Mamadou, Hamid y Redwan: un pasado como MENA y un presente "como un español" más
- Tres jóvenes que fueron menores extranjeros no acompañados explican cómo es su vida ahora en España
- Tener estudios y un trabajo les permite ser independientes y poder seguir ayudando a sus familias en la distancia
Redwan, Hamid y Mamadou son tres jóvenes con un pasado y un presente en común: llegaron a España siendo menores extranjeros no acompañados y aprovecharon todas las oportunidades que tuvieron para aprender el idioma y formarse en un oficio que ahora, una vez alcanzada la mayoría de edad, les permite ser independientes y ayudar económicamente a sus familias en la distancia.
El camino hasta la integración no ha sido fácil, aseguran a RTVE, pero los tres hablan con orgullo de sus trabajos, de sus amistades y de los sueños que han podido cumplir en un país que cada día les resulta menos ajeno.
Sus historias contrastan con la imagen negativa asociada a los MENA, quienes sufren desde hace meses una criminalización injustificada, ya que los menores que delinquen representan solo un pequeño porcentaje de todo el colectivo.
Mamadou: "Ya me siento como un español"
Mamadou nació en Guinea-Conakri y llegó en una patera a Motril, en Granada. Tenía 16 años y las ideas muy claras: “Mi sueño era ayudar a mi familia. Igual que mucha gente yo prefería arriesgarme a morir fuera de mi país que morir allí porque todo lo que pasaba era horrible”.
Los primeros meses fueron duros porque no conocía a nadie, no hablaba español y en el centro de menores al que fue derivado sus compañeros solo hablaban árabe o inglés.
Con la ayuda de los educadores sociales de los centros de menores, explica Mamadou, aprendió español y lugo comenzó a hacer prácticas de cocina. Empezó como ayudante y ahora es cocinero en un restaurante de Granada en el que sus compañeros y sus jefes "están felices" con él.
"Ya me siento como un español", dice con una enorme sonrisa Mamadou, que se siente plenamente integrado en la sociedad.
“Hay que demostrar, para que la gente se entere, que un inmigrante también puede ser futbolista, médico, cantante o cocinero”, subraya el joven, que pide a quienes los rechazan por el hecho de ser extranjeros que piensen en lo que esa persona ha podido vivir "en su camino".
Para él, que se define como "un luchador", ya pasó lo peor, pero todavía sufre cuando piensa en su familia.
“A veces cuando hablo con mi madre me dan ganas de llorar y sé que ella siempre llora cuando habla conmigo, es muy duro. Tengo hermanos que no me conocen y hace ya más de siete años que no veo a mi familia. Ahora mismo me gustaría volver, pero no puedo”, confiesa.
Hamid: "Salí buscando mis derechos y ahora los tengo"
Su historia se parece bastante a la de Hamid, aunque este otro joven haya nacido en Marruecos. Ambos residen en la misma ciudad española y se atrevieron a poner en riesgo su vida para poder mejorar, en medida de lo posible, la situación de su familia.
“Abandonar mi tierra y mi familia fue difícil. Abandonas todo, pero tu alma también la dejas antes de meterte en la patera. Sabes que si pasas el Estrecho tu vida empezará de nuevo y quitas las cosas negativas de tu cabeza”, relata Hamid, que también tenía 16 años cuando dijo adiós a los suyos.
El joven explica que se sintió “aceptado” desde el mismo momento en el que se presentó por su propio pie en la comisaría de policía para contar su caso. Y, aunque la vida dentro de los centros de acogida de menores le resultó "difícil", porque había que convivir con otros cien niños o adolescentes, lo verdaderamente complicado, dice, es salir a la calle.
“El hambre te hace buscar todo. He aprendido el idioma en el mínimo tiempo posible. Conseguí tener mis papeles, estudiar, terminar los estudios que era uno de mis objetivos y buscar trabajo”, cuenta Hamid, cuyas palabras, que son las de un chico de 18 años, están repletas de madurez.
Con mucho orgullo explica que está trabajando “en pruebas” en un supermercado en el que tiene posibilidades de ser contratado. También cuenta que comparte piso con dos amigos españoles, que disfruta de su tiempo libre y que tiene mucha gente que le "ayuda y apoya".
"Yo salí de mi país por necesidades, buscando mis derechos y ahora los tengo", dice sonriendo.
Por eso lamenta que otros menores extranjeros que se encuentran solos en España “no aprovechen las pocas oportunidades que tienen” y critica la carga negativa asociada al término MENA.
“Quiero decir que todos no somos iguales (...) Me gustaría que toda la gente que cree que somos malos, que intenten acercarse a nosotros un poquito para que nos conozcan bien y sepan por qué abandonamos nuestra tierra. Que sientan de verdad lo que pasamos y lo que hemos pasado”, añade Hamid, que tiene una hermana recién nacida a la que aún no conoce y unas ganas infinitas de reencontrarse con toda su familia en Marruecos.
Redwan: "Vine con muchas ganas de trabajar"
Desde ese país africano también llegó a España hace siete años el tercer joven con el que ha hablado RTVE. Se llama Redwan, tiene 23 años y, aunque no conoce a Mamadou ni a Hamid, también vivió, como ellos, una adolescencia marcada por la soledad que ahora se ve compensada con una nueva etapa como adulto en la que no cabe el pesimismo.
“He estudiado de hostelería, hice un curso profesional de cocina durante dos años, luego hice uno de pastelería y otro de camarero. Vine con muchas ganas de trabajar”, cuenta Redwan, que llegó con 17 años a un centro de menores de Ceuta y ahora trabaja en un restaurante de Madrid que le permite, subraya, pagarse el alquiler y la comida.
Su sueño, revela, no es nada ambicioso: tener una casa, un coche, una familia y que a sus padres y sus hermanos “no les falte de nada”.
“He dejado atrás a toda mi familia, el único que ha salido de casa soy yo. En un futuro me gustaría volver, echo de menos a mi familia, pero voy a verlos de vez en cuando”, confiesa el joven, al que le gustaría poder montar algún negocio de hostelería en su país.
Mientras tanto, seguirá disfrutando de su trabajo, de su principal afición –el fútbol- y de todos los amigos que le ha regalado España.