'Chalecos amarillos': el grito de la calle que torció el brazo a Macron cumple un año
- La subida del precio de los carburantes hizo que surgiese este movimiento el 17 de noviembre de 2018
- Han variado la política francesa y logrado objetivos tras unas manifestaciones masivas que se tornaron violentas
El 17 de noviembre de 2018 hubo un antes y un después en la historia reciente de Francia. La reivindicación de dos camioneros por la subida del precio de los carburantes a través de Facebook días antes supuso una movilización sin precedentes reconocida a nivel mundial como la de los 'chalecos amarillos'.
Un año después, este movimiento, cuyas protestas masivas se tornaron violentas, se ha debilitado, pero puede presumir de haber logrado virar la política francesa torciendo el brazo al presidente Emmanuel Macron en sus reivindicaciones sociales, como reducir impuestos y elevar el salario mínimo.
En las primeras manifestaciones fueron capaces de reunir en las calles de Francia a más de 282.000 personas en jornadas con más de 200 detenidos. Este sábado, en su aniversario, han provocado altercados en la capital gala en una protesta con escasa participación y pese a que el movimiento había convocado 140 manifestaciones en toso el país.
El nombre original en francés, Gilets Jaunes, fue acuñado por los manifestantes en referencia a los chalecos de este color que hay que llevar en los vehículos en caso de emergencia. Los activistas consideraron un símil muy apropiado y relacionado con el origen y urgencia de la protesta, el rechazo al aumento del precio de los carburantes.
Protestas violentas
Lo que en un primer momento era una protesta de un único día perduró en el tiempo hasta este fin de semana, cuando se ha producido la manifestación número 52 desde que comenzó la revuelta.
Muchas de las protestas protagonizadas por los 'chalecos amarillos' a lo largo de este año se tornaron violentas, dejando en la retina imágenes de las calles del centro de París con comercios destrozados, coches ardiendo, barricadas y fuertes enfrentamientos con los gendarmes.
Once personas han perdido la vida desde el comienzo de las protestas, se han contabilizado más de 11.400 heridos, muchos de ellos de extrema gravedad, en unas manifestaciones en las que no se han contabilizado el total de botes lacrimógenos ni pelotas de goma lanzados por la policía francesa.
Un total de 12.000 personas fueron arrestadas, y se han producido alrededor de 2.000 condenas, de las cuales un 40% de ellas llevan aparejadas penas de prisión. En el recuerdo quedan las imágenes de la multitud corriendo por la prícipal arteria de París, los Campos Elíseos -que se cerraron para evitar altercados-, barricadas ardiendo o multitud de gases lacrimógenos lanzadaos por parte de los cuerpos de seguridad. Destrozos que ocasionaron pérdidas millonarias.
El sector hotelero y de restauración ha cifrado unas pérdidas superiores a los 800 millones de euros. Hasta mayo las aseguradoras cifraban las pérdidas en 217 millones de euros.
Fractura social
Detrás del movimiento hay un grupo hetereogéneo de personas que nacieron con un interés común, no pagar un precio que consideraban excesivo y no ser las víctimas de la globalización. Pero también un demanda social como respuesta a quien gobierna para las élites francesas y no para el pueblo francés, que sufría la subida.
Clases medias y bajas fueron algunos de los que se consideraban más pejudicados. Los agricultores o transportistas, alejados de los mandamases del Elíseo, pusieron de manifiesto la fractura entre las grandes ciudades que apoyaban las medidas y penalizaban el uso del automóvil, frente a la Francia rural que depende de sus vehículos y siente como las grandes ciudades se desconectan de las zonas rurales y periféricas.
Un giro en la política de Macron
Con los índices más bajos de popularidad en la historia de un presidente francés y protestas callejeras que parecían no tener fin, Emmanuel Macron claudicó y eliminó el impuesto sobre los carburantes. Pero ya no era suficiente.
Las protestas continuaron, sobre todo en París, epicentro de las revueltas. Pocos días después, Macron, que quería voltear Francia, tuvo que anunciar un aumento del salario mínimo y una rebaja impositiva para apaciguar las protestas.
A principios de 2019, y con las manifestaciones lejos de remitir, el líder francés abogó por lo que denominó el "gran debate nacional", una medida que se prolongó hasta mediados de marzo con la que quiso dar voz a los ciudadanos para debatir hasta 30 temas para "transformar la ira en soluciones".
Reivindicaciones cumplidas
Un año después y con el giro en sus propuestas ha conseguido remontar sus índices de popularidad, mediante grandes inversiones económicas.
Francia se gastó casi 46 millones de euros en personal policial y el crecimiento económico ha perdido este año 0,1 un puntos, pero la realidad es que Macron ha invertido 17.000 millones de euros para aplacar las movilizaciones y amansar a los ciudadanos franceses.
Se ha suspendido la subida de los carburantes y se ha pospuesto el endurecimiento de las ITV a los diésel. Simultáneamente se ha elevado el salario mínimo en 100 euros y los jubilados han visto como también el gobierno retiraba la regulación sobre sus pensiones.
Las protestas de los manifestantes han surgido efecto y parece haber vuelto la calma a una sociedad francesa tras las medidas adoptadas por el gobierno y en la que cada vez los 'chalecos amarillos' tienen menos presencia y relajan sus pretensiones.