Polonia, el alumno rebelde de la Unión Europea
- El gobierno conservador ha seguido una hoja de ruta basada en los valores tradicionales polacos
- La ausencia de una oposición fuerte facilita iniciativas como la polémica reforma de la justicia o el rechazo a la inmigración
Si se pregunta a un polaco sobre la imagen que se tiene de su país en el resto de Europa, es probable que la respuesta contenga las palabras "ultraderecha", "católico" o "conservador". De hecho, estos tres adjetivos describen a la perfección al ejecutivo de Ley y Justicia (PiS, según sus siglas en polaco) que, desde 2015, gobierna el país.
Una legislatura en la que la formación que preside Jarosław Kaczyński ha seguido una hoja de ruta basada en los valores tradicionales polacos: protección a las familias, exaltación de lo nacional y rechazo a lo extranjero.
Todo ello con el beneplácito de su socio más poderoso e influyente: la Iglesia Católica de Polonia. Una actitud que provocó, incluso, la activación del artículo 7 del Tratado de Lisboa, que contempla la retirada del derecho a voto en el Consejo Europeo a países que no cumplan con las premisas comunitarias.
Si se observan las informaciones publicadas en los medios durante los últimos cuatro años, confirman lo anteriormente expuesto: intentos de prohibir el aborto, rechazo a la acogida de refugiados determinada por la Unión Europea o una reforma de la justicia que acaba con la separación de poderes y la independencia de los tribunales.
Apegados a Europa
Estas iniciativas han convertido a Polonia en uno de los “alumnos rebeldes” de la Unión Europea. Llegados a este punto, es necesario preguntarse si la sociedad polaca comparte los pasos dados por sus representantes políticos.
De acuerdo con el último Eurobarómetro, un 76% de los encuestados votaría para quedarse en un supuesto referéndum sobre la permanencia de Polonia en la Unión y hasta un 85% considera que lo que nos une a los europeos es más importante que lo que nos separa. Además, según otros sondeos, cerca de un 90% de la población se siente europea.
Por otro lado, la mitad de los polacos rechazaría la acogida de refugiados incluso si esa negativa supusiera su salida del club comunitario.
Los temas que más les preocupan de cara a las elecciones europeas son, además de la economía, la lucha antiterrorista y la inmigración.
El papel de la abstención
La clave para saber si la sociedad polaca es tan conservadora como su gobierno parece estar en los resultados electorales de las parlamentarias de 2015, según explica Jacek Kucharczyk, presidente del Instituto de Asuntos Públicos. De acuerdo con su análisis, el PiS cuenta con el apoyo de menos de una quinta parte de la población.
"En las elecciones de 2015, hubo una abstención de, prácticamente, el 50%. Esto significa que, de 30 millones de votantes, tan sólo la mitad acudieron a las urnas. Y de esos 15 millones que votaron, un 36% eligió a Ley y Justicia, lo que nos da un total de en torno a cinco millones y medio de votos", detalla Kucharczyk.
Por lo tanto, parece que la abstención desempeñó un papel importante en la victoria del PiS en unas elecciones en las que, por primera vez en dos décadas, ninguna fuerza de izquierdas consiguió representación en el Parlamento.
"No quiere decir ni que en la sociedad polaca no haya gente de izquierdas ni que necesitemos a la izquierda en el Parlamento", afirma Gabriela Morawska, vicepresidenta de Wiosna, un partido progresista de reciente creación que concurre a las europeas del próximo 26 de mayo.
"La ausencia de una oposición fuerte dificulta más las cosas", lamenta Morawska, que denuncia la pérdida de poder del Tribunal Constitucional polaco, tras las reformas emprendidas por el Gobierno.
Control de los tribunales
Los intentos de Ley y Justicia de controlar los tribunales se han hecho patentes casi desde el momento en el que se formó el Gobierno. El Ejecutivo liderado por Mateusz Morawiecki ha politizado el Constitucional -eligiendo a cinco de sus 15 magistrados- y el Consejo Nacional de la Judicatura (KRS, según sus siglas en polaco), un órgano que se encarga de garantizar la independencia de la justicia.
Además, adelantó la edad de jubilación de los miembros de la Corte Suprema para, entre otras cosas, apartar de su cargo a su presidenta Małgorzata Gersdof y sustituirla por alguien más afín a los intereses del PiS. Esta medida trajo consigo la apertura de un procedimiento en el Tribunal Superior de la Unión Europea, que obligó al Gobierno polaco a dar marcha atrás.
Sin embargo, esto supone una victoria para el Estado de Derecho, ya que los ultranacionalistas siguen buscando la manera de esquivar todos los obstáculos posibles y conseguir sus objetivos para, según insisten, "mejorar el funcionamiento de una justicia anquilosada".
"El problema no es que sea Ley y Justicia quien tenga la mayoría en el Parlamento", explica Małgorzata Kluziak, expresidenta del Tribunal de Distrito de Varsovia, "la cuestión es que el KRS, los jueces, los tribunales, todas las estructuras de la justicia deben ser independientes del Gobierno, del Parlamento y entre sí, para garantizar un buen funcionamiento del sistema".
Desde el principio, las polémicas reformas del PiS han tenido una importante respuesta en las calles, sobre todo en Varsovia y otras grandes ciudades, donde miles de personas han protestado contra la propia reforma de la justicia, la prohibición del aborto o los recortes de libertades que, cada vez, se hacen más evidentes.
Las encuestas apuntan a que la abstención polaca en las europeas será elevada. Quizá los polacos piensan ya en las legislativas de octubre y en las presidenciales del año que viene. Unos comicios en los que Polonia pone en juego mucho más que los escaños de su Parlamento.