Portugal, del rescate a presidir el Eurogrupo
- Cinco años después de la ayuda europea, el repunte del turismo sonríe al país vecino
- La economía remonta pero los efectos de la crisis aún se notan
Hace cuatro años los socialistas reconquistaron el poder en Portugal. Cuando el PSD fracasó al intentar reeditar la coalición conservadora que había gobernado durante la anterior legislatura, las elecciones de 2015 se saldaron con una alianza inédita entre el Partido Socialista y las fuerzas de la izquierda radical.
El Partido Comunista y el Bloque de Izquierda aceptaron dar un apoyo puntual al Partido Socialista, animados por la promesa de António Costa de acabar con las políticas de austeridad aplicadas por la Troika durante el rescate de 2011 a 2014.
Con Bruselas temblando tras conocer qué formaciones respaldarían a Costa al frente del país, el Gobierno fue bautizado con el sobrenombre de geringonça, que vendría a significar algo así como “chapuza”.
De este modo arrancó el trabajo de Mario Centeno. El ministro de Finanzas de Portugal empezó a reembolsar las rentas a las familias al bajar los impuestos sobre la renta, subir el sueldo a los funcionarios y las pensiones. Tres años más tarde, el político luso fue nombrado presidente del Eurogrupo.
Hoy los miedos sobre quién sustenta al Ejecutivo portugués han desaparecido, según el sociólogo António Costa, “porque la sociedad ha visto que los comunistas y el Bloque son capaces de defender una política europeísta”.
Recetas anticrisis
Durante la legislatura, el Gobierno de Lisboa ha cumplido con el pacto de Estabilidad, ha avanzado en políticas sociales, ha reducido el paro y ha incrementado el salario mínimo y las pensiones.
Hoy Portugal presenta unas cifras macroeconómicas muy distintas a las esperadas por la Unión Europea. El país vecino cerró 2018 con una tasa de desempleo del 7%, el PIB creció en un 2,1% y el déficit público se situó en el 0,5%.
“La geringonça ha funcionado porque no había alternativa”, nos explica Francesco, residente en Lisboa. “Es un sentimiento típicamente portugués, los partidos pueden tener ideas distintas, pero se unen cuando se trata de un problema que afecta a todo el país”.
Sin embargo, el economista Joao Luis César Neves considera que la economía de Portugal continúa débil: “Disfrutamos de un período de sol temporal, pero se acercan nubes negras y serán muy peligrosas”, comenta cuando le preguntamos por el boom turístico.
Portugal está de moda
El año pasado Portugal recibió cerca de 13 millones de visitas. Ese es el auténtico "milagro portugués", un turismo que ha resurgido gracias a tres factores: primero los viajeros que han descubierto el país, una parte de los cuales ha elegido Portugal en lugar de otros destinos donde no se garantiza la seguridad.
Gente que, por lo general, busca alojamiento en plataformas como Airbnb; lo que también nos lleva a hablar de una revolución en la forma de hacer turismo gracias a internet.
Después están los jubilados con nacionalidad europea que fijan su residencia en territorio portugués y obtienen una excepción que casi les exime de pagar impuestos durante diez años.
Por último están las 'golden visa', un permiso de residencia accesible a aquellos ciudadanos extracomunitarios que se gasten 500.000 euros en una vivienda, creen diez puestos de trabajo o inviertan dos millones de euros en capital.
Factores, en cualquier caso, que disparan el precio de los alquileres y la compra de vivienda para el portugués medio; así como facilitan un turismo masivo que provoca la despoblación de ciudades como Lisboa u Oporto.
¿Qué ha fallado?
Portugal levanta cabeza, pero si el déficit ha bajado ha sido a costa de subir los impuestos como nunca antes. “Tenemos la mayor carga fiscal de la historia, y no utilizamos bien el capital. El coste del funcionamiento de los servicios está en mínimos y la inversión pública prácticamente ha desaparecido. Estamos degradando el aparato del Estado”, apunta César Neves.
También se han hecho recortes en salud, infraestructuras o educación. De hecho, la última crisis de Gobierno ocurrió hace apenas unas semanas, cuando el primer ministro amenazó con dimitir si se recuperaba la antigüedad congelada a los profesores durante la crisis, unos 800.000 euros.
A eso se suma una elevada deuda pública, el crédito moroso y que, de los 78.000 millones de euros prestados para salir de la crisis, el Ejecutivo portugués aún debe más de 50.000 millones a Bruselas y al Banco Central Europeo.
Ausencia de la extrema derecha
La crisis económica no ha erosionado el sentimiento europeísta de los portugueses. Son conscientes de la importancia de la Unión, pero también hay una serie de razones culturales, económicas y políticas que impiden el crecimiento de los soberanismos.
Para empezar, Portugal no tiene problemas de unidad nacional que hagan triunfar los discursos nacionalistas. Por otro lado, “mientras en otros países algunos grupos sociales votan a partidos euroescépticos, en Portugal tienden a abstenerse”, aclara la politóloga Marina Costa.
Tampoco existe un problema migratorio que se pueda tomar por bandera. Para la historiadora Raquel Valera, la clave reside en la Revolución del 25 de abril, la fiesta más importante de la sociedad portuguesa y que frena el crecimiento de una base social favorable a la extrema derecha.
“Su principal barrera es que quienes lucharon contra la dictadura siguen vivos”, apunta. Mientras los movimientos de ultraderecha ganan fuerza en el Viejo Continente, Portugal es de los pocos Estados de la Unión Europea en los que la extrema derecha carece de representación parlamentaria.