El destino trágico de Olga, musa y primera mujer de Picasso
- CaixaForum Madrid arranca una exposición sobre la influencia de esta bailarina rusa en la vida y obra de Picasso
Picasso y la bailarina Olga Khokhlova se conocieron en 1917 en Roma. Ella era una artista de élite de los vanguardistas Ballets Rusos de Diáguilev. Él ya descollaba en su genialidad creativa y colaboró en la escenografía de su danza Parade.
El flechazo fue inmediato: “Yo soy Olga Khokhlova, sobrina del zar”, cuentan que fue la contundente frase de presentación en los camerinos. Se casan y Olga se convierte en musa omnipresente e influencia decisiva en la obra de Pablo Picasso: la evolución artística y la relación sentimental corren paralelas.
Estuvieron juntos veinte años y las pinturas del malagueño recorren, primero, la fascinación por su primera mujer, después, la debacle amorosa. Olga transmuta en monstruo sin rostro en sus lienzos cuando el pintor, mujeriego irredento y poco considerado, le abandona por Marie-Thérèse Walter de 17 años y a la que había dejado embarazada.
El dolor será insuperable para la bailarina rusa que ya arrastraba una tragedia familiar en una vida llena de incógnitas. Despejar algunas de ellas, es una de las misiones de la exposición Olga Picasso que reúne en CaixaForum Madrid más de 300 obras entre pinturas, dibujos, fotografías y objetos personales. Resumen parte de la vida de la pareja y la huella artística del periodo en el que Picasso retrató a Khokhlova sin tregua.
La muestra aterriza en la capital tras su paso por París, Moscú y Málaga y cuenta con obras cedidas por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte.
De la melancolía a los celos
En sus primeras pinturas de corte neoclásico, el artista capta a su mujer introspectiva. Hierática. Melancólica. Siempre ausente con la mirada perdida en un reflejo del sufrimiento interno. La bailarina había abandonado Moscú antes de la Revolución de Octubre y su familia, perteneciente a la oligarquía militar rusa, cayó en la miseria más absoluta.
La situación desgarra a Khokhlova pero coincide con el ascenso social del matrimonio y el triunfo de Picasso en París, aupado por los influyentes contactos de su esposa entre los surrealistas franceses.
“Ella tiene todo para ser feliz, tiene una vida confortable junto a Picasso, es la madre del primer hijo, pero nunca podrá compartir esos momentos de alegría con su familia de la que solo recibía cartas en las que le contaban paso a paso una situación extrema de hambre y carencias”, señala Emilia Philippot, conservadora de Pinturas y Dibujos del Musée National Picasso-Paris y una de las comisarias de la muestra.
En uno de los baúles de la bailarina, que introduce la exposición al público, apareció esta abundante correspondencia familiar, que nunca mostró a nadie, y centenares de recuerdos de sus años felices junto a Pablo Picasso.
La alegría del matrimonio culmina con el nacimiento de su hijo Paulo. Picasso está pletórico: retrata al niño en tiernas imágenes vestido de arlequín en un trasunto de sí mismo.
El pintor sublima a Khokhlova en sus óleos y dibujos como representación de la maternidad universal: aparece dando el biberon al bebé o acunándole. Aquí no hay rastro de tristeza. Es una etapa serena que deslizará hacia el tormento amoroso. El pintor inicia un romance con Marie-Thérèse Walter y el rostro de su mujer comienza a difuminarse en sus obras.
El malagueño pinta a Olga como una criatura violenta de dientes puntiagudos. Un ser consumido por los celos en obras ubicadas de lleno en el surrealismo [Ver imagen que encabeza la noticia]
En la pieza maestra Gran desnudo en sillón rojo (1929), el cuerpo femenino es tan solo dolor, y dos años más tarde, el óleo El beso se asemeja a una relación caníbal.
“Esas pinturas explican la distancia y ese vínculo ambiguo que tiene con su esposa, son pulsiones contradictorias que él trasciende a través de su arte. Se pinta a sí mismo como Minotauro, uno de sus alter ego, y se considera prisionero de la relación. Crea toda una mitología personal relacionada con sus temas mediterráneos y su turbulenta relación con las mujeres. Abundan las pinturas de corridas de toros o de la crucifixión como enfrentamiento entre lo masculino y lo femenino, el amor y la muerte”, detalla Emilia Philippot.
Los cónyuges se separaron en 1935 aunque la pareja siguió casada hasta la muerte de Olga en 1955. La bailarina sufrió graves problemas psiquiátricos. Nunca superó la soledad por la traición de Picasso, que “mataba todo lo que amaba”, y al que escribió a diario hasta el fin de sus días.
Exposición Olga Picasso. Hasta el 22 de septiembre de 2019 en CaixaForum Madrid