La llegada a la Luna, un altavoz de propaganda en tiempos de la Guerra Fría
- Estados Unidos y la URSS utilizaron la carrera espacial como un escenario más de su rivalidad durante los 50 y 60
- Aunque los soviéticos lograron los primeros éxitos, la llegada del Apolo 11 a la Luna decantó la balanza
- Fotogalería con Lupa: 50 años de un pequeño paso para el hombre
La división del mundo en dos bloques tras la Segunda Guerra Mundial, comandados por Estados Unidos y la URSS, dio paso a lo largo de la década de los 50 a la llamada Guerra Fría, una confrontación que se dirimió en distintos terrenos -económico, político, cultural, social y militar- y que, en buena medida, espoleó la llegada del hombre a la Luna.
Aunque ni EE.UU. ni la URSS llegaron al enfrentamiento armado directo -lo que hubiera desencadenado una tercera guerra mundial, con el agravante de que ambas potencias manejaban armamento nuclear- sí se produjeron varios conflictos alentados por ambos bloques y que hicieron subir notablemente la tensión internacional en los 50 y los 60: Corea, Cuba o Vietnam fueron escenarios de esta confrontación.
En este contexto de Guerra Fría hay que enmarcar el avance de la carrera espacial, en la que ambas potencias se vieron inmersas desde mediados de los años 50. La propia rivalidad existente entre estadounidenses y soviéticos sirvió de acicate para el avance en este terreno, culminado por la llegada del hombre a la Luna en 1969.
A pesar de que fueron los estadounidenses quienes lograron la hazaña más importante de esta competición, lo cierto es que durante buena parte del inicio de la carrera espacial fue la URSS quien cosechó los principales éxitos.
Psicosis tras el Sputnik 1
Especialmente significativo fue el lanzamiento en octubre de 1957 del Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia. Aunque tenía el tamaño de una pelota de fútbol, el hecho de que un ingenio soviético fuera capaz de sobrevolar sobre las cabezas de los estadounidenses causó una verdadera psicósis en el país norteamericano.
Un mes después llegó desde el este de Europa un nuevo mazazo para la administración que dirigía Eisenhower: la puesta en órbita de la perra Laika, el primer ser vivo en ser lanzado al espacio. La perrita murió poco después del lanzamiento, aunque la propaganda soviética lo ocultó en aquel momento y el logro se apuntó en el marcador de la URSS.
Washington reaccionó de inmediato: en julio de 1958 Eisenhower fundó la NASA (la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio) y puso en marcha los dos primeros programas espaciales tripulados, Explorer y Gemini, con el objetivo de llevar al espacio a un ser humano.
Pero en esto también los soviéticos tomaron la delantera y, por sorpresa, el 12 de abril de 1961 el cosmonauta ruso Yuri Gagarin, a bordo de la nave Vostok 1, se llevó la gloria al realizar un viaje de 109 minutos alrededor de la Tierra.
El pesimismo cundió en EE.UU., a pesar de que 23 días después del vuelo de Gagarin el astronauta Alan Shepard realizó una hazaña similar a bordo del Mercury Redstone 3.
La promesa de JFK
Era necesario un golpe de efecto y este vino de la mano de John F. Kennedy: 12 de septiembre de 1962, el presidente de EE.UU. pronunció un discurso en la Rice University en el que asumía el compromiso de llevar astronautas a la Luna "antes de que termine esta década". JFK puso de este modo el cronómetro espacial en marcha, acelerando todo el proceso.
Este momento sirvió como punto de inflexión ya que, mientras Estados Unidos redobló sus esfuerzos y su inversión en la carrera lunar, la URSS empezó a afrontar cada vez mayores dificultades, a pesar de que el nuevo líder soviético, Leónidas Breznev, tenía la obsesión de conmemorar el 50 aniversario de la revolución rusa, en 1966, con la hazaña de llevar por primera vez a un hombre a la Luna.
De hecho, el ingeniero y artífice del programa espacial soviético, Serguéi Koroliov, diseñó el cohete N1 con esta finalidad. Pero su muerte en 1966 supuso un duro revés para los planes de Breznev, que tuvo que ver cómo su rival tomaba -esta vez sí- la delantera en la competición lunar.
Y eso a pesar de que el 27 de enero de 1967 los tres componentes de la tripulación del Apollo 1 -cuyo objetivo era alcanzar la Luna- murieron apenas un mes antes de la fecha prevista de lanzamiento por un incendio en cabina mientras realizaban una prueba. Pero la determinación de la administración norteamericana era firme y, con algunos ajustes, el programa Apolo siguió adelante, completando todos los pasos previstos hasta el alunizaje del módulo Eagle, con Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin a bordo, los dos primeros seres humanos en pisar la Luna.
Una nueva era de colaboración
Éste hito puso fin a la carrera, al menos en la forma en que se había desarrollado hasta entonces: Estados Unidos mantuvo su programa lunar y otras seis expediciones tripuladas viajaron hasta nuestro satélite, aunque el famoso Apolo 13 no pudo alunizar debido a problemas técnicos. El 17 de diciembre de 1972 el Apolo 17 se despedía de la Luna, a la que el ser humano no ha vuelto hasta la fecha.
Mientras, la URSS reorientó su programa espacial y se centró en en lanzamiento de las estaciones espaciales Saliut y Mir, olvidándose de la conquista lunar.
Lo más importante es que ambas potencias empezaron durante los años 70 a colaborar en materia de investigación espacial, lo que se tradujo en 1975 en el acoplamiento entre las naves Soyuz y Apolo. Se abría una nueva era en la que el espacio dejó de ser un campo de batalla para ser un punto de colaboración para la comunidad internacional.