Margaret Hamilton, la mujer que llevó al hombre a la Luna
- Matemática del MIT, diseñó el programa informático que permitió superar un error crítico minutos antes del alunizaje
- También acuñó el término “ingeniería de software”, pero el reconocimiento a su labor tardó demasiado tiempo en llegar
- Fotogalería con Lupa: 50 años de un pequeño paso para el hombre
Cuando el Apolo 11 tocó por primera vez la Luna hace cinco décadas tres nombres acapararon todo el protagonismo: Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin. Poco resonó entonces el de Margaret Hamilton, la científica computacional, matemática e ingeniera estadounidense que hizo posible el alunizaje en 1969 por haber diseñado el programa informático que controló el funcionamiento de todos los sistemas durante la misión espacial.
La trayectoria vital y profesional de Hamilton sirve hoy de inspiración para numerosas mujeres por haber destacado en un entorno completamente masculino y convertirse, a pesar de los obstáculos, en una de las figuras más relevantes en la historia de la NASA.
Nacida en 1936, inició sus estudios de Matemáticas en la Universidad de Michigan y se trasladó más tarde al Earlham College, donde se licenció en 1958. Su sueño era continuar sus estudios, pero tuvo que desviar la vista de su meta para trabajar como profesora de matemáticas y francés en un instituto y poder costear así la carrera de su marido en Harvard.
Luchadora y tenaz, la estadounidense pudo retomar su carrera años después. Estudió matemáticas abstractas en la Universidad de Brandeis y entró a trabajar con 24 años en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se involucró primero en diferentes proyectos dentro del departamento de Meteorología, hasta convertirse en directora de la división de ingeniería de software.
Su primer gran reto en la NASA
El primer proyecto de gran envergadura que recayó sobre Hamilton fue el desarrollo de un programa de emergencia para abortar una misión espacial, al que bautizaron como Forget it (en español, "olvídalo").
En varias entrevistas con medios de comunicación, Hamilton explica que sus ideas y aportaciones a menudo provocaban la risa entre los hombres que la rodeaban, como ocurrió cuando empezó a utilizar el término “ingeniería de software”, que ahora da nombre a toda una disciplina informática.
Por sus conocimientos en programación -en parte aprendidos de manera autodidacta- y su incuestionable valía, Hamilton entró en la unidad del MIT que, en aquel momento, trabajaba en el Programa Apolo.
"Vi un anuncio en el periódico del MIT que pedía ingenieros de sistemas y software para enviar hombres a la Luna. Y pensé que era una buena idea enviar a unos cuantos que conocía bien lejos... La verdad es que me quedé con ganas de enviar unos cuantos más", bromeó Hamilton en una entrevista ofrecida a La Vanguardia el pasado año.
Ideó el software que logró el alunizaje del ser humano
Como directora de programación del ordenador de vuelo del Apolo, Hamilton llegó a dirigir a cientos de programadores. Fue un proyecto de gran responsabilidad al que dedicó gran esfuerzo y que resultaba dificil de conciliar con su papel de madre. En ocasiones, tenía que acudir al trabajo acompañada por su hija de cuatro años.
El software que diseñó para la NASA marcó un antes y un después en la historia de la informática, ya que era capaz de distinguir qué tareas eran importantes y cuáles no, toda una revolución en aquel momento.
Además, el programa permitía realizar cálculos durante la misión y contaba con un sistema de detección de errores capaz de avisar a los astronautas en caso de que se produjese un hecho inesperado, como el que precisamente tuvo lugar el 20 de julio de 1969.
Ese día, cuando faltaban pocos minutos para que el Apolo aterrizara sobre la superficie lunar, de pronto saltó una alarma en el ordenador con el código 1202. El astronauta Neil Armstrong, a los mandos del módulo de alunizaje, transmitió el error al centro de operaciones en Houston, pero debían decidir en cuestión de segundos si abortar o aterrizar.
Steve Bales, oficial de guiado, hojeó un manual que contenía el glosario de los programas y detectó que eso significaba que el ordenador contenía un exceso de datos. Entonces llamó mediante la línea interna a Jack Garman, otro de los ingenieros de software que trabajaron en la misión, para que pudiera decirle qué significaba exactamente la alarma y valorase si debían abortar el aterrizaje.
Garman había hecho un listado con todas las alarmas que podían saltar en el ordenador y reconoció inmediatamente que la 1202 solo advertía de que el procesador estaba limpiando la lista de tareas que eran poco prioritarias para destinar todos los recursos a las funciones de descenso.
El reconocimiento llegó más tarde
Sin la ayuda de ese ordenador de abordo, difícilmente el Apolo 11 hubiese aterrizado con éxito en la Luna, pero el reconocimiento oficial a la labor de Hamilton, que trabajó en otras muchas misiones de Apolo, no llegó hasta pasado un tiempo.
En 2003 la NASA le concedió el Exceptional Space Act Award, un galardón que premia a grandes contribuciones científicas y técnicas y que está dotado con 37.200 dólares.
El otro gran homenaje llegó en 2016, cuando la matemática recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, entregada por el expresidente de los Estados Unidos Barack Obama.
La historia de Hamilton, que llegó a fundar su propia empresa, sirve de inspiración para numerosas mujeres que, como ella, decidieron dedicar su vida a la informática, un campo en el que la presencia femenina continúa siendo escasa.
Las "calculistas" de la NASA
La aportación de la estadounidense al proyecto Apolo evidencia que el mérito de la llegada del ser humano a la Luna no solo es atribuible a los hombres. Lo que sucede es que, durante años, las pocas mujeres que participaron en la carrera espacial permanecieran en el anonimato.
Al éxito de la hazaña del 20 de julio de 1969 también contribuyó la matemática Katherine Johnson, quien calculó el momento preciso en el que la sonda debía abandonar la superficie lunar para que su trayectoria coincidiera con la órbita que describía el Columbia y pudiera acoplarse a él para volver a la Tierra.
Johnson, que pronto cumplirá 101 años, también calculó en 1959 la trayectoria del vuelo espacial de Alan Shepard, el primer estadounidense que viajó al espacio, y un año más tarde fue reclamada por la NASA para verificar los resultados de las computadoras electrónicas que calculaban la órbita alrededor de la Tierra del astronauta John Glenn.
Ella es una de las conocidas como "calculistas del Área Oeste", un grupo de mujeres afroamericanas que la NASA empezó a contratar en los años 40 -cuando aún era la NACA- y que protagonizaron el libro Figuras ocultas, de Margot Lee Shetterl, llevado al cine por Theodore Melfi en 2016.
La mujer pisará la Luna en 2024
Desde aquel Apolo 11, el ser humano ha pisado la Luna en cinco ocasiones más, pero a ninguna mujer se le ha dado la oportunidad hasta el momento de dejar su huella en ese satélite. La ocasión llegará previsiblemente en 2024.
Así lo ha anunciado este año la NASA, que enviará a una mujer a la Luna dentro de su proyecto Artemis (Artemisa), con el que también se retomarán las misiones tripuladas al satélite de la Tierra.
"Este programa va a permitir a una nueva generación de chicas jóvenes, como mi hija, que se vean reflejadas de tal manera que no lo harían de otra forma", señaló el administrador de la NASA, Jim Bridenstine, el pasado mes de mayo.
Ese día en el que la mujer llegue a la Luna será cuando se produzca un nuevo "gran salto para la humanidad". Y será gracias al impulso de todas las mujeres que años atrás han trabajado en alguna misión espacial, como Valentina Tereshkova, Sally Ride, Judith Resnik, Svetlana Savitskava, Dorothy Vaughan o Mae Jemison.