Altamira, los interrogantes que perduran sobre la mayor colección de arte rupestre europeo
- Las investigaciones sobre Altamira no han cesado y en la actualidad el debate se sitúa en si sus pinturas son o no neandertales
- La exposición 'El arte de reproducir el arte. Pared, pigmento, píxel' puede verse de nuevo tras su cierre temporal
Desde el 21 de mayo, el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira reabrió la exposición El arte de reproducir el arte. Pared, pigmento, píxel. La muestra estuvo cerrada temporalmente, pero ahora vuelve para mostrar al público las diferentes técnicas desarrolladas para reproducir las manifestaciones rupestres que existen dentro de una de las cuevas más importantes del país. Una oportunidad para volver a acercarnos a una de las colecciones de arte pictórico más importantes de la Prehistoria y desentrañar todas las preguntas que siguen existiendo alrededor de la cavidad.
Según el portal del Ministerio de Cultura, durante el cierre temporal se pudo "recuperar la caverna tal y como la conocieron los artistas paleolíticos, recreando para ello las pinturas sobre el soporte con las mismas materias primas utilizadas en la Prehistoria”. Aunque el último descubrimiento sobre este lugar data de principios de año, cuando se encontraron tres nuevas manos grabadas en las paredes, las investigaciones sobre la cueva no han cesado, sino más bien al contrario.
¿Qué se conoce sobre Altamira?
Las cuevas de Altamira están situadas en Cantabria, cerca de Santillana del Mar, a 160 metros sobre el nivel del mar. Fueron descubiertas por Modesto Cubillas, un tejero asturiano, en 1868, aunque fue Marcelino Sanz de Sautuola el verdadero impulsor de estas cuevas, ya que tras su visita con Cubillas en 1875 reconoció líneas que, a simple vista, no parecían hechas por humanos.
Sautuola, tras la Exposición Universal de París, en la que se empapó del valor de algunos objetos prehistóricos, decidió dedicar su vida a Altamira, junto a su hija María. Y fue precisamente una visita con ella la que inició todo. Esperando encontrar viejas herramientas de sílex y restos humanos, se acabaron topando con las pinturas en las paredes y reconocieron en ellas los bosquejos que han atraído a miles de personas a la comunidad cántabra.
Cuando Sautuola acudió a los historiadores españoles y franceses con Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la Provincia de Santander (1880) no le tuvieron en cuenta y le acusaron de haber perpetrado un montaje. Humillado, murió triste y desolado (tal y como se narra en la película Altamira), y no fue hasta que se descubrieron más muestras de arte rupestre en otros puntos europeos que no se tuvo en cuenta el hallazgo. Uno de los más críticos con Sautuola, Émile de Cartailhac, publicó Les cavernes ornées de dessins. La grotte d'Altamira, Espagne. Mea Culpa d'un sceptique, como medio para exonerarse por no creer en el español.
El gran misterio: ¿Quiénes las pintaron?
En un primer momento se pensó que Altamira era obra de los hombre prediluvianos (si se toma como referencia la Biblia, unos 4.000 años atrás). No obstante, las pinturas más antiguas tienen unos 38.000 años, coincidiendo con la irrupción del homo sapiens en Europa (42.000-40.000 años), mientras que las más recientes datan de unos 10.000-12.000 años.
En un artículo publicado por la revista Journal Archaeological Science se revela que la cueva estuvo habitada desde hacía más de 35.000 años hasta que hace unos 15.000 un derrumbe cerró el acceso. Quedó aislada hasta su descubrimiento en el siglo XIX. Además, se estima que el lugar podría haberse convertido en un santuario hace 20.000 años, puesto que “alguno de los signos encontrados en Altamira son más antiguos de lo que se pensaba”, como se desprende de esa investigación.
De hecho, sobre las fechas existe un debate en la actualidad. En concreto, hay teorías que apuntan a que las pinturas más antiguas tienen origen neandertal. La razón reside en que los bocetos encontrados en Cantabria y en otros puntos como Cartagena son anteriores a la llegada del homo sapiens a Europa. Por tanto, podríamos haber aprendido el salto cognitivo (la configuración en la mente y la posterior ejecución en una superficie) de otra especie. No obstante, aún no hay ninguna conclusión al respecto. Estas especulaciones llegan tras el uso de uranio y torio para datar las representaciones de La Pasiega (Cantabria), Maltravieso (Extremadura) y Doña Trinidad o Ardales (Andalucía).
En un estudio relacionado, publicado en Science Advances, otros expertos informaban de la existencia de conchas marinas teñidas y decoradas en las cuevas. Por tanto, ya en aquella época dotaban de valor a elementos decorativos, una señal equívoca de un lenguaje compartido entre la comunidad. Además, estas valvas son de épocas anteriores a la aparición de los humanos modernos en la región (115.000-120.000 años), lo que reafirma la idea de la presencia neandertal.
¿Cómo se distribuye Altamira?
Dentro del Paleolítico Superior, Altamira está enmarcada entre la cultura solutrense (18.000 años) y la magdaleniense (16.500-14.000 años). De ese período, es una de las cavernas más pequeñas que hay en España: solo tiene 270 metros de longitud. Está dividida en tres espacios: una entrada principal y pequeñas ramificaciones hasta llegar a un pasillo largo y estrecho.
Sobre el vestíbulo, al estar más cerca de la salida, la luz natural lo cubre por completo. Allí hacían vida porque recibían la luz del Sol directa, lo que les permitía cocinar, fabricar armas y utensilios, etc. En algunas expediciones se encontraron objetos de uso diario y se cree que pudo estar habitado desde comienzos del Paleolítico Superior, lo que equivale hablar de 40.000 años atrás. Sobre las profundidades, en ellas no vivían las personas. Las pinturas de estas zonas son, según la teoría dominante, más místicas que el resto, que giran en torno a la caza y al día a día.
La principal atracción de Altamira es la gran Sala de los Polícromos. Calificado como “gran salón”, es la zona donde hay más pinturas. En ocasiones puntuales llegaba la luz del exterior a este lugar, aunque era un fenómeno que raras veces ocurría. En cuanto a sus dimensiones, se trata de una bóveda de 18 metros de largo por 9 de ancho. Entre las representaciones más destacadas se encuentran caballos, jabalíes, ciervos y bisontes; estos últimos son el principal reclamo. La estancia recibe su nombre de unas formas polícromas, en rojo y en negro, que se adaptan al terreno y a todas sus imperfecciones, consiguiendo una gran sensación de volumen.
La gruta cuenta con un total de 260 pinturas y grabados. Sobre el proceso artístico, primero esbozaban los bocetos con piedras afiladas para que se grabaran en la pared. A continuación, pintaban con las manos, los dedos, e incluso llegaron a usar huesos de ave huecos para que la pintura circulara por ellos. El material óleo consistía principalmente en el machaque de minerales, óxido y carbón, para juntarlo con agua o grasa animal, consiguiendo así distintas tonalidades. En el caso de que la zona no contara con la suficiente luz, iluminaban los pasillos con lámparas de tuétano; las fabricaban con la grasa extraída de los huesos de los animales.
La misión de la conservación
Fueron nombradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Previamente, en 1917, se abrieron al público por primera vez y el 25 de abril de 1924 fueron declaradas monumento nacional por decreto-ley. Aunque fueron un punto de referencia en el turismo nacional (llegaron a alcanzar los 270.000 visitantes por año), la cueva tuvo que cerrarse en varias ocasiones.
Durante la Reunión Internacional de Ciencias Pre y Protohistóricas en Santander, en 1970, se advirtió de que la acción humana dañaba considerablemente. Fue en 1976 cuando una comisión investigadora creada por la Dirección General de Bellas Artes reafirmó el deterioro y en 1977 se cerró por primera vez Altamira, hasta 1982. En ese año, si el número de visitantes oscilaba los 11.000, estos cayeron a los 8.500. La segunda ocasión en la que se cerró fue en 2002, cuando se descubrieron manchas en la Sala de los Polícromos.
Desde 2014 se pueden volver a visitar, pero solo en grupos de cinco personas y durante 37 minutos. Este “experimento” comenzó para evaluar el impacto de la presencia humana. Durante el recorrido, altamente vigilado, se supervisa la temperatura del aire (por lo general, entre los 13,5 y los 14,5º) y la roca, la humedad (cerca del 95% durante todo el año), la contaminación microbiológica y el dióxido de carbono, entre otros factores, tanto en el interior como en el exterior.
Ante el peligro de la pérdida del hallazgo paleolítico más importante se creó una réplica de Altamira, dotada con un presupuesto de 4.023 millones de pesetas (cerca de 24 millones de euros). La Neocueva, el proyecto del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, fue inaugurada en 2001. Se trata de un espacio de 620 metros cuadrados que reproduce la entrada y la Sala de los Polícromos. En el mundo existen otras tres reproducciones de Altamira: Museo Arqueológico Nacional de Madrid, en el Museo de la Técnica de Múnich (Alemania) y en el parque temático de Ise-Shima (Japón).