¿Llega el fin de los donantes anónimos de esperma y óvulos?
- Países como Portugal o Reino Unido ya no permiten donaciones anónimas
- El Comité de Bioética de España planea recomendar el fin del anonimato
- Conoce todos los puntos de vista sobre este debate en Informe Semanal
Silvia, de cuarenta años, y Lola, de nueve meses, juegan en un parque improvisado en el salón de su casa de Madrid. Madre e hija apuran las últimas horas de la mañana, antes de empezar el ritual de la comida y la siesta. Silvia todavía no ha decidido cuándo le contará a Lola que fue concebida por inseminación artificial. Lo que sí tiene claro es que el donante debería ser siempre anónimo porque “esa persona, lo único que quiere es donar, ya sea de forma altruista o por dinero, y olvidarse de responsabilidades".
A 600 kilómetros, en Vigo, María Dolores y su hijo Santiago, de cuatro años, reúnen los juguetes que el pequeño se llevará para amenizar su paseo matutino. Cuando María Dolores decidió ser madre, trabajaba como intérprete en Bruselas, un país que, como extranjera, le dio la posibilidad de elegir entre un donante de esperma anónimo o no anónimo. “Yo decidí no anónimo porque quería tener esa puerta abierta para que mi hijo después pueda decidir si quiere conocer al donante o no. Tampoco quiero generarle muchas expectativas porque solo tiene derecho a un contacto con el donante cuando tenga 18 años y para entonces, ese donante puede tener otra idea de la vida u otra familia”.
¿Qué dice la legislación española sobre el anonimato?
La legislación española garantiza la confidencialidad de la persona que dona, salvo dos excepciones: que la vida del niño esté en peligro o que se necesite conocer al donante en el contexto de un proceso penal. Aun así, las mujeres que se someten a tratamientos de inseminación artificial reciben cierta información. “Cuando pregunté por el donante –recuerda Silvia- lo que más me interesaba era que estuviera sano y me dijeron que no me preocupase porque ellos le habían hecho análisis a esa persona para comprobarlo”. El ginecólogo y Presidente de la Sociedad Española de Fertilidad, Luis Martínez, asegura: “El donante tiene una evaluación psicológica y genética adecuada, y sus enfermedades infecciosas son negativas. Esa información básica sí que podemos compartirla si se solicita”.
¿Qué ocurre en Europa y qué puede ocurrir en España?
En varios países de Europa, está prohibido hacer donaciones de espermatozoides y óvulos anónimas. Es el caso de Suecia, Holanda, Alemania o Reino Unido. Los lusos son los últimos que se han sumado a esta tendencia. El año pasado, en Portugal, una sentencia del Tribunal Constitucional tumbó los artículos de la Ley de Gestación Subrogada que hacían referencia al anonimato de los donantes.
Al otro lado están Francia, Bélgica, Italia o España, pero puede que esta situación no dure mucho tiempo. El Comité de Bioética de España basándose en “el derecho superior del menor a conocer su origen y, por tanto, una parte importante de su identidad”. La postura de la Sociedad Española de Fertilidad es totalmente opuesta: “La donación debe seguir siendo anónima porque llevamos 35 años haciéndolo así y nunca hemos tenido ningún problema –responde Luis Martínez– además, la mayoría de la mujeres y parejas que vienen aquí no quieren saber nada del donante. Pedimos que nos expliquen cómo se va a hacer esto. ¿A los 18 años las clínicas de reproducción asistida llamarán a los niños para explicarles quién es su donante?”.
El Presidente del Comité de Bioética de España, Federico de Montalvo, explica: “No se trata de mandar una carta al niño o que vaya un señor a su casa y le diga quién es su padre. Lo que se trata de hacer, igual que se hace en el campo de la adopción, es crear un sistema de acompañamiento y asesoramiento en el cual se valore en qué casos conocer o no conocer al donante satisface o no el mejor interés del menor”.
Posibles consecuencias de acabar con las donaciones anónimas
La Sociedad Española de Fertilidad teme que si el sistema deja de ser anónimo, el número de donantes caiga de forma considerable, igual que ha ocurrido en países como Bélgica o Reino Unido. Tanto es así que, hoy en día, mujeres de países donde la donación no es confidencial viajan a España para realizar sus tratamientos en clínicas privadas.
Luis Martínez advierte: “Si tienes menos donantes, vas a poder atender a menos pacientes. ¿Solución? Los pacientes tendrán que viajar a países que sigan manteniendo el anonimato. El que no pueda hacer ese dispendio económico tendrá que asumir que no podrá tener hijos o entrar en una lista de espera terriblemente larga”. Federico de Montalvo, partidario de acabar con la confidencialidad, apunta: “Si observamos nuestro entorno y vemos los cambios en Suecia o Reino Unido, el nivel de donantes se acaba recuperando. Lo que se comprueba es que el perfil del donante cambia y se convierte en uno de mayor edad y más solidario”.
El problema español para controlar el número de donaciones
En España, un donante puede tener un máximo de seis hijos vivos, pero no hay una forma de controlar el número de donaciones que hace cada persona. Para llevar ese control, se creó el Sistema de Información y Reproducción Humana, que todavía no se ha desarrollado y sigue en fase piloto. La consecuencia es que las clínicas de reproducción asistida tienen que fiarse de la buena fe del donante. El Presidente de la Sociedad Española de Fertilidad añade: “Si un donante da lugar a un niño que tiene algún tipo de problema, deberíamos saberlo todos y que en España ese esperma no se pudiera volver a utilizar. Llevamos pidiendo este registro 20 años”.
Miquel, que fue concebido por inseminación artificial hace 37 años, se queja de esta falta de control: “Eso me hace pensar que podría tener más hermanos por parte de padre y, aunque el donante no puede hacer más de seis donaciones, se puede ir a otra clínica o a otra Comunidad Autónoma porque no hay registro”.
Los padres de Miquel decidieron acudir a la inseminación artificial para esquivar una enfermedad neurodegenerativa presente en su familia. Él recibió la noticia en plena adolescencia: “He tenido un núcleo familiar estructurado donde ha habido amor, donde me he sentido querido y apoyado por mis padres, pero también siento que todo eso ha sido una parte y que hay otra que desconozco. Un pequeño interrogante que está orbitando y hace que no todo pueda ser tan nítido como me gustaría”.
La necesidad de Miquel de conocer esa otra mitad se ha agudizado desde que es padre y reconoce que, para llenar ese vacío identitario, no es imprescindible tener una relación personal con su donante: “Si yo pudiera escoger entre tomarme una cerveza con él, darle un abrazo o, simplemente, tener toda la información, creo que mi derecho es tener la información y el conocimiento”.
Miquel, Silvia y María Dolores tienen formas diferentes de entender lo que significa un donante. El debate está presente en las familias, pero también entre las instituciones implicadas. Un debate entre dos derechos: la intimidad del donante y la identidad del nacido.