Sexo, rebeldía y poesía: la transgresión de los vampiros en el cine
- CaixaForum Madrid expone la evolución del mito vampírico
Muerto y vivo, sexual y aterrador, marginal y a veces aristócrata. La condición paradójica del vampiro explica su éxito: desde el siglo XIX, ningún personaje se ha ligado más a la modernidad como el vampiro, especialmente en el cine, el arte del siglo XX.
De la evolución del mito se encarga la exposición inaugurada en CaixaForum Madrid: una muestra que combina sus inagotables manifestaciones audiovisuales con sus ecos en la pintura, fotografía, moda o cómics a través de 362 piezas.
“El vampiro significa transgresión, ausencia de normas. La locura, la muerte o la sexualidad son temas universales que no desaparecerán. El fenómeno nunca llegará a su fin: solo será objeto de interpretación según la época”, explica Matthieu Orléan, comisario de una exposición que ya pudo verse en La Cinémathèque française de París.
La máscara del Nosferatu de Werner Herzog, vestidos de Eiko Ishioka para el Drácula de Francis Ford Coppola, o el traje del Lestat que Tom Cruise interpretó en Entrevista con el vampiro, forman parte de la exhibición. Y no solo: "Hay una serigrafía de Andy Warhol que, citando al cine, muestra a Bela Lugosi reflexionando cómo el aura de las estrellas de Hollywood vampiriza el cine. También obras de Goya o Basquiat que no tienen relación, pero están vinculadas con ese mundo subterráneo”, añade.
Del vampiro falócrata al vampiro cool
La novela Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, publicada en 1976 dio voz al vampiro en primera persona. Llegaba la identificación del público con el vampiro.
“El Nosferatu de Herzog (1979) habla y expresa su deseo de amar y ser amado, y de esa incapacidad que tiene para relacionarse por la monstruosidad que le habita. Es algo que no existía en Bela Lugosi o Christopher Lee, los iconos vampíricos, que tenían orgullo falocrático y viril”, añade.
Así, el mito evoluciona del terror a la empatía. “En las series contemporáneas son adolescentes simpáticos con los que nos identificamos. Y también a veces, como en True blood, representan la minoría, que puede ser sexual o religiosa, hasta llegar a vampiros que niegan su condición vampírica: no quieren seguir bebiendo sangre, no quieren dañar y quieren parecerse al resto de los humanos”.
La aparición del VIH en los 80 cambió para siempre la connotación de los chupadores de sangre. “Películas como Los viajeros de la noche, de Kathryn Bigelow o The Adicction (Abel Ferrara) hablan de la epidemia utilizando la figura del vampiro”, dice Orléan que, precisamente, artículo la idea de su exposición a partir de Sólo los amantes sobreviven, (2013) la película de Jim Jarmusch sobre vampiros artistas que compran alimento en un banco de sangre para evitar cualquier infección.
Ya en el cine mudo se llamaba vamps a las estrellas de cine y no sería una locura aventurar que llegara antes la muerte del cine que la de los inmortales vampiros. "El propio dispositivo del cine es casi una experiencia vampírica: la oscuridad, la hipnosis de la sala, y también debido a que los actores nunca envejecen en las películas. El cine y vampirismo tienen algo en común: se funden", concluye.