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Juventud

Día Internacional de la Juventud: ¿Hasta cuándo somos jóvenes?

  • La ONU solo considera jóvenes a aquellas personas con edades comprendidas entre los 10 y los 24 años
  • En España, solo un 20% de la población joven se ha emancipado

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¿Hasta cuándo somos jóvenes?

El 12 de agosto es la jornada en la que se celebra este festejo, después de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo recogiera por escrito en su Asamblea General del 17 de diciembre de 1999. El organismo considera a los jóvenes a aquellos ciudadanos con edades comprendidas entre los 10 y los 24 años. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó en 1986 una escala basándose en el criterio del libro La salud de los jóvenes: un desafío para la sociedad. Según este, la juventud va desde los 10 hasta los 30 años.

Los avances médicos, el aumento en la esperanza de vida y otros factores sociales han propiciado el debate no solo sobre la juventud, sino por la delimitación de los ciclos en la vida de una persona. Por ejemplo, hasta hace solo unas décadas, las personas que se jubilaban pasaban automáticamente a formar parte del sector de la “tercera edad”. Ahora no está tan claro.

Echando mano al diccionario

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, su primera acepción de “juventud” reza: “Período de la vida humana que precede inmediatamente a la madurez”. Pero, ¿se puede establecer una clara división a partir de una cifra, que marca el paso a la edad adulta?

Según un estudio realizado por Ipsos Global Advisor en 29 países, los españoles son los que menos ganas tienen de cumplir años. Solo un 15% corrobora este hecho, aunque en Hungría y Japón son menos optimistas (7% y 10% respectivamente). Eso sí: sí que somos optimistas a la hora de atrasar el inicio de la vejez, concretamente hasta los 74 años.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en su barómetro de marzo de 2018, los españoles consideran que un joven deja de serlo y se convierte en adulto cuando está cerca de los 27 años (el período más escogido fue el comprendido entre los 21 y los 30, respaldado por un 51,6%). ¿Y por qué? Las razones más escogidas fueron: “su forma de ser o de pensar” (30,4%), “la adquisición de responsabilidades, obligaciones y experiencia” (21,9%) y “su forma de vivir”, con un modesto 9,9%.

¿Cuáles son las regiones con más jóvenes?

Si hablamos de porcentajes, mientras que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, junto con Murcia, son las regiones más jóvenes (35,43%, 37,52% y 40,56% respectivamente), los habitantes del Principado de Asturias (48,28%), Castilla y León (47,24%) y País Vasco (45,45%) son los que registran edades más avanzadas.

Nuestro país cada vez vive más casos de despoblación. En marzo de 2019, miles de manifestantes, especialmente de Soria y Teruel, reclamaron al Gobierno en funciones de Pedro Sánchez medidas para paliar esta situación. Este, tras reunirse con los representantes cinco meses después, les ha propuesto descentralizar instituciones gubernamentales y moverlas a otras provincias para frenar esta tendencia.

Y si hablamos de otras partes del mundo, la situación se vuelve crítica. Según el libro The World Factbook, dependiente de la Agencia Central de Inteligencia americana (CIA), demuestra que mientras que el resto de continentes van enfilados hacia el envejecimiento, motivado por una drástica caída de los nacimientos y el aumento progresivo de la esperanza de vida y de los avances médicos, que ha propiciado que la población de más de 65 años engrose su volumen, África se ha convertido en el más joven.

Europa es la región más anciana, con 42 años, seguida de América del Norte (35), Oceanía (33) y América del Sur y Asia, ambos con 31 años. 12 años de diferencia con respecto a la zona africana, con 18 años. Si bien esta región cuenta con la mayor cantidad de menores mayores de 15 años (41%), los mayores de 65 años superan a los jóvenes (18%-16%) en la Unión Europea, y por el momento es un patrón que se va a prolongar en el tiempo.

¿A qué se enfrentan los jóvenes?

En primer lugar, en el caso de España, a unas altas tasas de paro. Desde el año 2009, tanto hombres como mujeres jóvenes han vivido de cerca la destrucción del empleo dentro de nuestro país. En el año 2018, cerca de 126.000 varones no contaban con trabajo, mientras que las cifras femeninas giraban en torno a los 121.000 puestos vacíos.

La caída también se reflejó en el resto de países europeos, aunque España continúa por debajo de los niveles medios. En 2008, la diferencia era de apenas un punto (37,2% frente a un 36%), pero en 2018 la distancia era de más de diez puntos (35,4% frente a un 21,7%).

Y relacionado con el empleo, en el último barómetro del CIS, del mes de junio, los españoles continúan muy preocupados por "los problemas de índole económica", desasosiego únicamente superado por el nerviosismo por la situación política actual. Los jóvenes también están pendientes, ya que si se evalúan los distintos tipos de contratos, siguen colmando los de formación y prácticas. Además, según Acción contra el Hambre, el 19% de los jóvenes que tiene trabajo está en riesgo de pobreza. Estos datos, corroborados por Eurostat. En 2016, los porcentajes eran similares.

¿Y qué ocurre con la vivienda? Solo el 20% de los jóvenes de entre 16 y 29 años está viviendo fuera de sus núcleos familiares, según datos del Observatorio de Emancipación, dependiente del Consejo de la Juventud. Llama la atención que son los hombres los que deciden vivir solos en un porcentaje más alto que las mujeres (23% frente al 10,4%).

A ello se le suma la cuestión del alquiler: solo en 5 años, el precio ha subido un 50%. Aunque las cifras son desiguales entre las comunidades autonómicas, la subida se achaca a una excesiva demanda y a una muy poca cantidad en la oferta. Y sí, los que más alquilan, con un claro 29,9 %, son personas de entre 30 y 44 años. Si bien es cierto que el 81,8% de los españoles prefiere comprar una vivienda en propiedad que vivir en alquiler (12,9%), quienes no lo hacen es porque "no tenía ingresos suficientes para comprar una vivienda" (45%) y otro 14,9% como una una "solución temporal hasta poder comprar".

Sobrecualificación laboral y abandono escolar

Según los datos recabados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, el 15,3% de los jóvenes de 15 a 29 años no trabaja ni estudia (los antes conocidos como “los ninis”. En 2018, el abandono temprano en la educación y la formación rozaba el 18%, acumulando años de caída desde que en 2008 se situara en el 31,7%. Por comunidades, llaman la atención dos, que se encuentran por debajo de la media europea de 2017 (10,6%) y del objetivo europeo 2020 (10%): País Vasco (6,9%) y Cantabria (9,8%).

¿Universidad o Formación Profesional?

Sin embargo, uno de los debates más candentes en los últimos años es el de si los jóvenes deberían decantarse por estudiar un grado en una la universidad o más bien apostar por un ciclo dentro de la Formación Profesional. Adecco, en su informe Infoempleo del año 2018, apuntaba a que esta última rama “acapara ya el 42,4% de la oferta de empleo en España, mientras que la Universitaria cae hasta el 38,5%”. Desde la compañía se muestran optimistas, pues aseguran que el 79% de las compañías tiene como previsión la contratación de más empleados.

Estos datos, que podrían alegrar a más de uno, tampoco ayudan. Las mayores frustraciones con las que se encuentran los jóvenes son estar sobrecualificados para los puestos a los que aspiran o ir pasando por distintos puestos de prácticas, donde hay casos en los que se ha pedido ya disponer de experiencia laboral, hasta llegar a una empresa que te ofrezca un contrato. De los 28 países de la Unión Europea España es, con diferencia, en el que los graduados desempeñaban sus tareas en puestos de baja cualificación (37%), alejada de la media de la zona (23%) y de otras regiones como Luxemburgo (3%). Son extractos del Informe CYD 2017, de la Fundación CYD (Conocimiento y Desarrollo).

Los recién graduados, con el objetivo de diferenciarse del resto, se embarcan en una permanente formación, ya sea dentro o fuera de nuestras fronteras, que hace que acaben más tarde sus estudios y que no encuentren un trabajo fijo hasta casi los 30 años. Desde que en 2006 se lanzara la modalidad de los másteres, en el ejercicio anterior se registraron más de 190.000 estudiantes, aunque no siempre ha mejorado su imagen, ni tampoco la obtención automática de un empleo.

El papel de las nuevas tecnologías

Hasta hace unos años, los jóvenes recibían una educación vertical: familiares, profesores o tutores impartían valores y enseñanzas que se transmitían generación tras generación. Ahora la situación ha cambiado: el acceso a Internet y a las nuevas fuentes de información ha cambiado las reglas a nivel educativo. Según el sondeo de opinión de la gente joven Jóvenes y Nuevas Tecnologías, impulsado por el Instituto de la Juventud, en 2012 los jóvenes accedían a Internet a los 15 años. No obstante, los principales usos cada vez que se conectaban eran para buscar información (82%), para las redes sociales (79,6%) y para consultar su correo electrónico (76,3%).

En 2017, los niños de 10 a 15 años hacían un uso cotidiano del ordenador y de Internet, superando el 88% en esa franja, según el CIS. Aunque sigue siendo una edad temprana, no es hasta los 12 años cuando se registra que disponen de un teléfono móvil propio, según apuntaron los encuestados. Estos datos explican que, un año más tarde, el escalafón más adulto, los jóvenes de 16 a 24 años, utilizara casi en un 100% Internet (98,7%) en los últimos tres meses.

¿Y qué opina la gente en la calle? (Ver vídeo)

A cualquier persona que se le pregunte, la gente se sigue considerando joven, "aunque sea en espíritu", aunque quienes lo son no sabrían decir exactamente por qué. Llama la atención que muy pocas personas coinciden con la franja marcada por la ONU, pues la mayoría está de acuerdo en afirmar que las generaciones no están tan segmentadas como hace años.

No obstante, aún queda un aspecto por resolver: la falta de confianza. Desde hace años, a la juventud se la ha revestido de un estigma que denota que son personas en las que no hay que confiar porque "no dan más que problemas". Al parecer, la animadversión es mutua: ni los jóvenes confían en los adultos ni los adultos en los jóvenes. En 2017, los jóvenes lo hacían poco (51,8%), pero los adultos no se quedaban atrás, con un 50,9%. Eso sí: el dato más contundente vino por parte de los más mayores, que aseguraban no confiar nada en ellos (un 15,5%).