Yolancris lleva su moda al olimpo de la alta costura
- Su colección se titula 'Todas las primaveras de un invierno'
- Las superposiciones de tejido y color marcan la propuesta
Suena el ‘Todo es de color’ de Lole y Manuel y empieza el desfile con un flamenco suave para acompañar ‘Todas las primaveras en un invierno’, la nueva colección de Yolacris. Un trabajo soberbio de costura brutalista que coquetea con el barroco, el art nouveau, el Arts & Crafts, el Op art y, a la vez, hace guiños a la libertad sesentera y al gipsy de los setenta. Se nota pasión en cada vestido, y también oficio.
“Me ha costado hacer color porque al ser una colección de invierno tiendo a los tonos oscuros. Pero se nos ocurrió hacer color y dejarlo por dentro, en el vestido, y el blanco y negro, que predominan, van en las prendas exteriores y en los complementos”, cuenta Yolanda Pérez, directora creativa de la firma española.
Los blancos tiñen los primeros vestidos, ideales para vestir los momentos de amor. Luego va entrando el negro y poco a poco va adquiriendo un especial protagonismo, a veces en detalles y otras con una fuerte presencia. Lo vemos en esos bordados y aplicaciones pero también en los tejidos como la piel que se trabaja para rebajar su intensidad. Es difícil, dice Yolanda, hacer una colección de invierno con las temperaturas tan altas que regala el verano. Sin embargo, los vestidos nacen, crecen, se desarrollan y florecen con todo su esplendor sobre la pasarela. Aquí no hay muerte, hay vida eterna.
Hay interesantes referencias y referentes en esta colección para el otoño e invierno de 2019. Yolanda Pérez, la directora creativa, recurre a la iconografía y las ilustraciones que Henry Clark y Aubrey Beardsley hicieron para Edgar Allan Poe y Hans Christian Andersen. Aquellos motivos, a veces inquietantes y otras muy sensuales, se bordan ahora sobre tejidos transparentes para hacer capas y chaquetas que luego se colocan sobre vestidos de muchos colores. Porque color hay, y mucho. Y es que se trata de una colección de matices provocados, de superposiciones caprichosas, de siluetas placenteras, y a veces palaciegas. Hay un erotismo latente que aprecia en un dibujo, en una silueta que esconde una curva o en otra que acaricia la piel, la del cuerpo.
Da gusto ver trabajar a la diseñadora jugando a encajar el rostro bordado de una mujer sobre una mancha de luz para lograr una superposición que resalte el dibujo y aporte profundidad y movimiento. El movimiento siempre está presente en Yolancris. Unas veces en la ligereza y sutilidad de los tejidos. Otras veces en las formas que se estampan o bordan, como los remolinos, espirales y rachas de viento que ahora se aplican, a veces en terciopelo, sobre las prendas. “Yo soy mucho de espirales porque me recuerda mucho a Barcelona, a ese movimiento orgánico de la naturaleza, a veces parecen una enredadera".
Yves Saint Laurent es otra de las referencias, sobre todo por las colecciones rusas de 1976 y las revisiones de la cultura marroquí. Por eso vemos exquisitas faldas que destacan por su riqueza, tanto en el tejido y el color como en el volumen y la armonía, casi matemática, de su corte. Piezas que combinan con blusas negras de formas orgánicas con flores y transparencias. “Esta vez no me he ido para nada a vestidos ceñidos, hay un cambio. Me he ido más a los años sesenta, a la línea trapecio. ¡Todo es más sutil!”, dice haciendo referencias a las formas, porque la intensidad estética es muy potente.
La alta costura es sinónimo de exclusividad y Yolancris potencian esta característica comprando una limitada cantidad de tejido. “Cuando se acaba no hay más, ya no se puede hacer el mismo vestido, ya no lo puedo repetir”. Toda la bandera de tejidos proviene de las casas más importantes. “Hay tejidos, como esta malla con flecos que solo los usamos Giorgio Armani y nosotras”, apunta Cristina, su hermana. Ambas forman un tándem perfecto ya que logran en equilibrio entre fantasía y trabajo, entre moda y empresa, entre sueño y realidad.
Su realidad pasa por ser una de las pocas firmas españolas con una enorme proyección internacional, con peso en la industria y con el apoyo de estrellas como la música como Rosalía y mujeres influyentes como María Pombo para la que han hecho sus dos vestidos de novia. Su sueño pasa por seguir en París, por reforzar el vínculo con la alta costura. Son una empresa global pero tienen modestia y se sonrojan, a estas alturas, con los piropos. “Tan solo somos una firma española que está en la alta costura”, dice Yolanda. "La alta costura es el olimpo de los dioses para todos los diseñadores y todos queremos estar", dice. "Pero tengo un dilema. ¿Hago piezas especiales o prendas más fáciles de llevar? Ten en cuenta que aquí hay compradores y hay que tener los pies en el suelo porque quieres venderlo".
Ella, a la hora de trabajar, no piensa en París. Piensa solo en la mujer. “Me cuesta hacer las colecciones porque me cuesta imaginar a quién te diriges. ¡Ojalá pudiera meter a una mujer en cada vestido!”. El ritmo de trabajo es grande y deja huella. “Ya llevamos seis colecciones y llego a julio un poco cansada. Pero me ayuda el entusiasmo y cada día me digo, ¡venga, ya, tira!”.
Ese entusiasmo se va impregnando al vestido con la elección del trozo de tela, con el movimiento de tijera, con cada puntada. Versos que riman, elegantemente, y forman poesía. La de la alta costura. Y la del Yolancris. Y la de ese oficio, volviendo al principio, por el que sienten pasión. Porque ellas trasmiten entusiasmo al vestido y luego es el vestido el que se lo trasmite a Yolanda. Ella dice que los vestidos le hablan. Seguro que lo hacen en verso.