Los mejores robots del cine y la televisión
- Jordi Ojeda repasa la historia de los seres artificiales cinematográficos en Robots de cine
- "El libro también analiza cómo la tecnología puede alterar al ser humano", asegura el autor
Desde María (Metrópolis, 1927) hasta Alita (Alita, ángel de combate, 2019) los robots han despertado nuestra imaginación en el cine y la televisión. Ahora el experto en el tema Jordi Ojeda (Barcelona, 1966), repasa las mejores criaturas artificiales de la historia del cine y analiza cómo puede alterar la tecnología al ser humano en el imprescindible libro Robots de cine. De Maria a Alita (Diábolo ediciones) que combina a la perfección la diversión y lo pedagógico, lo humano y lo artificial.
Pocas personas saben tanto del tema como este doctor ingeniero industrial con un Máster en Producción Automatizada y Robótica por la Universidad Politécnica de Cataluña; y que actualmente es profesor del Departamento de Empresa de la Universidad de Barcelona. Ojeda también es muy conocido por su proyecto CCT: Cómic, Ciencia y Tecnología, donde usa la historieta como instrumento pedagógico para divulgar la ciencia y la tecnología.
Por cierto que este fin de semana (8 y 9 de junio) Jordi firmará libros en la caseta 269, de Diábolo Ediciones. No os perdáis esta completa entrevista sobre el libro:
-ESTE LIBRO NO ES UN MERO REPASO DE LOS ROBOTS EN EL CINE...¿CÓMO LO DEFINIRÍAS?
Efectivamente, el título Robots de Cine es una elección comercial y facilitador para llegar al futuro lector, que no necesariamente tiene que ser un aficionado solamente a la ciencia ficción, cualquier aficionado al cine disfrutará seguro con su lectura. El libro, en realidad, es un repaso por las criaturas artificiales en la ficción a lo largo de la historia, comenzando por los autómatas, pasando por los robots en el teatro, en el cine, en la literatura y en las series de televisión más destacados y acabando con un análisis de cómo la tecnología puede alterar al ser humano, tratando conceptos como cíborgs, exoesqueletos, nanotecnología, geminoides, inteligencia artificial o realidad aumentada.
Algunos expertos auguran que ya estamos viviendo en la era de la robótica. Hoy en día la inteligencia artificial tiene un impacto muy importante en nuestras vidas en todos los sentidos y la previsión es que este despliegue vaya en aumento en los próximos años. En cierta manera, la ficción nos ha ido preparando desde hace décadas para esta nueva situación, y el cine ha sido siempre un claro generador de iconos, con robots como protagonistas o como personajes secundarios pero siempre destacados en la trama de las historias.
Además, preveo un incremento notable en los próximos años de la presencia de la robótica y la inteligencia artificial en la ficción, y no de forma exclusiva en producciones de ciencia ficción. Si se cumple esta profecía, me parecía adecuado realizar este libro en este momento para facilitar a los lectores (espero que muchos de ellos sean críticos de cine) el origen y el significado de muchos conceptos que, a menudo, aparecen de forma errónea o confusa en los medios de comunicación referidas a protagonistas o argumentos de la ficción. He encontrado artículos publicados con la lista de las diez mejores películas sobre cíborgs en que ni una sola película lo era, por ejemplo. Ahora que está previsto en los próximos meses el estreno de la nueva película de la saga Terminator, hay que insistir en que no es un cíborg, sino un androide, y entender qué significado tiene cada término en una sociedad tan altamente tecnificada como la nuestra.
-¿CÓMO ESTRUCTURAS EL LIBRO?
Primero de todo hay que aclarar que no es un libro de encargo. Es un proyecto personal que propongo a Lorenzo Pascual, responsable de Diábolo Ediciones, y que acepta dándome toda la libertad del mundo. Pero yo sabía a dónde iba, sabía que se publicaría en su colección de cultura popular. Por lo tanto, el libro debía tener una clara vocación divulgativa, con un vocabulario asequible y una lectura ágil y atractiva, con un diseño y calidad en el acabado muy destacado, características esenciales de la colección. Esa elección provocó algunas decisiones importantes, cómo evitar los pies de páginas y las citas detalladas, con capítulos más reducidos en tamaño. Finalmente se estructura en treinta y cuatro capítulos acompañados de un preámbulo y un epílogo, añadiendo un glosario y un índice cronológico de películas recomendadas.
La estructura por capítulos no solo facilita la lectura de forma continuada, sino también la consulta concreta en un futuro por temas o épocas. Además, las más de quinientas fotos y una excelente maquetación, junto a una exquisita edición, proporcionan un acabado de calidad que, de momento, está gustando a los primeros lectores y críticos, por lo que veo en las redes sociales y en las reseñas.
Y quería que el libro tuviera una especie de sello de garantía de calidad y propuse desde el primer momento que el prólogo lo escribiera Kike Maíllo, director de la película Eva (2001). Contacté con él cuando acabé el texto de la primera versión del libro, de hecho fue el primer lector. Fue muy amable leyéndoselo y muy generoso aceptando la invitación a escribir el prólogo, le estaré eternamente agradecido por sus amables y sinceras palabras, para mí es un referente en el sector y su complicidad seguro que contribuye a mejorar el libro en muchos sentidos.
-¿CÚAL ES EL ORÍGEN DE LA PALABRA 'ROBOT' Y CUÁLES SERÍAN LOS PRIMEROS ROBOTS DE LA HISTORIA?
La palabra «robot» aparece por primera vez en la obra de teatro Los robots universales de Rossum (1920), más conocida por el acrónimo R. U. R., escrita por el dramaturgo checo Karel Čapek (1890-1938), en la que un científico creaba una fábrica de seres artificiales llamados «robots», en el que los trabajadores eran los propios robots, y que se vendían con la finalidad de funcionar como siervos. De ahí la elección de la palabra checa «robota», que significa «servidumbre» o «trabajo forzoso», con connotaciones de trabajo como esclavo.
La obra fue un éxito en todo el mundo, popularizando el término que no se traducía al adaptarla a los diferentes idiomas, aunque Čapek siempre renegó hasta su muerte del sentido mecanicista con el que se utilizaba, puesto que su ser era biológico. De hecho, los robots durante la representación de la obra en un escenario estaban interpretados por actores, evidentemente.
-¿QUÉ ERA EL TURCO Y QUÉ IMPORTANCIA DAS A LA MÁQUINA DE AJEDREZ DE TORRES QUEVEDO?
Y antes de los robots existían los autómatas, entre los que probablemente el más famoso durante prácticamente un siglo y medio es el Turco. Creado en 1769, era un autómata de medio cuerpo, con turbante, sobre una mesa de ajedrez, que resultó ser un engaño puesto que había una persona escondida en su interior que mediante espejos y cuerdas y señales desde el exterior podía seguir las jugadas. Jugó contra la realeza europea, ganó al mismísimo Napoléon Bonaparte, que se enfadó muchísimo, y cruzó el charco a finales del siglo XIX para continuar su recorrido exitoso por Estados Unidos. Se cree que hasta dieciséis personas diferentes se escondieron en su interior.
La contribución del Turco a la ficción en general y al espectáculo en particular fue fundamental para crear los cimientos de lo que podríamos llamar «la magia» del ser artificial, una magia que genera en el espectador una sensación de admiración y sorpresa, potenciando el misterio por no saber exactamente cómo funciona al apreciar que, aparentemente, se están violando las leyes de la naturaleza.
En diferentes capítulos del libro intento hacer un paralelismo entre la ficción y la ciencia real, para contextualizar los avances científicos o para explicar el origen de algunos conceptos. En el caso del Turco, me pareció interesante explicar la historia de las dos máquinas de ajedrez que creó el inventor cántabro Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), que construyó dos autómatas (uno más evolucionado que el otro), que no solamente eran capaces de imitar a los humanos moviendo las piezas, sino que, además, siempre ganaban encontrando la mejor jugada, eso sí, enfrentando en la partida a una torre y un rey contra un rey. El autómata se conoce como el Ajedrecista, el primero construido en 1912 y el segundo en 1920, que es el único que se conserva y que es posible visitarlo en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, en el museo que honra la memoria del inventor. Y ese ganaba de verdad, sin trampas.
-MARÍA FUE EL PRIMER ROBOT DE LA HISTORIA DEL CINE. ¿QUÉ LE DEBEN TODOS LOS QUE LA HAN SEGUIDO?
El primer robot cinematográfico es María, protagonista de la película muda alemana Metrópolis (1927), dirigida por el director de origen austríaco Fritz Lang (1890-1986), que adaptaba junto a su esposa Thea von Harbou (1888-1954) el libro escrito por ella misma. La película acontece en 2026, en una gran ciudad dividida en dos grupos antagónicos que se acaban enfrentando alentados precisamente por el robot de María, que tendrá un papel muy importante en el desenlace al promover los disturbios.
El robot de María crea el concepto actual de robot «geminoide», es decir, un robot que es una réplica exacta de un ser humano y que puede hacerse pasar por él. El ejemplo más paradigmático sería la película Los sustitutos (2009), protagonizada por Bruce Willis, en la que interpreta a un inspector de policía en una sociedad donde la tecnología permite una conexión neuronal con robots que pueden construirse a tu imagen y semejanza, con lo que acabamos todos viviendo la vida sentados en el sofá de casa mientras tu robot la vive física y literalmente por ti.
También María introdujo el concepto de robot mecanicista que tanto ha influenciado estéticamente, como el mismo C-3PO de la saga de Star Wars, en la que su diseñador reconocía su parecido. Y también fue pionera como robot «ginoide», es decir, un robot con un aspecto de ser humano gracias a la piel sintética, y con forma de mujer, de ahí el término que utilizo de «ginoide», término que no está todavía recogida en el diccionario, aunque sí esté «androide», con una definición que no se corresponde con su origen etimológico, puesto que en griego «andro-» significa «hombre». El género, en robótica y en inteligencia artificial, también es importante.
-¿POR QUÉ NO EMPIEZAS CON FRANKENSTEIN? ¿QUÉ INFLUENCIA TIENE LA NOVELA DE SHELLEY EN EL GÉNERO Y EN LA FIGURA DE LOS 'MAD DOCTORS'?
No empecé con la criatura de Frankenstein por dos motivos: el primero, porque el hilo conductor de todo el libro era el cine y el inicio con Metrópolis era claro; y, segundo, porque debía preparar al lector a que comprendiera que también podíamos hablar de «robots biológicos», volviendo a la concepción original que le había dado Karel Čapek al término «robot».
La película Avatar (2009), dirigida por James Cameron, es la más taquillera de la historia (al menos, de momento) pero nadie la clasificaría como una película de robots, cuando hasta el propio título hace referencia a ello: «avatar», cuyo significado es «encarnación de un dios». En Avatar, los humanos eran capaces de realizar una conexión neuronal con los cuerpos creados en el laboratorio que se corresponde a la morfología de la raza alienígena que habita el planeta Pandora. En cierta manera Avatar entronca con la primera obra de ciencia ficción de la historia, escrita por una pionera Mary Shelley (1797-1851), que proponía en su novela la creación de forma artificial de un nuevo ser a partir de agregar partes de varias personas.
La criatura de Frankenstein es uno de los personajes más icónicos de la ficción, cuyo impacto e influencia llega hasta nuestros días, y me parecía que podría chocar si de entrada lo consideraba el primer robot de la historia, que lo es, un poco más de un siglo antes de crearse el concepto de robot. Es indudable que ha sido reinterpretado y reinventado en numerosas ocasiones, y forma parte de la cultura popular. Un ejemplo es que en las últimas semanas hemos oído la expresión «gobierno Frankenstein», concepto que, curiosamente, ya se utilizaba a mediados del siglo XIX y aparecía también en titulares en la prensa con la misma intencionalidad: denostar a algo nuevo creado a partir de juntar componentes de diferentes orígenes. En ese sentido no somos muy originales, doscientos años después seguimos desconfiando de lo innovador y diferente simplemente por su origen, manifestando unos prejuicios que en realidad dan información de nuestras propias limitaciones.
Si la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) fue pionera en el concepto de crear una criatura artificial, también lo fue en retratar al científico como un moderno «Prometeo», reescribiendo el mito clásico, ya que, a diferencia del titán, el científico Víctor Frankenstein no es castigado por los dioses, sino por su propia creación. La obra de Shelley pasará a la historia por narrar la audacia de un científico de crear vida y la osadía de decidir sobre la destrucción de la misma como si de un dios se tratara. En cierta manera, plantaba el germen de los científicos cegados por una ambición desmedida y que se ha reflejado en la ficción en numerosas ocasiones.
-¿QUÉ IMPORTANCIA HAN TENIDO, EN EL CINE DE ROBOTS, ASIMOV Y SUS TRES LEYES DE LA ROBÓTICA?
Mary Shelley planteaba en 1818 que los seres creados se pueden volver incontrolables y, consecuentemente, la posibilidad de que se rebelen. En cambio, el escritor Isaac Asimov (1920-1992) planteaba en sus relatos cortos publicados durante la década de los años cuarenta que los robots eran seres creados por humanos que podían actuar directamente sobre su comportamiento y, por lo tanto, introduciendo la posibilidad de limitar la posibilidad de que pudiera hacer daño a un ser humano. Los dilemas de las propias leyes y las contradicciones de las evidencias (por ejemplo, cuando el único sospechoso de un asesinato es un robot), fue una fuente de inspiración para sus relatos cortos y sus novelas. Es, sin duda, el escritor con una mayor contribución a la robótica, y por varios motivos.
Asimov inventó la palabra «robótica» y cerebro «positrónico», y tuvo una gran influencia en la ficción, con adaptaciones de su obra en series de televisión y películas, o, directamente homenajeado sin citarlo, como el propio robot Robby de Planeta prohibido (1956), donde en más de una escena se alude a las leyes de la robótica de Asimov sin mencionarlas.
También hay que destacar que uno de sus personajes más importantes es la Dra. Susan Calvin, que apareció por primera vez en un relato corto publicado en 1941, y que más tarde se convirtió en un personaje recurrente y trascendente. La Dra. Calvin era especialista en «robopsicología», cuya función, básicamente, consistía en potenciar la antropomorfización robótica, es decir, conceder formas y cualidades humanas a un robot para que parezca cada vez más una persona, una especialidad de gran actualidad hoy en día. Una científica pionera en una tecnología tan sofisticada y con un papel muy destacado… y además en positivo (no es una «Bad doctor»).
-¿QUÉ IMPORTANCIA DAS A LOS ROBOTS DE STAR WARS Y A LOS DE BLADE RUNNER? ¿QUÉ SUPUSIERON EN SU MOMENTO Y QUÉ INFLUENCIA TUVIERON EN EL GÉNERO?
Los robots C-3PO y R2-D2 fueron los primeros que realmente eran personajes secundarios relevantes, y, con el tiempo, han sido los únicos que han aparecido en todas las películas de la saga Star Wars. Por primera vez en el cine les veíamos interactuar y hablar entre ellos con habilidades sociales similares a los humanos: tenían miedo, eran bromistas y sarcásticos, mostraban empatía y relación de amistad con sus seres queridos, todo ello muy difícil de conseguir con inteligencia artificial. Se anticiparon décadas a la realidad y consiguieron que nos preocupáramos en la sala de cine si les hacían daño… ¡«daño» a un robot!
En cambio, Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott, entronca con una versión más moderna del moderno Prometeo propuesto por Mary Shelley. En este caso se plantea directamente la idea de crear seres artificiales en el laboratorio directamente como adultos (robots biológicos, sin duda), que, genéticamente tienen sus capacidades aumentadas desde un punto de vista físico (son más fuertes, más rápidos, más resistentes). Ante el peligro que puedan revelarse, como si de la criatura de Frankenstein se tratara, deciden poner una fecha fija de caducidad de cuatro años para controlar el riesgo. El debate moral y ético que plantea es inconmensurable y, en cierta manera, nos está preparando para un futuro no muy lejano.
-¿QUÉ RELACIÓN TIENE EL LIBRO CON LA EXPOSICIÓN QUE COMISARIASTE EN EL SALÓN DEL CÓMIC DE 2011?
Pues tiene una gran relación, prácticamente se podría decir que fue el detonante de ocho años de investigación sobre el tema y de poder realizar varias exposiciones más y numerosos artículos y conferencias sobre el tema. Cuando en mayo de 2011, el entonces director del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, Carles Santamaría, me propuso comisariar una exposición sobre los robots en el cómic le contesté inmediatamente que no funcionaría, que el concepto de «robot» es el resultado de muchas disciplinas artísticas y que no tenía sentido pensar en un proyecto titulado «Los robots en el cómic», o «Robots de papel», por ejemplo. El título final fue «Robots en su tinta» que, por un lado, lo ligaba con los cómics (por el término «tinta»), y, por otro lado, hacía un paralelismo con el plato de cocina «arroz en su tinta» (que me sirvió de inspiración mientras lo comía en un restaurante), que evoca a un plato con un exquisito resultado partiendo de varios ingredientes muy diferentes entre sí y tratados cada uno de ellos de forma particular.
Han pasado siete años (se inauguró en la primavera de 2012), y todavía hay personas que me felicitan por aquella exposición. Se pudieron contemplar autómatas, robots industriales, de servicio y de investigación que ni tan solo hoy en día son fáciles de ver. Fue la exposición más grande realizada hasta aquella fecha en Europa sobre robots y, especialmente, sobre robots en la ficción, con un recorrido de los robots más destacados en la literatura, el cine y los cómics. Más tarde, el concepto expositivo ha sido más o menos repetido en muchas ocasiones en varios países. En Londres, en 2016, presumían de una exposición de robots utilizando en los pósters de publicidad la imagen de uno de los robots que expuse en 2012 en el salón del cómic, cuatro años antes. A veces no valoramos lo que tenemos hasta que no lo vemos fuera, hecho por otros.
Esa edición fue la primera vez que el salón superó los 100.000 visitantes (llego hasta 105.000, con los pasillos bloqueados en muchos momentos por la cantidad de gente que había), y me queda el recuerdo de ver la exposición abarrotada de gente continuamente durante los cuatro días. Tengo numerosas fotos con cientos de personas disfrutando de los trabajos de numerosos dibujantes que colaboraron con obras realizadas para la ocasión, y de las diferentes actividades organizadas en varios escenarios. El domingo por la tarde a última hora nos comimos un pastel gigante en forma de robot del que se hicieron 2000 raciones, con una gran cantidad de niños y niñas haciendo cola para comerse su trozo pertinente.
Hay que decir que todas las personas, empresas, organizaciones y universidades que colaboraron en la exposición lo hicieron todas de forma desinteresada. Recuerdo que teníamos un robot industrial de una tonelada dibujando sin parar los cuatro días, con colas enormes esperando a recibir un dibujo realizado por un robot. Llegamos a aumentar la velocidad del robot para poder atender a todos los que querían llevarse su dibujo. Insuperable. Inolvidable.
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En muchas ocasiones, en las charlas y entrevistas particularizo el discurso en función de lo que me piden, los robots se pueden explicar de muchas maneras. Si me preguntas en concreto por mis robots favoritos el primero de ellos, por fin, ya lo puedo mencionar, y es Visión, miembro de Los Vengadores en el universo de superhéroes de Marvel. Y digo por fin porque no ha aparecido en una película de imagen real hasta Vengadores: la era de Ultrón (2015), y esperamos con ansia la nueva serie anunciada en que será uno de los protagonistas. Llevaba cuarenta años leyendo cómics sobre Vision y me emocioné al verlo en pantalla grande, siempre me pareció el más «humano» de todos los superhéroes.
También me gustaría destacar la película Alita: Ángel de combate (2019), que creo que es una de las grandes producciones de este año. Basada en el manga homónimo de Yukito Kishiro, en mi libro la describo como un ejemplo de poshumana, una evolución de la raza humana capaz de integrar la parte biológica con una estructura artificial y conseguir una inmortalidad aparente, que en la película cifran en doscientos años.
Por un tema generacional, en los setenta me impresionaron los robots de Star Wars. Yo tenía once años y cuando salí del cine y quería saber construir todo lo que salía en la película: naves, robots, armas, vehículos, lo que fuera… y hacerlas de verdad, que funcionaran.
En los ochenta me impresionaron cuatro películas. 2001: Una odisea del espacio (1968), por el papel omnipresente del ordenador HAL en la nave, y de su reacción a la defensiva, para salvarse él mismo y la misión encomendada en secreto, en cierta manera HAL se convierte en humano cuando empieza a matar a humanos. Alien, el octavo pasajero (1979), por no darme cuenta que los robots pueden estar a nuestro lado sin que sepas que es en realidad un robot. Blade Runner (1982), la película que más veces he visto en el cine, que impresiona por su diseño artístico y perdura por su mensaje filosófico. Terminator (1984), no solamente por la historia o la producción, sino por el hecho de pasar miedo ante un robot que era implacable, que parecía indestructible, aparentemente, y que, una vez indicada una misión, nada lo pararía hasta conseguir llevarla a cabo.
En los noventa me impresionó muchísimo Matrix (1999), tanto por la estética audiovisual tan revolucionaria e innovadora, como por el papel de la tecnología. Me pareció de una gran modernidad plantear la posibilidad de cómo los humanos podemos acabar siendo la fuente de energía de los ordenadores del futuro.
Del siglo XXI me gustaría destacar la película Robo-G (2012), una película desconocida que no se ha llegado a estrenar ni distribuir y que pude ver en el Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Es una película que retrata las relaciones humanas en la sociedad de hoy en día y, en especial, el trato y respeto que otorgamos a nuestros mayores. Un actor jubilado es contratado para hacerse pasar por un robot en un concurso y el azar lo convierte en un héroe… en un héroe robótico, claro.
Por último, me gustaría destacar algunos robots que aparecen de forma muy sutil en muchas películas y que no tienen ninguna importancia en la trama pero que a mí me fascinan. Por ejemplo, en la magnífica serie The Americans (2013-2018), que cuenta las vicisitudes de espías soviéticos integrados en la sociedad americana en los años ochenta, vemos imágenes en las oficinas del FBI en las que aparece un robot automático que reparte el correo postal y los paquetes por el edificio, imagino que siguiendo un recorrido prefijado y con sensores para pararse en caso de encontrar un obstáculo. Otro ejemplo, en la película Mute (2018), dirigida por Duncan Jones, hay una escena en que se aprecia cómo se abre la ventana del comedor, entra un dron, deja un paquete de comida, se va, y se cierra de nuevo la ventana, sin que tenga nada que ver con la historia o lo que estaban haciendo los protagonistas en ese instante, que estaban al otro lado de la vivienda. Me parece una escena maravillosa, un detalle casi imperceptible y un ejemplo de un servicio que algún día tendremos.
Hablar de robots «ridículos» es complicado, porque hasta el más esperpéntico puede emocionarte, y las formas tienen una razón de ser aunque nos sorprenda su diseño final. Pero si me permites destacar uno solamente, podría justamente destacar al robot protagonista de una de las mejoras películas de robots: A. I. Inteligencia Artificial (2001), dirigida por Steven Spielberg. El actor Haley Joel Osment que interpretaba al niño robot adoptado y, posteriormente, abandonado, no pestañea en toda la película, tal y como le había pedido expresamente que hiciera el mismo Spielberg, favoreciendo esa sensación de criatura artificial. En cambio, a nivel científico, cuando diseñas un robot que quieres que tenga inteligencia emocional, la expresión de la cara en general y pestañear en particular, es fundamental, es lo primero que haces. Pero se lo perdonamos. Gran película.
-¿EN QUÉ PROYECTOS TRABAJAS AHORA? ¿EXPOSICIONES? ¿LIBROS?
Pues ya puedo anunciar que llevo dos años trabajando en una gran exposición sobre la robótica y la inteligencia artificial producida por el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) sito en Alcobendas. El equipo de comisarios lo formamos tres personas de diferentes especialidades, y hemos contado con un equipo técnico y artístico excelente en el diseño de la misma. Espero que se inaugure en los próximos meses, y se podrá visitar durante un año en la sede del Museo. Estaremos mucho tiempo, espero, hablando de robots.
Por otro lado, justo ahora estoy acabando mi siguiente libro, que tiene que ver con mi actividad de divulgación de la historieta. Llevo muchos años realizando charlas en escuelas, institutos, bibliotecas y diversos lugares en los que me encuentro con personas que no leen de forma habitual cómics ni tienen ningún tipo de conocimiento sobre su historia, características, autores u obras, así que estoy trabajando en un texto que, de forma sencilla y atractiva, les introduzca en este particular universo y les entren ganas de leer cualquier tipo de publicación gráfica, sin ningún tipo de prejuicio.