Greta y Eduard Fernández brillan con la relación tóxica entre una hija y su padre
- La hija de un ladrón, de la debutante Belén Funes se coloca como favorita a la Concha de Oro
La hija de un ladrón, la tercera película española a competición por la Concha de Oro, redondea la opinión mayoritaria de que lo mejor de la sección oficial viene de casa. Es, además, la obra de una debutante, Belén Funes (Barcelona, 1984), que filma un puñetazo de verdad con la historia de una madre joven y soltera, que lucha contra su dura condición social y contra el tóxico vínculo de un padre ausente.
Al sólido tono realista, se suman las interpretaciones de Greta y Eduard Fernández, hija y padre en la vida real, generosos al involucrarse en una trama dura. “Fueron todo ventajas porque aportan algo genuino”, explica la directora. El personaje de Sara dice en un momento que no puede librarse de su padre porque ‘lo lleva en la cara’. Aunque su relación sea completamente opuesta, el vínculo estaba ahí. Han sido muy profesionales porque se tenían que pegar e insultar”.
Funes sitúa a sus personajes en la periferia de Barcelona. Sara es una madre que vive en pisos de vive de manera itinerante en pisos que acogen a madres monoparentales, y que porfía por contratos temporales. “Nací en un pueblo a 10 minutos del cinturón metropolitano, en ese paisaje de autopistas y fábricas que muchas veces se trata de un modo que no me convence”, opina.
La hija de un ladrón remite tanto al cine de los hermanos Dardenne que tal vez es su único pero (si es que parecerse a unos maestros del cine contemporáneo pueda ser un problema). “Es verdad que son mi referente. El gorro que lleva en la primera secuencia es un homenaje a la primera secuencia de Rosetta (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 1999) ”, reconoce. “Como Rosetta, Sara busca la normalidad. Tener presente a otros cineastas me ayuda a no sentirme sola, es como regresar a casa”.
Como los Dardenne, Funes muestra un amor total hacia sus personajes. “A ella le admiro profundamente, me gustaría ser cómo ella porque es muy valiente, no tiene miedo, es determinada. Es la mujer que querría ser y no seré nunca. No podía hacer un retrato desde la pena, lo he hecho desde la fascinación”, señala.
La cineasta, que viene de esa fábrica de cine en primera persona que es la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya). “Me interesa contar la sociedad y una forma de empezar es hablar de la familia, que es un vínculo poderoso que no has elegido, donde vive lo mejor y lo peor, la ternura y la violencia”.
Y denuncia la infrarrepresentación de personajes femeninos auténticos. “Los números hablan por sí solos. Las chicas sirven para ser la novia del protagonista o su objeto de deseo. Aquí vamos al revés: es una mujer en el centro que va rompiendo con los hombres que tiene alrededor”.