El "mito" de la participación: el PSOE se beneficia, casi siempre, de una mayor afluencia a las urnas
- La participación por encima del 70% suele favorecer al PSOE y provoca grandes cambios de Gobierno en España
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La trayectoria de las elecciones generales en España revela que, cuando los españoles deciden acudir mayoritariamente a las urnas, se producen cambios importantes en la Presidencia del Gobierno cultivados, según los expertos, en el “descontento y la insatisfacción”. Y aunque en los pasados comicios la altísima participación (un 75,75%, la más alta desde 2004) no supuso un cambio de Gobierno -ya que éste se dio durante la legislatura a raíz de la moción de censura-, sí ha cambiado de forma radical las mayorías en el Congreso y el Senado, donde el PSOE tiene ahora mayoría simple y mayoría absoluta, respectivamente.
Una situación que, al primer golpe de vista, hace pensar que los partidos de izquierda salen beneficiados si la cifra de participación supera el 70%. Sin embargo, como todo dato es relativo, la participación en bruto a veces contradice a lo que ocurre en las circunscripciones.
La participación presenta una evolución decreciente a lo largo de las 13 veces que los españoles han acudido a las urnas antes de 2019, registrando en junio de 2016 su dato más bajo de la historia, un 66,48%.
A pesar de esta tendencia, es posible observar cómo, en líneas generales, la participación crece en los momentos en los que hubo cambios de presidentes del Gobierno. En concreto, 1982 registró la mayor participación de la historia de la democracia, 79,97%, justo en el momento en el que el socialista Felipe González sustituyó a Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD).
Algo parecido ocurrió cuando se produjo el relevo del PSOE por el PP en las elecciones de 1996. Tras dos citas electorales que volvieron a dar la victoria a los socialistas -en 1986 y 1989-, la participación registró un incremento de 6,8 puntos en 1993 respecto a los anteriores comicios, coincidiendo con el primer intento de llegada a La Moncloa de José María Aznar al frente del PP, y alcanzó el 77,38%, la tercera más alta de la democracia, con su victoria en 1996.
Esto mismo, con una variación al alza de 6,95 puntos respecto a las elecciones de 2000, ocurrió en 2004 con la victoria del PSOE y la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero, tres días después de los atentados terroristas del 11M en Madrid.
"Tendemos a ir más a las urnas cuando la disputa parece reñida"
¿Cuándo suele aumentar la participación en las urnas? Normalmente estos cambios son indicativos “de un nivel alto de descontento e insatisfacción o de que se están movilizando sectores o votantes que antes no lo hacían”, explica a RTVE.es el politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón.
En el caso de estas elecciones de 2019, ha subido por dos razones principales. En primer lugar, porque "partíamos de un nivel muy bajo en 2016 tras el proceso de repetición electoral y los españoles se agotan cuando van mucho a las urnas".
En segundo lugar, prosigue Simón, por la "polarización" y "tensionamiento" que ha habido de la opinión pública ante "debates muy broncos a izquierda y derecha y la identificación de dos bloques claros", uno PSOE y Unidos Podemos y el otro de PP, Ciudadanos y Vox, y por la posibilidad de que cualquiera de los dos pudiera llegar al gobierno, ha hecho que "la gente valore más el hecho de participar y por lo tanto acuda en mayor proporción a las urnas".
Con ello, los niveles se han acercado a la media de elecciones que han estado reñidas en España, como las de 2004 y 1996, "cuando ha habido cierto empate" entre partidos o ahora entre bloques.
La tendencia, sin embargo, tiene su excepción y se rompe con la victoria del expresidente Mariano Rajoy en 2011. Entonces la participación pasó del 73,85% en 2008, al 68,94% en 2011 (4,9 puntos menos). Ahora bien, si se observa la reducción de la participación en las últimas citas electorales antes de 2019, puede interpretarse como un hito de cambio más y no como una excepción.
A mayor participación, mejores resultados de la izquierda
Teniendo en cuenta la participación y los resultados de los principales partidos que han participado a lo largo de la historia en las elecciones generales, su análisis apunta que, en general, una participación elevada beneficia a los partidos de izquierda.
Esto le ha ocurrido al PSOE en los momentos en los que la participación ha estado por encima del 70% en citas electorales como la de este domingo o la de 1977, cuando logró 118 escaños con una participación del 78,83%; en el ya mencionado 1982, en el que un 79,97% de los electores acudió a las urnas y González entró en el Congreso con una mayoría absoluta de 202 diputados; en 1993, cuando el PSOE logró 159 escaños y la participación fue del 76,44%; y en las dos legislaturas de Zapatero que alcanzó los 164 diputados en 2004 y los 169 en 2008 con participaciones del 75,66% y el 73,85%, respectivamente.
Por el contrario, los datos de abstención parecen beneficiar a la derecha. El mejor resultado del PP, el de los 186 diputados de Mariano Rajoy frente a Zapatero en 2011, se produjo con una abstención del 31%, al que han seguido resultados algo más modestos, 123 escaños en 2015 y 137 en 2016, con una ausencias de votantes en las urnas del 30,33%, en el primer caso, y de 31,29%, en el segundo. Lo mismo le ocurrió a Aznar en el 2000. Logró una mayoría absoluta de 183 escaños con una concurrencia inferior al 70% (68,71%).
Algunas notables excepciones
Ahora bien, Pablo Simón advierte contra la “mitología” en torno a esta teoría. “Depende del contexto y de si son elecciones de cambio o no”, afirma al recordar que Felipe González tuvo mayorías absolutas en 1989 con niveles de participación “bajísimos” del 69,74%. También le ocurrió esto al PSOE en las anteriores elecciones en 1986 y al PP en 1996, cuando, con una participación alta del 77,38%, ganó las elecciones con 156 escaños.
“La participación en bruto no nos dice nada”, insiste Simón, “hay varios efectos que se mezclan”. Por un lado está “la movilización relativa de los diferentes sectores” y, por otro, los datos “por circunscripciones y por provincias”, explica. Lo ilustra con el ejemplo de Valencia en 2008, donde la participación (77,68%) estuvo 3,8 puntos por encima de la media, pero también subieron los votos al PP (51,62%), que logró nueve de los 16 escaños que se reparten en la provincia.