"Flygskam", cuando volar en avión se convierte en un dilema ético
- La huella de carbono de la aviación puede llegar a ser hasta veinte veces superior a la del tren
- El futuro del sector aéreo pasa por una reducción de los gases contaminantes, aunque el cambio será lento
El auge de la aviación comercial ha revolucionado las comunicaciones y ha hecho el mundo más pequeño, pero volar se ha convertido para muchos en un dilema ético, debido a su impacto climático. Y si hay alguien que ha visibilizado este problema ha sido la activista Greta Thunberg, quien se niega a utilizar este medio de transporte.
En pocos lugares se han tomado este problema tan en serio como en Suecia, el país de Thunberg. Allí, se ha extendido un nuevo término, "flygskam", que significa "vergüenza de volar". Los suecos también han acuñado otra expresión que podría considerarse como su opuesta: "tagskryt" u "orgullo de viajar en tren".
La comparación no es gratuita. La huella de carbono de la aviación puede llegar a ser hasta veinte veces superior por kilómetro y pasajero a la del tren, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente.
Cada día, miles de aviones surcan los cielos de todo el planeta. Y esta cifra no hace más que crecer. El número de pasajeros aéreos en el mundo se ha triplicado desde 1990. El récord diario absoluto se batió el pasado 25 de julio, cuando se registraron 230.000 vuelos en 24 horas, según datos de la plataforma especializada FlightRadar24.
Un 2,5% de las emisiones totales
Los gases de efecto invernadero que emite el transporte aéreo en todo el planeta suponen un 2,5% de las emisiones totales, y esta cifra puede llegar a cuadruplicarse en 2050, como indica un estudio de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). Muchos factores explicarían este crecimiento desorbitado, entre ellos el auge de los vuelos baratos o el aumento de la demanda de gigantes emergentes como China o India.
Dejar de volar para luchar contra el calentamiento global se presenta como una opción viable, pero solo en parte. El mundo futuro va a tener que convivir con la aviación, y seguirá beneficiándose de sus grandes ventajas, pero la industria aeronáutica se verá obligada a reconvertirse y desarrollar motores menos contaminantes. Algo que además debería redundar en un mayor beneficio empresarial de las compañías. A la compañía le interesa consumir menos, y si sale un avión que consume menos, lo va a comprar, y eso el fabricante lo sabe".
Emisiones de CO2 y estelas de condensación
Fundamentalmente, los aviones contribuyen al calentamiento global de dos maneras. La primera, y más importante, es la combustión que se produce en las turbinas que propulsan a la aeronave, y que emiten CO2, el principal gas con efecto invernadero (además de expulsar otra serie de gases que son más tóxicos pero no tienen tanto efecto a nivel climático).
Además, cada avión lleva incorporada una APU (Unidad de Potencia Auxiliar), que es un pequeño motor que va en la cola y que se alimenta con el mismo combustible que las turbinas, pero que no genera propulsión, sino energía eléctrica, aire acondicionado o presión hidráulica. En menor medida, estos generadores también emiten CO2.
Y existe otro factor que no está relacionado directamente con la contaminación, pero que también es importante: las estelas de condensación. A pesar de que básicamente se trata de rastros de agua, se producen miles y miles cada día. Cuando se dan las condiciones atmosféricas adecuadas, a pesar de no contaminar en sí mismas, generan nubes artificiales que son capaces de alterar el impacto que tiene el sol sobre la tierra, colaborando al efecto invernadero.
Cambio tecnológico gradual
El futuro de la aviación comercial pasa obligatoriamente por una reducción de gases contaminantes, y ese descenso únicamente será posible con un cambio tecnológico gradual.
Hay que contar con que el cambio tecnológico que redunde en un menor impacto climático no será radical, sino progresivo. Los ciclos de vida en la aviación son muy largos, y las aeronaves que se están diseñando ahora y que surcan los cielos en la actualidad están concebidas para tener una vida útil de aproximadamente 25 años.