Margarita Salas, la científica incansable que aprendió del gigante Severo Ochoa
- La muerte de Margarita Salas deja a la ciencia española sin uno de sus principales referentes
- La investigadora también será recordada como una gran defensora de los derechos de las mujeres
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La muerte de Margarita Salas deja a la ciencia española sin uno de sus principales referentes. La investigadora asturiana, bioquímica y pionera de la biología molecular, no solo ha sido una de las investigadoras más importantes de España, sino que también se convirtió en la primera mujer científica con un sillón de la Real Academia de la Lengua.
También será recordada como una gran defensora de los derechos de las mujeres, como un referente feminista, y sobre todo como un modelo para las niñas y jóvenes con vocación científica.
Si algo caracterizaba a Margarita Salas, además de su brillantez, era su tesón y capacidad de trabajo. A sus 80 años, todavía se encontraba en activo y acudía prácticamente a diario a su laboratorio en el Centro Nacional de Biología Molecular Severo Ochoa. "Para mí, la investigación es realmente una pasión; no podría concebir la vida sin ella", solía decir.
Su principal descubrimiento fue la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, que tiene una aplicación crucial en biotecnología: permite amplificar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable. Por ello se usa en medicina forense, oncología o arqueología, entre otras áreas. Esta tecnología ha sido además la patente más rentable del CSIC, desmontando una vez más esa idea trasnochada y rancia que tiende a identificar la investigación científica como una actividad deficitaria.
Influencia de Severo Ochoa
Nacida en la pequeña localidad asturiana de Canero en 1938, fue hija de una maestra de la República y de un padre defensor de la Institución Libre de Enseñanza, quienes hicieron todo lo posible por que tuviese las mismas oportunidades que sus hermanos.
El gran referente de Margarita Salas fue Severo Ochoa, ganador del Premio Nobel en 1959. Siendo muy joven, asistió a una conferencia del científico también asturiano (nacido a muy pocos kilómetros de donde nació ella) y quedó maravillada. Como manifestó en innumerables ocasiones, esa conferencia supuso uno de los momentos más importantes de su vida, puesto que a partir de entonces tuvo muy claro que quería dedicarse al campo de la bioquímica.
Licenciada en Ciencias Químicas y doctora en Bioquímica por la Universidad Complutense de Madrid, amplió estudios en la Universidad de Nueva York donde, entre 1964 y 1967, fue alumna de Severo Ochoa. Cuando comenzó su tesis doctoral en 1961, las mujeres no se dedicaban a la investigación pero Ochoa "siempre me trató como una persona, independientemente de que fuera mujer", explicó ella misma.
De regreso a España, con la ayuda de su marido, el también investigador Eladio Viñuela, puso en marcha un laboratorio en el que ambos compartieron trabajo hasta 1970 cuando él optó por el estudio del virus de la peste africana.
En 1967 Salas comenzó a estudiar el virus bacteriófago Phi29, hasta que en 1970 descubrió una proteína que se encarga de copiar el ADN -la ADN polimerasa-, capaz de producir copias genéticas de forma precisa desde rastros diminutos, como una gota de sangre. Este hallazo se convertiría en su mayor logro científico.
Una vida dedicada a la investigación y la docencia
Fue profesora de Genética Molecular en la Facultad de Químicas de la Complutense, dio clases en Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid y desde 1974 fue profesora de investigación del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, que dirigió hasta enero de 1994.
Además, fue académica de la Lengua, presidenta de la Sociedad Española de Bioquímica, al mismo tiempo que la cuarta mujer y primera española miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, entre otros muchos cargos.
Entre las innumerables distinciones que recibió a lo largo de su vida destacan: el Premio Carlos J. Finlay de la UNESCO (1991); el Premio de Investigación Rey Jaime I (1994); la Medalla Principado de Asturias (1997); el Premio México de Ciencia y Tecnología (1998); el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999); el Premio Unesco-L"Oréal para científicas (2000).
También recibió la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid (2002); la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (2003); la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio (2003); la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo (2005); y el Premio de la Fundación Mapfre a "Toda una vida profesional" (2009).
Los últimos premios fueron el Premio Clara Campoamor del Ayuntamiento de Madrid (2012), por su contribución a la igualdad de la mujer; el Premio a la Excelencia Química, del Consejo General de Colegios Oficiales de Químicos de España (2014); la Medalla Echegaray, la mayor distinción científica concedida por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2016); y el Premio Inventor Europeo 2019 de la Oficina Europea de Patentes en reconocimiento a su carrera.
"Una de las mayores científicas españolas del siglo XX"
Además, fue nombrada doctora Honoris Causa por una decena de universidades, y firmó más de 300 publicaciones científicas y tres patentes.
La científica, calificada por el CSIC como "una de las mayores científicas españolas del siglo XX", utilizó sistemáticamente su visibilidad pública para promover la investigación y fomentar la participación de las mujeres en la ciencia.