuando ocho de cada diez de sus más de 900.000 votos (el 79,48%) no sirvieron para convertir un escaño. La llamada Unidad Popular se hundió de 11 diputados a tan solo dos. El coordinador de IU, Alberto Garzón, captó el mensaje y decidió redoblar la apuesta incorporándose a las listas de Podemos en 2016 para no quedar abocado a la desaparición.
Esa historia la vivió cuatro años antes el UPyD de Rosa Díez. En 2011 celebró el mayor éxito de su breve historia: pasó de uno a cinco diputados y se convirtió en el cuarto partido más votado de España. Sin embargo, de los 1,14 millones de votos que recibió, acumuló 711.000 votos inútiles para computarlos en el cálculo de escaños.
En la actualidad, es Ciudadanos el que ha ocupado ahora ese indeseado lugar en la cima de los votos desaprovechados, equiparándose en magnitud de votos estériles con sus "predecesores" del centro y la izquierda. Así, en las elecciones de 2016, en las que retrocedió ocho escaños respecto a las de 2015, Ciudadanos perdió 725.516 votos, el 23% de los que recibió.
Tan solo entre Galicia (135.125) y Castilla y León (156.330) cosechó 291.455 votos infructuosos, y concentra sus mayores agujeros en provincias que reparten pocos escaños, como Salamanca, Segovia, Guadalajara o Huesca, donde recibe más del 15% de los votos pero no obtiene ningún premio.
De UCD a CDS, cientos de miles de votos caídos en saco roto
Pero es la UCD de Adolfo Suárez (o mejor dicho, la de Leopoldo Calvo Sotelo) la que sufrió la mayor acumulación de votos inservibles de la historia de la democracia en una sola noche, en las elecciones generales de 1982, las que supusieron la primera alternancia en el Gobierno. UCD, en proceso de descomposición, acabó de derrumbarse frente al PSOE de un joven Felipe González que logró la primera de sus tres mayorías absolutas esa década. De los 1,42 millones de votos que recibió UCD (6,8% del total, lejos de su anterior hegemonía), dos de cada tres, 912.783, no sirvieron para aportar un solo escaño al partido del presidente Calvo Sotelo, que pasó de 168 a tan solo 11 diputados.
Esta maldición la heredó posteriormente el renacido Adolfo Suárez y su CDS. Pese al relativo éxito de 1986, año en el que el partido fundado por el expresidente del Gobierno mejoró los resultados de la extinta UCD y obtuvo 1,8 millones de votos, el 40% de estos no aportaron nada a los 19 escaños que le dieron las urnas. Lo mismo pasó tres años después en las elecciones de 1989, cuando el 45% de las papeletas al partido de centro no tuvo ningún rendimiento. El decaimiento electoral fue de la mano del declive político -por el rechazo al giro a la derecha del CDS- y en 1991 Suárez dimitió por segunda vez como líder de un partido.
El PP suele perder más votos que el PSOE
Lo de perder votos a millares no tiene ideología. En realidad a quien afecta es a los partidos políticos de implantación nacional pero que no logran quedar entre los dos o tres primeros en las respectivas circunscripciones. En 1977, la Alianza Popular de Manuel Fraga, y su versión “vitaminada” de 1979, la Coalición Democrática, se dejaron por el camino 699.506 votos y 586.159, respectivamente.
Pero los partidos mayoritarios en la actualidad, PSOE y PP, también sufren la pérdida de votos, y no en la misma medida. Es el PP el que históricamente suele perder más votos, y aunque no se trate de cifras dramáticas para un partido acostumbrado a beneficiarse de la sobrerrepresentación, le ha pasado en todas las elecciones en los últimos 30 años -salvo cuando ha logrado mayoría absoluta- y siempre con más votos perdidos que el PSOE, unas decenas de miles de diferencia. En conjunto, frente a los 433.186 votos perdidos por el PP en su historia, el PSOE ha perdido 279.922.
También estos partidos son los que han tenido la potencia suficiente como para alcanzar el hito contrario, no haber desperdiciado ni un solo sufragio. Una alineación de planetas que se ha dado en tres ocasiones, 1982, 2000 y 2011, en sendas victorias por mayoría absoluta, de Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy, respectivamente. Fue esta la última mayoría absoluta de nuestra historia, un fenómeno que, en vista de la evolución de nuestro sistema de partidos, parece lejos de repetirse.
Los partidos nacionalistas, máximo rendimiento
Los partidos no mayoritarios solo tienen posibilidades de salir elegidos en las circunscripciones más grandes. La excepción son los partidos nacionalistas o de ámbito regional, puesto que concentran todos sus votos en muy pocas provincias.
Por eso, en 2011 Rosa Díez se quejaba con amargura de que CiU, con 100.000 votos menos que UPyD, conseguía 11 escaños más que la formación magenta. Y es que los nacionalistas catalanes, con un millón de votos, y también los vascos de Amaiur y PNV, con más de 300.000, sacaban máximo rendimiento a sus papeletas sin desperdiciar ni una para la obtención de escaños en sus territorios.
Lo mismo ha ocurrido en las recientes elecciones de 2015 y 2016. Tanto ERC como las distintas marcas de la antigua Convergència (DL y CDC) y el PNV no han perdido un solo voto. En las últimas generales, las confluencias catalana y valenciana de Unidos Podemos también optimizaron todos y cada uno de sus sufragios -no así la gallega En Marea, que vio como 29.317 de sus 347.542 papeletas fueron irrelevantes-. La costumbre en este ámbito regional la viene rompiendo Coalición Canaria, que tuvo un 26% de votos perdidos en 2015 y un 23% en las últimas elecciones generales.
Contra las pérdidas de votos, reforma electoral
Por ello, partidos como Unidos Podemos y, con mayor ahínco, Ciudadanos, llevan proponiendo en los últimos años reformas electorales de calado: aumentar el número de diputados al máximo de 400 que permite la ley; calcar el sistema electoral alemán dando a cada elector dos votos (uno uninominal y otro proporcional); Cs propuso que solo tengan acceso al reparto de diputados los partidos que obtengan un 3% de representación a nivel nacional (lo que eliminaría del Congreso a los nacionalistas), o una mayor proporcionalidad cambiando la fórmula D’Hondt por la Saint-Laguë.
En sus propuestas electorales para 2019, el partido de Albert Rivera pretende impulsar una nueva ley electoral para que “el voto de todos los españoles valga lo mismo”, redistribuyendo el censo para evitar “la sobrerrepresentación de circunscripciones”, y así no tener que lamentar el desvanecimiento de tantas papeletas en el limbo electoral.
Metodología
El valor del voto por escaños muestra los votos que ha necesitado cada partido para lograr cada escaño en cada provincia desde las primeras elecciones de la democracia.
El cálculo se ha realizado dividiendo el total de votos obtenidos en cada circunscripción por el número de escaños obtenido. Por ejemplo, el PP en Almería en 2016 consiguió 131.801 votos y 3 escaños. Por tanto, su coste por escaño fue de 43.993,67 votos en esa circunscripción.