Rabiya, Hayat, Hortensia... 163 historias de desesperación a bordo del Open Arms
- Para la mayor parte de los rescatados, migrar era la única manera de ponerse a salvo
- Guerra y esclavitud forman parte de su realidad cotidiana en países como Ghana, Eritrea, Etiopía o Libia
- Especial: A bordo del Open Arms
El desembarco por orden judicial en el puerto de Lampedusa de los últimos 83 migrantes que seguían a bordo del barco de rescate Open Arms, después de 19 días agónicos, ha puesto fin a una crisis humanitaria y política que ha dejado en evidencia una vez más la falta de una política migratoria común europea.
[Especial: A bordo del Open Arms].
La embarcación humanitaria de la ONG española Open Arms ha rescatado en total a 163 personas procedentes de tres naufragios. Son 163 vidas con un denominador común: la desesperación.
Guerra, pobreza y esclavitud forman parte de la realidad cotidiana de los rescatados, que vienen de distintos países africanos, desde Ghana, Eritrea o Etiopía hasta Libia y Egipto. Para todos ellos, migrar era la única manera de ponerse a salvo. Estas son sus historias:
Rabiya: "En Libia he pasado dos años en prisión y allí me han pegado, maltratado y abusado”, contaba entre lágrimas Rabiya a TVE. Esta joven etíope fue rescatada junto con su marido y sus dos bebés gemelos. Según cuenta, huyen a Europa para encontrar un futuro mejor para los niños.
Hayat: Huyó de Sudán con sus tres hijas y su nieta hace un año. Incapaz de narrar lo vivido en Libia sin emocionarse, una de sus hijas, Safa contaba que han pasado en el centro de detención de Ben Walid nueve meses y que allí han tenido muchos problemas. "Hemos sufrido abusos sexuales y a mi hija le pegaron en la cabeza”, confesaba con pesar.
Godwin: Este nigeriano de 35 años sufrió la violencia del grupo terrorista Boko Haram. Consiguió escapar a Libia y allí no le esperaba un futuro mejor. “Trabajas en Libia y no te pagan. Ya te puedes sentir feliz si no te venden. Porque mientras te estoy hablando, en Libia todavía existe el comercio de esclavos”, denunciaba.
Issiaga: Este joven de de Guinea-Conakry fue rescatado con dos heridas de bala en los pies. Le pegaron dos tiros los guardias libios del centro de detención en el que lo tenían encerrado.
“Intenté migrar a Europa y de repente los guardacostas libios nos salvaron y nos metieron en el centro de detención. Ahí me dispararon dos balas en los pies”, relataba. Todos los migrantes y refugiados que son rescatados por los guardacostas libios acaban en centros de detención.
Hortensia: Tiene quemaduras de segundo y tercer grado en el glúteo y apenas puede levantarse. “Le rogaba a Dios que un barco nos salvara, porque ya no podía aguantar más. Cuando nos salvaron, fui al aseo y vi que el pantalón se me había pegado a la carne. Con la piel levantada, sólo puedo quedarme tumbada de lado. Me duele”, contaba a TVE.
Más aún que la quemadura, le duele lo que sufrió en Libia. “Trabajas, no te dejan salir, te maltratan, mi patrón quería violarme, pero gracias a Dios conseguí escaparme de allí”, confesaba Hortensia entre lágrimas. Fue él quien la roció con gasolina cuando ella huía.
Daniel: Este joven eritreo de 17 años huye de Libia, donde ha pasado un año y medio encerrado en sus centros de detención. "Nos tratan como animales, te pegan cada día, todos los días, para conseguir dinero. Te pegan cada jodido día, Dios mío, es increíble", contaba. "Libia es el lugar más peligroso para un hombre. Si me devolvéis allí, estoy muerto. Lo sé. Moriría pronto", añadía.
"Quiero un lugar seguro para mi alma. Solo eso. No pido nada más. Solo necesito eso: un lugar seguro", imploraba.
Buen estado de salud
Nada más desembarcar en Lampedusa, los migrantes fueron visitados por dos médicos del ambulatorio de la isla italiana, además de otros dos llegados desde Palermo, que no encontraron problemas de salud en ninguno de ellos. Después, fueron trasladados en autobuses al centro de acogida.
Para ellos se inicia una nueva vida marcada por la esperanza. Cinco países europeos -España, Francia, Alemania, Portugal y Luxemburgo- han ratificado su compromiso de repartírselos. Estas 163 personas vuelven a tener un futuro por delante.