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La adicción entre rejas: así entra la droga en las cárceles españolas

  • Dos reclusos explican a RTVE cómo entra la droga en la cárcel: durante los permisos o vis a vis
  • Las sobredosis son la primera causa de muerte no natural en las prisiones españolas

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La drogadicción, un problema a combatir en las prisiones

Se abre la doble puerta de barrotes de la prisión de Huelva y al otro lado nos encontramos con José María y Jacobo. Son dos presos que comenzaron a consumir drogas siendo menores y cometieron varios delitos que les han llevado hasta este centro penitenciario. La adicción continuó entre rejas y ahora participan en un programa de desintoxicación del Ministerio del Interior que quiere prevenir la entrada de droga en las cárceles.

José María lleva más de tres décadas en prisión. No quiere hablar sobre los delitos que cometió y por los que fue condenado a 42 años. Define así su vida en prisión hasta hace relativamente poco: “Enganchado a la heroína y tirado por ahí”. Reconoce que en las prisiones se puede conseguir droga aunque cada vez es más complicado.

En la puerta de la prisión está “Turco”, un pastor belga especializado en detectar sustancias estupefacientes. Antes de pasar el escáner olfatea a todo el que va a entrar. Si detecta droga en los bolsillos o incluso dentro del organismo de una persona se sienta y con la nariz se lo indica al funcionario de la unidad canina. Es una medida que se ha puesto en marcha en seis prisiones y que en el caso de la de Burgos ha ayudado a disminuir en un 60% la entrada de sustancias como cannabis, la droga que más se incautó en las prisiones españolas, seguidas por las pastillas y la heroína, que ha experimentado un repunte. Más allá de la detección es un elemento disuasorio, asegura el funcionario de la unidad canina.

El director de la prisión onubense, Raúl Barba, también reconoce que en la cárcel entran estupefacientes. “Podríamos cerrar con candado las prisiones y no entraría droga pero incumpliríamos el mandato constitucional de inserción social”, explica a RTVE.

Las drogas, primera causa de muerte no natural en prisión

Las drogas son la primera causa de muerte no natural en las cárceles españolas. El año pasado murieron 53 presos por sobredosis, según datos provisionales de Instituciones Penitenciarias. La última, a falta de que la autopsia lo confirme, fue este mismo fin de semana en la prisión de Cáceres. Aún así, según el último informe del Consejo de Europa, nuestro país se encuentra entre los que tienen las tasas más bajas de mortalidad.

Paseamos con Jacobo por el patio de la Unidad Terapéutica Educativa. Es el sitio más amplio y abierto de este módulo en el que todos los internos tratan de dejar atrás su adicción a los estupefacientes. Jacobo fue condenado a diez años de cárcel por varios robos con violencia y ya ha cumplido la mitad. Empezó a mezclar tranquimacín y alcohol con quince años, nos cuenta. Le preguntamos cómo entra la droga en la cárcel y contesta rápidamente: “Al volver de un permiso o con las visitas de vis a vis analmente”. En cualquier caso, introduciéndolo dentro del cuerpo, asegura.

Según datos de Instituciones Penitenciarias el 20% de las muertes por sobredosis se producen tras un permiso o una visita. La zona de comunicaciones está llena de carteles para concienciar a reclusos y familiares con frases como “me mató la droga que me pasaste” o “tu próxima visita podría ser en el cementerio”.

Más de 2.000 internos en tratamiento

Más de 2.000 internos reciben tratamiento contra la drogadicción en el interior de las prisiones españolas.

Termina la hora del descanso y el patio se vacía. Los reclusos retoman sus clases de papiroflexia y costura. Son algunos de los cursos que imparten los profesionales de este módulo para que tengan una rutina y mantengan su mente alejada del consumo.

Les pedimos a José María y Jacobo una última reflexión: ¿Creen que cuando se abra la puerta de la prisión podrán evitar las drogas? Los dos responden lo mismo: “No lo sé”. Viven el presente, que es una lucha diaria contra la adicción en un lugar en el que están controlados por profesionales y donde no es tan fácil consumir como en la calle. Confían en ser capaces de seguir pidiendo ayuda cuando dejen atrás los barrotes de la doble puerta de la prisión de Huelva.