Snowden llama en sus memorias a la protección de datos personales en internet
- El experto informático cuenta su historia como contratista de la NSA en Vigilancia Permanente, que sale a la venta en 23 países
- Snowden filtró datos a la prensa del masivo espionaje de Estados Unidos a sus propios ciudadanos
Del niño enganchado a la Nintendo al joven que escondía secretos de Inteligencia en un cubo de Rubik: la vida de Edward Snowden ha sido un juego que le ha obligado a huir de Estados Unidos, una aventura que mezcla en sus memorias con un llamamiento a "reclamar nuestros datos personales" en la era de Internet.
"Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Tardé casi treinta años en reconocer que había una diferencia, y cuando lo hice, me metí en algún que otro problemilla".
“Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. “
Así comienza Vigilancia Permanente (Permanent Record), un autorretrato del extécnico de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) que sale a la venta en 23 países, entre ellos EE.UU. en el pequeño sello Metropolitan; y en España, México, Colombia, Argentina, Brasil y Perú lo hace de la mano de Planeta.
Snowden pidió asilo en 27 países
A sus 36 años y desde su exilio en Moscú, donde lleva seis años, Snowden ha revelado que pidió asilo a 27 países, pero que el entonces vicepresidente, Joe Biden, boicoteó sus esfuerzos con amenazas diplomáticas, forzándole a quedarse en Rusia.
"Pedí asilo a 27 países diferentes, aliados de EE.UU. como Francia, Alemania, Noruega, sitios que sentía que el Gobierno y el pueblo estadounidense podían sentirse cómodos de que estuviera". "Y cada vez -prosiguió- que uno de esos países estaba cerca de abrirme sus puertas, en su ministerio de Exteriores sonaba un teléfono, y el entonces secretario de Estado, John Kerry, o el vicepresidente, Joe Biden, respondían al otro lado de la línea".
Después de revelar los programas de espionaje masivo de teléfonos e internet de la NSA en 2013, Snowden sigue siendo un héroe para unos y un traidor para otros. El estadounidense está amparado por un asilo temporal en Rusia para esquivar un juicio en EE.UU -que no sería justo, en su opinión-. Al contar su historia se defiende de las críticas, hace examen de conciencia y balance del impacto de sus revelaciones.
"La decisión de presentarme al público con pruebas de los delitos del Gobierno me resultó más fácil de tomar que la decisión, ésta, de ofrecer un relato de mi vida", asegura en el prefacio. Una vida que el cineasta Oliver Stone llevó a la gran pantalla en 2016.
"Capitalismo de vigilancia" contra la privacidad
Parte del libro es una carta de amor a los inicios de internet, un medio que le fascinaba pero que, afirma, acabó corrompiéndose por lo que define como el "capitalismo de vigilancia": los intentos del Gobierno y las empresas de "monetizar" la "conexión humana".
Esa deriva erosionó lo que Snowden considera un "derecho humano fundamental", la privacidad, que sigue tan amenazada ahora como cuando destapó los secretos de la NSA: "Ese declive no ha hecho más que continuar, mientras las democracias han retrocedido hacia un populismo autoritario", lamenta.
Con ocho años, empezó a manejar su primera computadora. "Desde que apareció, el ordenador y yo fuimos inseparables. Si antes ya me mostraba reacio a salir y darle patadas a un balón, ahora la sola idea de hacerlo pasó a parecerme ridícula", recuerda.
Los videojuegos de la Nintendo y otras consolas reforzaron su pasión por las pantallas y afilaron una mente tan afín a la tecnología que acabaría seduciendo a las agencias de inteligencia de EE.UU. a pesar de que Snowden nunca obtuvo un título universitario.
El cubo de Rubik
Pero fue un juego analógico, un rompecabezas del siglo XX, lo que acabó por convertirse en el talismán de Snowden y su aliado en la misión de sacar del país y entregar a la prensa 1,7 millones de archivos de la NSA: el cubo de Rubik.
Fue en ese puzzle cúbico donde el analista apoyaba, durante su etapa como contratista de la NSA en Hawái, la copia de la Constitución en la que se inspiró para decidir que el Gobierno violaba los derechos de los estadounidenses. Y fue entre sus rendijas donde escondía las tarjetas SD, usadas en cámaras fotográficas, en las que almacenaba los secretos de inteligencia, que viajaban dentro del cubo por su lugar de trabajo.
"Los guardas, y todo el mundo, me conocían en el Túnel como el niño del cubo de Rubik, porque iba siempre por los pasillos dándole vueltas a esos cuadrados (...) Se convirtió en mi tótem, en mi juguete espiritual y en un dispositivo de distracción", explica.
El rompecabezas permitió, también, que le identificaran en el lobby de un hotel de Hong Kong los periodistas a los que confiaría los datos, y unas semanas después tuvo que resistir la tentación de sacar el cubo para calmar los nervios en el vuelo que le llevaba a lo que creía que sería solo una escala en Rusia rumbo a Ecuador.
Amazon, Facebook y Google, triunvirato imperial
Desde lo que considera un "exilio" forzado en Rusia, Snowden ha visto una serie de cambios en los programas de vigilancia estadounidenses, pero los considera insuficientes ante el creciente poder sobre los individuos de un régimen virtual dominado por EE.UU. y el "triunvirato imperial" que forman Google, Facebook y Amazon.
"Ahora mismo, seas quien seas, estés donde estés, en términos corpóreos y físicos, te encuentras además por todas partes, estás en circulación (...). Nuestros datos deambulan a lo largo y a lo ancho", alerta. Aunque a Snowden le inspira "esperanza" la generación nacida después de 2000, su diagnóstico es pesimista y sus avisos, urgentes: "Si no actuamos ahora para reclamar nuestros datos, nuestros hijos quizá no tengan la capacidad de hacerlo", concluye.