Descubren en ratones una protección ante los efectos adversos de la radioterapia
- Expertos hallan que niveles altos de la proteína URI los protege de los daños intestinales que produce la radioterapia
- Sin embargo, niveles bajos o la supresión de URI llevan al desarrollo de síndrome gastrointestinal y a su fallecimiento
Un descubrimiento desarrollado en ratones "podría ser de utilidad" para proteger de los efectos adversos de la radioterapia, según un estudio que ha publicado este jueves Science firmado por científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Las implicaciones "podrían revolucionar la forma en que el ser humano se enfrenta a la exposición a grandes dosis de radiación", tanto en la oncología como en los viajes espaciales o los ataques y accidentes nucleares, indica un comunicado del CNIO.
Los expertos han descubierto que niveles altos de una proteína llamada URI, "de la que aún no se comprenden bien todas sus funciones", protege a los ratones de los daños intestinales que produce la radioterapia, la cual afecta a las células tumorales y a las sanas.
Sin embargo, niveles bajos o la supresión de dicha proteína llevan al desarrollo de síndrome gastrointestinal y al fallecimiento de los roedores.
En los tumores localizados en la cavidad gastrointestinal (hígado, páncreas, colon, próstata) un 50% de los afectados se somete a radioterapia, que "puede desembocar en toxicidad en el intestino en un 60% de los pacientes" y, aunque es reversible cuando termina el tratamiento, un 10% sufren daños irreversibles.
URI como factor de equilibrio
El jefe del Grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer del CNIO y autor principal del estudio, Nabil Djouder, ha señalado que URI "parece contar" con una ventana muy estrecha de equilibrio que determina el correcto funcionamiento de otras proteínas.
Cuando sus niveles están por encima o por debajo de esa ventana -ha indicado-, puede promover tumores o proteger contra su desarrollo, así como el de otras enfermedades. "Depende mucho del contexto".
Para probar si ese efecto protector ocurría "in vivo" y si podría ayudar a paliar los efectos producidos por la radiación, los investigadores crearon tres modelos de ratón modificados genéticamente: uno de control, otro con niveles altos de URI en el intestino y el último sin un gen, con lo que disminuyen los niveles de la proteína.
Después de ser sometidos a radiación, el 100% de los ratones diseñados para expresar altos niveles de URI sobrevivieron al síndrome gastrointestinal -en condiciones normales, fallece hasta un 70 %-, en cambio, los animales sin el gen no lo superaron.
Con los ratones de control se vio que para restablecer y reparar el intestino, URI se expresa en una población específica de células madre durmientes y las protege de la toxicidad por altos niveles de radiación.
Una vez acabada la radioterapia son esas células las que regeneran el intestino, ha explicado la investigadora predoctoral Almudena Chaves-Pérez.
Cuando esas células madre no fabrican URI, se sobreactiva la expresión de c-MYC, un conocido oncogén, lo que hace que proliferen y mueran debido a los daños causados por la radiación e impide que el intestino se regenere, con lo que el ratón fallece.
El papel de c-MYC
Aunque necesita ser confirmado en próximos estudios, Djouder cree que los inhibidores de c-MYC "podrían ser de utilidad para paliar el síndrome gastrointestinal inducido por la radiación en pacientes".
Este estudio propone nuevos tratamientos mediante inhibición o eliminación de c-MYC, que "podrían disminuir los efectos secundarios letales de la radioterapia y permitirían aumentar las dosis de radiación para combatir de manera más eficaz los tumores gastrointestinales", ha aclarado Djouder.
Además de proteger frente a los efectos secundarios, los inhibidores contra c-MYC se usan también para el tratamiento del cáncer, por lo que "podríamos tener una eficacia doble", ha agregado.
Djouder cree que este descubrimiento puede ayudar a proteger al organismo de los efectos secundarios de altas dosis de radiaciones emitidas durante los accidentes y los ataques nucleares o la exposición a los rayos cósmicos que, a día de hoy, hace que sean inviables los viajes espaciales de larga duración.