Roy Andersson, el maestro del 'cine condensado'
- Sobre lo infinito obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Venecia
- RTVE.es entrevista al cineasta sueco por su sexta película
Original es un calificativo habitualmente hiperbólico para un cineasta. Salvo excepciones como Roy Andersson (Gotemburgo, 1943), el maestro sueco que encontró oro acudiendo a la pintura. Con solo seis películas e innumerables trabajos publicitarios, tiene un hueco en la historia del cine en el que solo habita él. Con Sobre lo infinito, estrenada ahora en España, logró el León de Plata al mejor director en el último Festival de Venecia.
Andersson vuelve a sus habituales estampas de planos de fijos hipertrabajados en los que se despliegan una amplia gama de comportamientos humanos, crueles en ocasiones, barnizados de humor absurdo a menudo, y con un enfoque humanista siempre. Andersson reconoce la inspiración Las mil y una noches y A hard rain it’s gonna fall de Bob Dylan en la estructura: una voz que anuncia siempre ‘he visto a…’.
“Sherezade contaba historias para que el rey no la matase porque siempre quería escuchar el siguiente cuento y así cientos de veces. Y me dije: voy a hacer una película tan interesante que nadie quiera que se acabe. Esa es la idea principal de la película”, dice Andersson en una entrevista para RTVE.es.
En su pintura viviente desfila desde un sacerdote que ha perdido la fe al que el su médico no quiere escuchar fuera de su horario laboral, hasta Hitler en sus últimos días del búnker. Si algún tema recorre Sobre lo infinito es la falta de empatía y compasión; y una mirada desde la vejez hacia atrás en busca del sentido de la vida. “Creo que es más interesante lo que le preocupa a la gente con experiencia en la vida”, admite. “Sí, son más tristes que los jóvenes. Por ejemplo: Ni Fellini ni Antonioni se ocupaban de personajes que tenían ya mucho vivido. Es también lo que prefiero hacer”.
Con risa sabia, Andersson se atreve hasta con el sentido de la vida: "Suelo decir que es vivir, ese es el sentido. Es tu destino en este planeta: sobrevivir varias décadas, ocho si es posible y, con suerte, hacer algo que interese a la gente".
Del realismo al cine abstracto
Una historia sueca de amor (1970), la primera película de Andersson, fue nominada al Oscar con su vivaz retrato de un romance adolescente, narrado con un estilo adolescente. Pero tras el fracaso de su siguiente película, se dedicó durante décadas a la publicidad depurando su estilo a planos fijos, normalmente humorísticos, que le convirtieron en una leyenda. Aunque la sombra solemne de Bergman es alargada, la huella de Andersson se puede rastrear en el humor de cineastas como Ruben Östlund, ganador de la Palma de Oro por The square.
“Empecé mi carrera con un estilo realista, inspirado especialmente por los directores checos como Milos Forman o Jiří Menzel, pero me cansé. Encontré que la pintura, y los pintores como Goya, me inspiraban más. Así que trate de hacer algo tan bueno como la pintura, no sé si lo he conseguido, pero lo he intentado”, dice entre risas el cineasta de 76 años.
¿Por qué considera superior ese estilo? “En la pintura tienes más control, no puedo volver al estilo de mu juventud. Me tengo que mantener en lo abstracto. Lo llamo cine condensado o cine purificado”, describe y señala que su sexta película es la mejor "porque es la más pura y limpia", aunque tratará de ser "todavía más preciso" en la séptima.