Loewe se viste con una moderna capa de intelectualidad
- Jonathan Anderson, su director creativo, cuestiona los límites de las prendas
- Hay un interesante diálogo entre códigos del pasado y futuro, entre interior y exterior
Loewe es la única firma de lujo capaz de redefinir conceptos como modernidad, elegancia, vanguardia y moda. La casa española ha dado un salto tan importante que se aleja de la mediocridad que se ha instalado en las pasarelas. En su desfile (dentro del calendario de la semana de la moda de París) no hay estrellas mediáticas ni modelos del ayer. La pasarela pone en valor la colección y el trabajo de todo el equipo de Jonathan Anderson.
Resulta fascinante la facilidad que tiene la casa para conectar pasado con futuro, artesanía con tecnología. En su empeño por cambiar los códigos estéticos y sociales, el diseñador rejuvenece las prendas intercambiando sus códigos sociales.
Se aprecia, además, una mirada nueva a lo español desvinculando las formas de los significados. Los típicos volantes se convierten en godets que caen de las chaquetas y los bajos de los pantalones con un aire postmoderno, intelectual, conceptual. La silueta menina se revela ultramoderna porque Anderson reintepreta en tontillo español - utilizado sobre todo en el siglo XVIII- para obviar su carga historicista.
Un aroma etéreo y grácil recorre toda la colección, potenciado por las transparencias, a veces muy generosas pero siempre elegantes. Hay un interesante desarrollo del vínculo entre silueta y cuerpo, de tejido y piel. Una idea que se potencia con las prendas de aire lencero que se desprenden de su inherente intimidad para convertirse en foco de atención.
La contenida, pero contundente, paleta de color está al servicio de las prendas, que navegan en ese universo urbano y artístico tan característico de la casa. Resultan fantásticamente modernas las prendas de caracter artesanal realizadas con guipur, chantilly, macramé y encaje margarita. También las que llevan flecos, perlas y cuentas de madera - todo descontextualizado-, elementos que viajan del pasado pero sin esa pátina retro que se ha quedado pasada de moda.
La sastrería rompe con estereotipos y géneros y las mezclas suaves de tejido aportan una sofisticada versión de los vestidos camiseros. Destacan las prendas híbridas que se hacen con patrones de un trench y un vestido y la apuesta por el vestido blanco que se muestra diferente tras sufrir una metamorfosis radical.
Hablamos de una colección muy trabajada que sin embargo parece abrumadoramente sencilla. Una propuesta poética que rebaja la intensidad estética, y a veces dramática, que vemos en las firmas de moda para ofrecer un producto real y sumamente atractivo.