'El joven Ahmed': retrato del yihadista adolescente
- Se estrena la película de los hermanos Dardenne, premiada a la mejor dirección en Cannes
- Luc Dardenne: "El fanatismo es un fenómeno universal; ahora es musulmán, pero antes fue cristiano, católico, judío, comunista o nazi"
Persiguiendo a sus personajes obsesivamente con la cámara, y retratando con humanismo a las clases desfavorecidas del primer mundo, los hermanos Dardenne han construido una de las grandes filmografías del cine europeo.
Dos veces ganadores en Cannes (Rosetta y El niño), dicen estar interesados en un “cine del presente” y que los atentados de París y Bruselas les interpelaron a girar un poco su cine de clase y enfocar al fenómeno de la radicalización de los jóvenes islamistas en Bélgica.
El resultado es El joven Ahmed (premiada nuevamente en Cannes con la mejor dirección) en la que un joven de 13 años, completamente absorbido por el fanatismo, se enfrenta a cabezazos su entorno familiar y escolar. Luc Dardenne (su inseparable Jean-Pierre tuvo que anular su visita a Madrid) explica las claves.
PREGUNTA.: ¿Cómo fue el proceso de documentación sobre el fenómeno de la radicalización? ¿Tenías alguna idea preconcebida?
RESPUESTA.: Intentamos no tener prejuicios y hablamos con mucha gente: policías de proximidad, jueces, familias que se habían enfrentado a sus hijos o hermanos radicales. Pero nunca hablamos con jóvenes radicalizados. Y visitamos las granjas, centros de educación vespertinos para magrebíes en las que les dan clase de matemáticas y francés sobre todos. En Bruselas, entre el 30% y el 50% de la población es musulmana.
También nos documentamos por internet para ver cómo la juventud musulmana se comporta frente a imanes radicales. Existe una conciencia del pecado muy arraigada entre esos jóvenes, mucho más que hace 15 años. Es algo terrible. Es igual que lo que sucedía con la juventud católica hace 40, 50 0 60 años.
P.: Acostumbrados a tratar las diferencias de clase, en El joven Ahmed abordáis un fenómeno diferente. ¿Ha sido vuestra película más difícil de hacer?
R.: Fue la película más difícil porque no encontramos en la evolución del relato una forma de sacar a Ahmed de su radicalismo. Al principio pensábamos que podría ser con el amor, con la historia de la chica que le gusta, pero nos parecía romántico y novelesco. Preguntamos a un psiquiatra que trabaja con jóvenes radicales y nos explicó que, en un caso así, el chico radicalizado trataría que su amiga, incluso su madre, se radicalizara. Funciona al revés.
P.: Ahmed ya está radicalizado cuando empieza la película. ¿Por qué elegisteis contar así su historia?
R.: Ya había una decena de películas que habían rodado la radicalización. Intentamos mostrar al radicalizado como algo que se nos escapa, que no se entiende, que nos deja interrogándonos cuando salimos de la sala. Podemos pensar que es porque no tiene padre y el imán sustituye esta figura, pero no queremos dar explicaciones porque eso tranquiliza al espectador. Hay libros, documentales y trabajos periodísticos que lo explican. Queríamos estar en la noche de este chico. Chocar contra él. Desde el comienzo es como si la cámara no pudiera seguirle porque va muy deprisa.
P.: ¿Es la película también un intento de separar la asociación entre musulmanes y terrorismo?
R.: Ahmed es nuestro personaje, le queremos. No hemos hecho una película para condenarlo, no somos un tribunal. Pero estamos en sociedades que se polarizan: la subida del populismo quiere hacernos creer que inmigración y terrorismo es lo mismo, cuando no tienen nada que ver.
Cuando enseñamos la película y vienen alumnos musulmanes trato de explicarles que no se sientan señalados. El fanatismo es musulmán, pero antes fue cristiano, católico, judío, comunista, nazi. Es un fenómeno universal. Un chico me dijo: “ves el lado oscuro de los árabes y no el lado bueno”. Me cuesta 30 minutos o una hora explicar que también lo veo, pero que tienen que reconocer que tienen un lado oscuro, como nosotros. La clave es ser tolerante.
P.: ¿Es la integración el gran reto de la sociedad europea?
R.: Creo que sí. Es el gran reto. Que el inmigrante no se encierre en guetos debido al urbanismo y la división del territorio. Hay que buscar una forma de intercambio cultural, pero el gran problema es el mercado de trabajo, que no es como hace 50 años. Para la juventud, el vector de la integración es la escuela, que tiene que tener más profesores y mejor pagados.
También me parece –es mi opinión- que los jóvenes de Europa, sean europeos o inmigrantes, van a emigrar más. Por ejemplo, en Bélgica la gente joven se desplaza a Quebec. Y, al mismo tiempo, ves muchos españoles que vienen a Bélgica. Debido a las leyes laborales, cada vez seremos más inmigrantes. Siempre tendremos un lugar de origen, una nostalgia, pero vamos a movernos más. Nuestros hijos también.
P.: En vuestro cine ahoga, pero también reluce la esperanza.
R.: Siempre que la gente luche por una mayor justicia social, sigo teniendo esperanza. Creo que la mayoría de la gente no es cínica. Una parte sí lo es, la que vota populistas de derechas, y eso me desespera. Pero no hay que perder la esperanza.