'El hoyo', un milagro del fantástico español y una parábola del egoísmo
- Se estrena la premiada película de Galder Gaztelu-Urrutia, participada por RTVE
Dos hitos certifican la excepcionalidad del El hoyo. Logró el Premio del Público en la sección Midnight Madness del prestigioso Festival de Toronto y arrasó en el último Festival de Sitges, donde no ganaba una película española desde 1994.
Galder Gaztelu-Urrutia, un debutante en el largometraje pero con mucha experiencia publicitaria y dos cortometrajes, ha logrado una rara avis, por género y temática, del cine español: una suerte de thriller social que roza el terror y que convence a espectadores que jamás se acercarían al cine fantástico. “Es verdad que no tenemos haters”, bromea el director.
¿Pero qué es El hoyo? Ambientada en un (aparente) futuro indeterminado, Goreng (Iván Massagué), un joven de cierto idealismo, despierta junto a otro hombre (Zorion Eguileor) en una celda de seis por nueve metros muy particular: el centro es un hueco que se conecta con celdas del mismo tamaño igualmente habitadas por dos personas. Hacia arriba, hacia abajo, y hasta donde se pierde la vista.
Todos los días baja por el hueco una plataforma de comida, elaborada en unos fogones de alta cocina, que se detiene brevemente en cada piso. Para los del nivel 1 es un festín, a partir de cierta planta son sobras, y luego ya platos y vasos lamidos. Para colmo, cada mes sedan a los 'huéspedes' y les cambian de planta sin ningún patrón lógico para crear una especie de determinismo aleatorio.
¿Programa social? ¿Cárcel? ¿Purgatorio? ¿Utopía fallida? No hay explicaciones de entrada, solo hay que sobrevivir. Goreng, que se ha inscrito voluntariamente en el experimento sin saber a qué se jugaba, comprueba rápidamente que la única moneda de cambio es el egoísmo. Para cualquier habitante -de cualquier nivel- los que están abajo son basura y los de arriba, los culpables.
“La película aborda el gran problema de nuestra civilización: el reparto de la riqueza”, expone el director. “También habla de cómo nos despedazamos entre nosotros, sobre todo los que nos peleamos por las migajas”. Gaztelu-Urrutia subraya que su película no pretende “aleccionar ni adoctrinar, sino hacer muchas preguntas”. La más directa es simple: ¿qué harías tú en cada nivel?
“Da igual el sistema económico y político en el que pienses: es muy difícil que funcione por el egoísmo intrínseco de cada uno de nosotros”, dice Gaztelu-Urrutia con bastante derrotismo. "Por eso en la película, evidentemente, hay una crítica al capitalismo más liberal, pero también la hay al socialismo impuesto”.
Basada en una idea original del guionista David Desola (que luego coescribió junto a Pedro Rivero), El hoyo es una metáfora del mundo y sus habitantes ni saben por qué existen, ni cuál es su propósito. En la parábola de El hoyo, el altruismo es una quimera. Quizá el experimento busque el nacimiento de una ‘solidaridad espontánea’ o, tal vez, Goreng sea el héroe elegido para invertir la dinámica.
“Todos somos muy parecidos, hayas nacido en Nigeria, Madrid, Bilbao o Toronto. Primero hacemos lo que nos conviene, y luego armamos un argumentario para justificar lo que hacemos: religión, ideologías, etc. ”, opina Gaztelu-Urrutia.
La condición casi milagrosa de El hoyo no solo se debe a su original premisa hábilmente desarrollada, también era un desafío de producción: una ciencia-ficción que funciona en cada fotograma pese a lo ajustado del presupuesto.
Por su éxito festivalero internacional, el camino lógico para El hoyo sería un remake estadounidense. Pero Gaztelu-Urrutia avisa de que tras dos años de reescritura con los guionistas, y otros dos de preparación, rodaje y postproducción, mejor no contar con él. “Preferiría cambiar de aires. Cuatro años en ‘El hoyo’ han sido muchos".