Enlaces accesibilidad

La era de la desinformación: "WhatsApp o Telegram se han usado en operaciones militares para desmoralizar al enemigo"

  • El uso de las redes sociales crece al ritmo de los intentos de gobiernos y grupos políticos de usarlas para manipular las opiniones
  • Solo en 2019, la Universidad de Oxford ha detectado capañas masivas de desinformación y propaganda en 70 países

Por
Redes sociales y desinformación: más usuarios, más riesgos

Nuestro mundo está más que conectado, hiperconectado. Nunca como hoy los seres humanos tuvimos tanta información a nuestro alcance ni una tecnología tan asequible para intercambiarla. Pero bajo ese panorama utópico se esconden también amenazas reales y bien presentes para las democracias como la desinformación, el ciberpopulismo y el cibercontrol.

En los últimos tiempos ha crecido una amenaza de la que los ciudadanos de a pie tienen más difícil escapar: las fake news, los bulos de toda la vida, presentes no solo en el teléfono móvil vía redes sociales y sitios web, sino que han cobrado importancia creciente como arma estratégica en manos de las llamadas "cibertropas".

Aunque la propaganda y la manipulación informativa son tan antiguas como la guerra y la política, el desarrollo de las nuevas tecnologías, la democratización de internet y el 'Big Data' han amplificado sus capacidades y sus efectos hasta cotas difícilmente imaginables hace veinte años.

Las superpotencias de antaño son hoy ciberpotencias, y la propaganda ya no se difunde en panfletos o por las ondas, sino que se viraliza en las redes sociales. "Ya se han utilizado aplicaciones como WhatsApp o Telegram en operaciones militares", señala a RTVE el coronel Ángel Gómez de Ágreda, autor de Mundo Orwell: Manual de supervivencia para un mundo hiperconectado. "No exactamente como propaganda sino más como una forma de desinformación o para desmoralizar al enemigo", afirma.

También para desacreditarlo. Este año, China, por ejemplo, habría usado a sus cibertropas para atacar la imagen de los manifestantes de Hong Kong en Twitter (330 millones de usuarios).

70 países sufrieron campañas de desinformación en 2019

La desinformación busca difundir información deliberadamente falsa y generalmente emotiva creada para ser distribuida como arma política y generar relatos que creen discordia y fragmentación social. Ese arma sirve para que "agentes externos" intenten desestabilizar a Estados rivales, pero también la emplean líderes o partidos políticos en el ámbito doméstico para generar confusión, desviar la atención de otros problemas, polarizar y favorecer sus narrativas.

Según un informe de la Universidad de Oxford, en 2019 hubo campañas de desinformación en al menos 70 países -casi el doble que el año pasado, cuando fueron 40- y no todos son países con tintes políticos autoritarios. Con diferentes grados, técnicas, plataformas y periodicidad, en el informe aparecen Rusia, China o Venezuela, pero también democracias liberales consolidadas como Australia, Austria, Alemania, Grecia, España o Corea del Sur.

"En muchos regímenes autoritarios la propaganda computacional se ha convertido en un instrumento para el control de la información que se utiliza estratégicamente en combinación con la vigilancia, la censura, y amenazas de violencia", señala dicho informe. La estrategia más común de todas a nivel global es la creación de desinformación. Se empleó en 52 de los 70 países examinados. En la mayoría de los países analizados hay al menos un partido político o una agencia del Estado que utiliza las redes sociales para influir en la opinión pública nacional.

"Whatsapp y las otras aplicaciones de mensajería instantánea se han convertido en un elemento de comunicación personal imprescindible para la mayoría de nosotros. El problema es que se está empezando a utilizar por un alto porcentaje de personas para informarse en base a lo que les cuentan sus amigos ahí. Sin embargo, como son redes privadas y encriptadas resulta mucho más difícil que alguien pueda llegar a comprobar la veracidad de las noticias y se convierte en el vehículo ideal para los bulos", explica Gómez de Ágreda.

Grandes desinformadores de siempre y nuevos actores

¿Quién está detrás de estas campañas de desinformación? En parte, los mismos agentes de siempre. "Los actores poderosos en otros órdenes suelen serlo también en el ámbito cíber. No estamos hablando de mundos paralelos, sin conexión entre ellos", apunta el coronel Gómez de Ágreda. Por eso, añade, "Estados Unidos es la mayor potencia militar en el ciberespacio. Aunque tecnológicamente haya otros más pequeños con muy altas capacidades también. Respecto a la ciberpropaganda, se basa en buena parte en el dominio de las plataformas, en las redes sociales y en los motores de búsqueda, y ahí los Estados Unidos son también claramente dominantes".

Sin embargo, otros países han copado historias y titulares sobre su capacidad de injerencia y desinformación a través de las redes digitales. "Rusia está haciendo un uso muy imaginativo de los medios propios y de los “neutrales”, y otros países han creado sus propias plataformas para competir con los estadounidenses.

Tres de los alumnos aventajados de esa nueva disciplina de desinformación, populismo y cibercontrol son el ruso Vladímir Putin, el presidente filipino Rodrigo Duterte y el presidente indio Narenda Modi, líderes de países en vías de desarrollo y que gobiernan sobre el 20% de la población. Según múltiples investigaciones, los tres se sirven de arsenales digitales para controlar y manipular a la opinión pública, desacreditar a sus oponentes y dividir la sociedad mientras cultivan una imagen de hombres fuertes que impregnan el debate político con discursos nacionalistas.

Los tres son solo exponentes de unas técnicas que también han sabido explotar el presidente estadounidense Donald Trump, que ha hecho de Twitter su atalaya, o el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que privilegia WhatsApp.

Países, grupos organizados y partidos políticos

El tamaño y la organización de estos equipos de cibertropas varían, según muestra el informe de la Universidad de Oxford. En algunos países, basta un puñado de personas que manejan cientos de cuentas falsas. Otros los integran grandes equipos contratados por los gobiernos para moldear la opinión pública y difundir un determinado discurso. "El umbral de entrada en el club de las potencias cíber es mucho más asequible, hoy por hoy, que en el de la guerra convencional. Aquí, casi cualquiera puede suponer una gran amenaza", considera Gómez de Ágreda.

El caso ruso ha sido especialmente sensible en el último lustro, después del uso obvio de la desinformación en la guerra con Ucrania. Moscú dispone de un ejército de medios afines, agentes, piratas informáticos, bots y trolls que actúan en beneficio del Gobierno, según diversos estudios.

Al menos 20 países han atribuido a Rusia haber interferido en elecciones u otros asuntos internos, entre ellos Estados Unidos, el Reino Unido, Holanda o España en el caso de Cataluña. También la Unión Europea ha alertado de las campañas de desinformación rusas, mientras que la Universidad de Stanford señala además a Rusia por una supuesta injerencia en países africanos. Moscú niega todo y lo atribuye a la "rusofobia", si bien investigaciones judiciales y académicas, así como testimonios sobre la ciberestrategia rusa apuntan a lo contrario.

Todos estos países y actores políticos compiten en plataformas propias y ajenas y trabajan con un gran arsenal de recursos e imaginación, pero cuentan también con nuestra propia colaboración como difusores.

La lección que podemos extraer a nivel individual es que "cuanto más se sabe de nosotros, más vulnerables somos; y ahora hay herramientas y técnicas muy sofisticadas para hacernos transparentes", recuerda el coronel Gómez de Ágreda. "Tenemos que ser mucho más cautos con la información que damos y con la que recibimos en las pantallas".