El diálogo entre Rodin y Giacometti: los inconformistas semejantes
- La Fundación Mapfre en Madrid presenta una exposición que resalta las coincidencias de ambos genios
Rodin y Giacometti. Dos genios de la escultura sin aparentemente nada en común, pero tan semejantes en sus técnicas que a través de un ejemplo máximo de gran arte salta a la vista la coincidencia.
Alberto Giacometti se inspiró en El hombre que camina de Auguste Rodin (1907) para recrear su célebre “caminante” que reinterpretó a su manera. Una de las piezas icónicas del siglo XX- y una de las esculturas más caras subastadas- que transparenta descarnada la fragilidad del ser humano con la que el suizo impactó en 1960.
“Rodin es el origen. Giacometti lo copia y llega a hacer el suyo propio. Los dos son hombres erguidos que se sostienen frente a la adversidad. Giacometti vive la barbarie después de la Segunda Guerra Mundial y está muy influido por el existencialismo, pero en su origen sí que mira a Rodin en ese hombre musculoso y fuerte que esculpió y que también representa el sostenimiento de la materia”, explica Nadia Arroyo, directora de Cultura de la Fundación Mapfre que en su sede de Madrid ha presentado una de las exposiciones del año.
Rodin-Giacometti (Hasta el 10 de mayo) sitúa obras maestras de los dos artistas frente a frente (incluidos los “caminantes”), en una conversación apasionante que disecciona las semejanzas-múltiples-entre ambos maestros o más bien la huella nítida de Rodin en Giacometti.
La muestra engloba 200 piezas, algunas nunca antes vistas en España, en una especie de crossover excepcional entre la Fundación Giacometti y el Museo Rodin de París. Y un primer impacto demoledor recibe al visitante: el yeso monumental de Auguste Rodin Los burgueses de Calais (1889). Un conjunto que le encargó el Ayuntamiento para conmemorar la gesta de unos ciudadanos en el asedio durante la Guerra de los Cien años.
El artista francés experimentó a lo grande. Esculpió las figuras una a una y las ensambló en un homenaje a la individualidad del héroe nunca antes vista, como guinda tuvo la osadía de situarlo sin pedestal a la altura de los ojos del público.
Fue un fracaso inicialmente (pasaron cinco años hasta que fue expuesta) pero también una revolución absoluta de la que bebió el suizo Giacometti, que enfocó en sus célebres grupos de figuras filiformes, a los que Genet denominó los “guardianes de los muertos”, la paradoja de la soledad del ser humano entre la masa.
Coincidencia máxima en el manejo del modelado
Separados por un siglo, ambos artistas nunca se conocieron aunque a su llegada en 1922 a París, Giacometti recibió clases de un discípulo de Rodin (fallecido cinco años atrás) pero al que había estudiado, admirado y copiado vía la biblioteca de su padre.
El viaje fue de ida y vuelta. El joven suizo se aleja del maestro, considerado como el padre de la escultura moderna en el siglo XIX, al valorarle como uno de los “últimos románticos” y paralelamente se aproxima a los cachorros del neocubismo.
Pero la semilla estaba plantada y el autor de Mujeres de Venecia retornó al interés por Auguste Rodin centrado en su obsesión por la figura humana que cada vez destila más pequeña (hay piezas del tamaño de un alfiler) en la expresión de la complejidad del alma.
La coincidencia máxima explota en el manejo del modelado: ambos pioneros amasan la arcilla casi de forma orgánica. Son visibles en las obras del suizo, en sus pétreos hombres sentados, las marcas de los dedos hundidos y de las uñas que arañan la materia. Y el inconformismo infinito en las series.
“Ambos buscan la verdad más absoluta. Eso lo hacen repitiendo una y otra vez los mismos temas y los mismo rostros desde distintos puntos de vista para intentar acercarse a ella y no encontrarla, porque no terminan y no dan por acabadas nunca las esculturas”, señala Nadia Arroyo Arce.
El uso creativo del “accidente” es otra de las grandes aportaciones del artista francés a la escultura moderna que heredó Alberto Giacometti: torsos masculinos a los que le faltan fragmentos o piezas fracturadas en los que la boca es una “raja” como en Cabeza de Diego (1934-1941) lo atestiguan. Arte incompleto de una extraña e inquietante belleza de la que se intuye carecerían si estuvieran intactos.
Los "recortes" y dibujos de Rodin en la Fundación Canal
El proceso creativo de Auguste Rodin sigue siendo protagonista en la capital. La Fundación Canal ha reunido casi un centenar de dibujos, recortes y esculturas en la exposición Rodin sobre el artista francés, que buscó con estos trabajos "captar el flujo vital" del ser humano.
La muestra, que estará hasta el próximo 3 de mayo, se divide en seis secciones. Desde las figuras sentadas hasta las arqueadas, pasando por retratos de parejas a través de ensamblajes de distintas figuras o bailarinas recortadas. También se incluyen sus figuras flotantes y obras de yeso cortado.
A lo largo del recorrido se puede observar el 'modus operandi' de trabajo del escultor francés del que prácticamente se desconocía esta faceta: primero transformaba un simple boceto en dibujo, lo perfeccionaba y lo convertía en un recortable. Lo aprendido en estos experimentos lo probaba ocasionalmente en sus esculturas.
"Tenía una relación muy peculiar con el espacio, dibujaba sin mirar el papel para seguir a sus modelos -le gustaba pedirles que circularan libremente por su estudio y que no posaran- y a veces se salía del trazo", ha señalado la directora del Museo Rodin, Catherine Chevillot y recoge Europa Press.