Calder y Picasso: el reto de "dibujar el espacio" a su manera
- Una exposición en el Museo Picasso de Málaga explora la mirada artística sobre el vacío de ambos genios
Alexander Calder (Lawton, Pensilvania, 1898-Nueva York, 1976) y Pablo Picasso (Málaga,1881-Mougins, Francia, 1973) se encontraron pocas veces en persona- tampoco es que fueran amigos-, pero es seguro que se miraron de reojo artístico con admiración mutua.
En 1931, cuando se conocieron, Picasso ya era una superestrella pero cuentan que se plantó muy temprano en una exposición de Calder, impresionado por sus radicales y etéreas esculturas de alambre.
El escultor avanzó un poco más en su atrevimiento. El cruce de caminos esencial entre ambos se fraguó en 1937. El pabellón de la República española en la Exposición Universal de París se convierte en un grito de auxilio durante la Guerra Civil. Y El Guernica de Picasso en su símbolo.
Alexander Calder quiso participar a toda costa en la denuncia y venció las reticencias del arquitecto Jose Lluís Sert, que había diseñado el pabellón. Le envió la escultura Fuente de Mercurio que representaba la lucha contra la represión fascista de los mineros de los yacimientos de cinabrio de Almadén (Ciudad Real).
La “fuente” acabó expuesta junto a El Guernica, y el de Pensilvania se convirtió en el único extranjero en participar mano a mano con artistas como Miró, Julio González o el propio Picasso.
Una conversación pendiente
De alguna forma el escultor norteamericano y el pintor malagueño- coetáneos y cachorros provenientes de familias de creadores- estaban condenados a reencontrarse.
Esta conversación pendiente-y muy cordial- ha cuajado en una gran exposición en el Museo Picasso de Málaga (MPN) en coproducción con el Musée National Picasso de París y cuenta con más de 100 obras.
Han sido los nietos de Calder y Picasso, Alexander S. C. Rower y Bernard Ruiz-Picasso, los que han rastreado la veta de semejanzas hasta alcanzar el núcleo esencial: la exploración del vacío a través de la mirada rupturista de sus célebres parientes.
Los dos maestros moldearon la nada a su manera: el norteamericano inventó la escultura en movimiento con sus icónicos Móviles (paradójicamente fagocitados por la industria del juguete del bebé a la que dedicó parte de su carrera); los suspendió en el aire y los dejó girar hasta el final de su vida.
Pablo Picasso se consagró a autorretratos de volúmenes introspectivos: borra el espacio entre autor y sujeto con la conciencia de la muerte-una de sus obsesiones-como trasfondo.
Dos autores con nervio creativo tan dispar se unen como inevitable pareja de baile. Una muestra consagrada a la “levedad, que huye de la monumentalidad. Que es de quitar más que de poner”, explica a RTVE.es el director artístico del Museo Picasso de Málaga y co-comisario, José Lebrero.
“Las grandes personalidades artísticas nos hacen pensar en la cosmología en la que coinciden y esta es la de ‘dibujar en el aire’. La de configurar espacios, territorios y paisajes”, añade Lebrero que apunta que ambos genios, ya de niños, realizaban “esculturitas” recortables en una simiente creativa de la que se avecinaba.
Un “plegar el espacio” desde la sencillez que cuaja en piezas adultas como las maquetas de esculturas transparentes que parió Picasso dedicadas a su íntimo amigo Apollinaire, Le poeté Assesiné, “hechas de nada como la poesía y la gloria”, y que pueden disfrutarse en Málaga.
Y de nuevo la coincidencia: ambos se confunden en las geometrías, se intercambian los papeles: Calder se torna pegado a tierra; Pablo Picasso casi toca el surrealismo.
“Nos recuerdan que con la manos se pueden hacer cosas extraordinarias. No solo con pantallas. No necesitaban grandes máquinas, Calder tenía una sensibilidad más de ingeniero [era licenciado en ingeniería mecánica] y Picasso era un maestro con las manos y convertía hasta el material de desecho en algo único que emana poesía”.
Calder-Picasso en el Museo Picasso de Málaga hasta febrero de 2020