El fantasma de la fotografía en la obra de los impresionistas
- Una exposición del Museo Thyssen analiza las similitudes del grupo impresionistas con la fotografía de la época
Una fotografía de 1895. Delante de un espejo, dos amigos: el pintor Pierre-Auguste Renoir y el poeta Stéphane Mallarmé. Bajo la imagen, un texto del poeta Paul Valéry describe: “Esta fotografía me la dio Degas, cuya cámara y fantasma se ven en el espejo”.
De otra presencia fantasmal, la de la fotografía en tiempos de los impresionistas, se ocupa la exposición 'Los impresionistas y la fotografía' que inaugura el Museo Thyssen de Madrid (del 15 de octubre al 26 de enero). La muestra traza los paralelismos y juega a adivinar influencias entre el grupo impresionistas y los pioneros fotográficos franceses del XIX.
Los impresionistas formaron parte de la primera generación de pintores que crecieron con la fotografía ya instaurada, los primeros ‘nativos fotográficos’. No reaccionaron contra ella y tampoco la abrazaron, simplemente formaba parte de su paisaje.
No la consideraban un arte (de hecho la fotografía no llegó a los museos hasta los años 50 del siglo XX) y nunca, en ninguna de las correspondencias cruzadas entre Monet, Renoir, Degas, Morisot, Manet, Sisley o Caillebotte, se menciona palabra alguna sobre la fotografía.
Pero hay tela que cortar: los fotógrafos franceses del siglo XIX tenían, básicamente, formación pictórica. Y se lanzaron a fotografiar paisajes con algo del espíritu de pintura plein air del que participaban los impresionistas.
“Lo que de verdad enseñan los fotógrafos a los impresionistas es a mirar de otra manera”, defiende la comisaria de la exposición, Paloma Alarcó. “Los impresionistas buscar una fórmula pictórica diferente para romper con todo lo anterior. Y una parte de esa nueva forma de mirar les viene de la fotografía: el fragmento, la instantaneidad, la bimensionalidad”, enumera.
Además de las –más familiares- obras impresionistas, la exposición es una oportunidad para descubrir la –no tal conocidas- obra de fotógrafos como Gustave Le Gray, Eugène Cuvelier, Henri Le Secq, Olympe Aguado, Charles Marville o Félix Nadar (en cuyo taller se celebró la primera exposición impresionista en 1874).
“En Francia hubo unos fotógrafos increíblemente buenos al principio de la fotografía. Con medios arcaicos, entraron en la fotografía como si fuera una nueva especialidad artística: se preocupaban de la excelencia de sus imágenes”, explica Alarcó. “Y por eso son tan buenos: sabían componer”.
El estado francés les encargó a muchos de ellos documentar edificios históricos. Lo que era una labor de archivo derivó en joyas fotográficas que tuvieron su influencia, por ejemplo en Monet y su serie de la catedral de Ruán.
Como fotógrafo, el único impresionista realmente atrevido fue Edgar Degas. Torturaba a sus modelos (a la sazón, amigos y familiares) con largas sesiones fotográficas en interiores. “Fue el que de vedad las hizo con intencionalidad artística, aunque bajo ningún concepto quiso ser un fotógrafo artista. También Bazille hizo fotografías muy temprano. Y Caillebotte. Monet las hizo en su jardín, de manera familiar”, concluye la comisaria.