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Así eran los denisovanos, los homínidos con los que convivieron los humanos modernos y los neandertales

  • Logran una reconstrucción de hasta 56 rasgos físicos de esta población humana aún muy desconocida
  • Científicos españoles participan en un novedoso método a partir del análisis genómino de la falange de un dedo meñique

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Reconstruyen el aspecto de los denisovanos a partir del ADN de un dedo meñique.
Reconstruyen el aspecto de los denisovanos a partir del ADN de un dedo meñique.

Hace unos 50.000 años, el ser humano moderno convivía con otros homínidos como los neandertales, de los que sabemos bastante gracias a sus numerosos fósiles encontrados en Europa y Asia, y los denisovanos, de los que apenas hay restos.

Estos últimos se descubrieron hace solo una década a partir del análisis de su ADN, contrariamente al resto de especies humanas identificadas gracias a sus fósiles. Los restos de denisovanos encontrados (una falange de dedo meñique, tres dientes y una mandíbula inferior) eran demasiado escasos como para proporcionar información sobre su apariencia.

Reconstruyen el aspecto de los denisovanos a partir del ADN de un meñique

 EFE

Sin embargo, un equipo internacional de científicos, que ha contado con la colaboración del grupo de Tomàs Marquès-Bonet, del lnstituto de Biología Evolutiva (IBE), centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y del CSIC, ha logrado reconstruir el aspecto que tenían los misteriosos denisovanos a partir de la punta de un hueso meñique.

El estudio, que publica este jueves la revista Cell, que ilustra su portada con la reproducción de la niña denisovana, proporciona por primera vez con un novedoso método de análisis genómico, una reconstrucción de hasta 56 rasgos físicos de esta población humana, a partir de los datos genéticos de los fósiles que pudieron pertenecer a una niña denisovana de unos 13 años y que fueron hallados en una cueva en Denisova, en la Siberia rusa.

Reconstrucción a partir del ADN

El novedoso método permite asociar cambios en la actividad de regulación genética en fósiles con cambios anatómicos entre grupos humanos para predecir su apariencia física.

Para ello, los investigadores emplearon información sobre el efecto de las enfermedades monogénicas (que afectan solo a un gen) en la anatomía de las poblaciones homínidas conocidas. La técnica ha permitido así predecir cuál era el aspecto de estos humanos solo analizando el ADN de un hueso meñique. Un retrato completo a partir de datos moleculares.

El misterio de los denisovanos

Para los autores del estudio, este trabajo es un ejemplo de cómo el conocimiento biomédico puede aplicarse a la evolución para ayudarnos a descifrar cómo eran nuestros ancestros, explica Tomàs Marquès-Bonet, director del IBE.

Pero entonces, ¿qué aspecto tenía esta misteriosa población? "En muchos rasgos se parecen a los neandertales, por ejemplo, en su frente inclinada, cara alargada y pelvis grande", explica David Gokhman, primer autor del estudio. "Sin embargo, otros rasgos resultan particularmente fascinantes, como su gran arco dental y su cráneo muy ancho, únicos entre los homínidos", apunta.

La huella de los denisovanos en un meñique

Hasta ahora, el análisis del ADN había revelado que los denisovanos se aparearon con los antepasados ​​de los humanos modernos que viven hoy en Australia, las islas del Pacífico, el este de Asia y el sudeste asiático. El ADN denisovano probablemente habría contribuido a la capacidad de los tibetanos para vivir en grandes altitudes, y a la capacidad de los inuits para vivir en regiones polares, al cruzarse con las poblaciones de estas regiones hace decenas de miles de años.

Ahora, este estudio abre una ventana para comprender cómo estos homínidos se adaptaron a su entorno y aporta información sobre los rasgos que son exclusivos de los humanos modernos y los que nos separan de esta otra población extinta.

"¿Podrían estos rasgos arrojar luz sobre su estilo de vida? ¿Podrían explicar cómo sobrevivieron los denisovanos en el frío extremo de Siberia? Todavía hay un largo camino por recorrer para responder estas preguntas, pero este artículo demuestra el poder de combinar datos biomédicos con estudios evolutivos", concluye Marquès-Bonet.