'Parásitos', sátira salvaje y magistral de la lucha de clases
- Se estrena la película de Bong Joon-ho, ganadora de la Palma de Oro de Cannes
El ‘efecto goteo’ –teoría adoptada por el neoliberalismo- dice que cuanto más se favorezca a los estratos más ricos, mejor será para los pobres porque la riqueza que generan se va filtrando hacia abajo y, así, todos contentos. Y sátira salvaje de ese goteo es Parásitos, la película del surcoreano Bong Joon-ho premiada con la Palma de Oro en Cannes (por unanimidad, según el jurado) y favorita para el Oscar a mejor película extranjera: es decir, la película del año.
Una familia con todos sus miembros en paro vive en un semisótano. No tienen ni wifi, lo que en un país ultratecnológico como Corea del Sur equivale a ser unos absolutos parias. Cuando el avispado hijo logra un empleo como profesor de inglés para una adolescente de la alta sociedad, la familia planeará cómo introducirse en la casa para participar de la abundancia.
Parásitos es un título deliberadamente ambiguo: los pobres, más vivos, inteligentes y con una gran culpabilidad de clase, se introducen en la mansión gracias a que a los ricos, sencillamente, les importa poco o nada su existencia. Pero los ricos, dibujados como ingenuos, snobs, e inseguros, también se aprovechan y necesitan cubrir- no solo necesidades logísticas- sino vacíos emocionales ¿Quién parasita a quién?
En Parásitos, un chaparrón que cae durante la noche es un majestuoso espectáculo en el jardín de la impresionante vivienda de la alta sociedad, pero provoca el caos absoluto en los bajos fondos: no solo gotea riqueza desde arriba.
Bong Joon-ho se define en las entrevistas como un “cineasta de género”, pero siempre lleva la dinamita incorporada. Ya sea la inoperancia de la policía en Crónica de un asesino en serie o The mother, el acoso a los inadaptados en The host o -en la más cercana temáticamente a Parásitos- la lucha de clases de Snowpiercer.
No hay que buscar tampoco complejas lecturas políticas o sociológicas, Parásitos funciona porque es la muestra más rotunda del talento de Bong Joon-ho para llevar al extremo distintos tonos (comedia costumbrista, humor negrísimo, suspense, thriller, violencia) y que el conjunto salga intacto. Y tal vez el secreto sea que, pese a la sátira, proyecta amor hacia todos sus personajes.
Aunque sus películas estadounidenses sean estimables, Parásitos vuelve a demostrar que el cine de Bon Joon-ho –sobre todo su comedia- vuela más alto desde su país. Nadie encarna mejor su facilidad para el costumbrismo que Song Kang-Ho, su actor fetiche, que interpreta al menesteroso padre de familia, un personaje que -literalmente- no puede librarse del aroma a lumpen que desprende.
Parásitos es una muestra más de la maestría narrativa de Bong Joon-ho, uno de esos cineastas al que no se le puede discutir la intención de ningún plano. La Palma de Oro y los premios que están por llegar reconocen, ya definitivamente y al fin, a uno de los autores más importantes del siglo XXI.