Robert Guédiguian: "Los trabajadores ya no tienen fuerzas para combatir"
- En su nueva película, Gloria Mundi, retrata las dificultades de una familia obrera
- Se estrena este viernes, 29 de noviembre
Tras la estupenda La casa junto al mar (2018), el realizador francés Robert Guédiguian vuelve al cine más social y políticamente comprometido con Gloria Mundi, en donde retrata a una familia de clase obrera de Marsella y las tensiones que surgen entre ellos debido a sus problemas económicos. Una película que le valió a Ariane Ascaride el Premio a la Mejor Actriz en el último Festival de Cine de Venecia. Se estrena este viernes, 29 de noviembre.
“Es un retrato de la clase trabajadora francesa de la actualidad –nos comentaba el director en el reciente Festival de Cine de Sevilla-. Pero de trabajadores pobres que no llegan a fin de mes, que son la mayoría de la población francesa de la actualidad. Y que, como se ve en la película, han adoptado el discurso de los patrones, de los que explotan. Tanto que los trabajadores ya no tienen fuerzas para combatir, para rebelarse, para hacer una huelga… y piensan que el mundo actual no puede cambiar, que es así. Es un mundo donde predomina la fatalidad. Hay una resignación muy fuerte que me parece deplorable”.
Y es que, en sus anteriores películas los trabajadores se enfrentaban a los patronos; pero en esta, son los propios trabajadores los que se pelean entre sí. “Ya empecé a hablar sobre ese enfrentamiento entre trabajadores en Las nieves del Kilimanjaro (2011). Pero actualmente es peor; el capitalismo contemporáneo ha logrado crear una competición entre trabajadores".
Una familia con dificultades
La película cuenta la historia de una familia que se para celebrar el nacimiento de la pequeña Gloria. A pesar de esa feliz noticia, la madre y el padre del bebé están parados y viven tiempos difíciles, mientras que los tíos del bebé tienen una pequeña empresa que les va muy bien. Y los abuelos no tienen recursos para ayudalos. Esa situación desatará una serie de tensiones, entre ellos, que harán aflorar oscuros secretos familiares.
Y es que ya ni la familia es lo que era. “Durante mucho tiempo la familia fue nuestro último refugio –asegura Guédiguian-, pero hoy en día todo está marcado por el egoísmo y el individualismo, incluso las relaciones familiares. La película muestra cómo en esa familia, todas las relaciones, de amor, afecto, apoyo, se han visto afectadas por las relaciones comerciales que se construyen entre ellos, por el merchandising”.
Y la política tampoco ayuda mucho. “Los políticos se han colocado del lado del capitalismo -asegura el director-. Antes el Estado estaba al servicio de los grandes capitales, pero ahora esos capitales se han quedado también con el Estado. El mejor ejemplo lo tenemos en Estados Unidos donde directamente Donald Trump, un empresario, se ha hecho con el poder. Los patronos son el poder y la conexión entre el poder económico y político es total. Prácticamente se han fusionado. Por lo que es urgente volver a hacer política de verdad, y cuanto antes”.
Todavía hay esperanza
Pero Guédiguian asegura que todavía hay esperanza; una esperanza que, en la película, está representada por el nacimiento de ese bebe. “No hay cosa más bella que el nacimiento de un bebé. Ha sido la secuencia más difícil de rodar de la película, porque es una cosa excepcional. Da igual lo que digan de la película pero estoy muy orgulloso de lo que hemos conseguido con esa escena. Creo que mientras nazcan niños hay esperanza en un mundo mejor”.
En la película también se ve que la crisis viene de lejos y que, para algunos, nunca ha mejorado. "Los pobres están en crisis permanente. Flúctua según las relaciones entre los países, pero para los más pobres siempre hay crisis. Y la clase media casi ha desaparecido al convertirse en clase baja” -asegura-.
En esta familia todos tienen sus secretos y el egoísmo enturbia las relaciones entre ellos; incluso los abuelos, que parecen más normales. “El personaje de la madre, el que interpreta Ariadne, es bastante ambiguo –asegura Guédiguian-, es un poco racista cuando les dice a sus compañeros inmigrantes que vuelvan a la tribu. También es verdad que tiene atenuantes, porque lucha para que su hija y su nieta puedan salir adelante. Cuando conoces la difícil situación de los personajes, no es tan fácil juzgarlos”.
“Pero no quería mostrar un conflicto generacional -añade-. No enjuicio los valores de cada generación, porque la gente es producto de la época en la que vive. Yo crecí en una época en la que había esperanza, cosa que apenas tienen los jóvenes de ahora. No les juzgo por eso, porque soy consciente de que ellos tienen menos oportunidades. Creo que el trabajo de los intelectuales es juzgar la época y como la gente está influenciada por el momento en el que vive”.
Mientras la hija que ha sido madre tiene muchas dificultades económicas, el marido de la otra tiene una pequeña empresa que le va muy bien, pero no les ayuda. “Nos volvemos egoístas –asegura el director-. Cuando un joven de la actualidad escala un pequeño peldaño en la sociedad, apenas uno, ya se cree que ha alcanzado el cielo y no se da cuenta de su fragilidad. Está en la histeria de la escalada”.
“Es como una frase que dice Emmanuel Macron: “Estoy a la cabeza” –añade-. Macron Es el nuevo rostro de la burguesía francesa. Es joven, un poco progre, y es brillante… y hace las cosas que cree. Pero su política está al servicio del capitalismo internacional. Es un burgués y su política beneficia a los ricos. Y yo siempre he estado en el otro lado”.
Más que un equipo, una familia
Además de con su mujer, la mencionada Ariana Ascaride, Guédiguian vuelve a trabajar con su habitual grupo de actores (Gérard Meylan, Robinson Stévenin, Anaïs Demoustier, Jean-Pierre Darroussin, Lola Naymark, Grégoire Leprince-Ringuet…)
“Es una alegría y un placer. Disfrutamos enormemente –asegura-. Además, no fue una táctica deliberada sino una cosa que se ha creado de forma natural, con el tiempo. Incluso tenemos una compañía de teatro que actúa en teatro que se llama Marsella. Pero cuando trabajamos juntos pasamos tres meses sin separarnos y nos lo pasamos estupendamente. Es casi como si nos fuéramos de vacaciones para contar historias y compartirlas con el mundo”.
En cuanto a trabajar con su mujer, Guédiguian bromea asegurando que: “El plató es el único lugar donde me hace caso”.
Y, por supuesto, el escenario de la película vuelve a ser su Marsella natal. “Creo que puedes contar todas las historias del mundo en cualquier lugar. Podríamos rodar la misma película, sin cambiar ni una coma, en cualquier otro sitio. Rodar en Marsella para mí es una forma de ser universal, porque creo que el mundo y los grandes temas están en todas partes. Solo cambia el escenario y la luz, no el contenido ni las ideas de la película. Por lo menos en el mundo occidental”.
En cuanto a si el cine puede cambiar la sociedad, Guédiguian asegura que: “En parte. El cine funciona como una bandera. Una película, una novela, un cuadro, una canción… todo lo que es arte, puede cambiar el mundo. Digamos que el arte ayuda a fabricar el imaginario. El cine puede aportar ideas a esos movimientos sociales”.