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No sin mi 'pepo': víctimas de violencia machista piden abrir todas las puertas a sus perros de protección

  • El Proyecto PEPO ofrece gratuitamente más de 200 horas de formación con los canes a víctimas "de altísimo riesgo"
  • Ellas aseguran haber ganado libertad y felicidad, pero piden poder acceder con los perros a todos los espacios públicos

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No sin mi 'pepo': víctimas de violencia machista piden abrir todas las puertas a sus perros de protección

Domingo, 11:00 horas. Un grupo de mujeres se saludan y se abrazan nada más llegar al punto de encuentro en el que a todas les cambió la vida. No llegan solas, cada una va acompañada de un perro de distinta raza que les sigue como si fuera su sombra. Ellas tienen en común las ganas de vencer el miedo, y ellos, los canes, un instinto de protección capaz de devolver a cualquier víctima de violencia machista la tranquilidad y la felicidad que les arrebataron.

Los 'pepos' -así se conoce a estos perros- pueden llegar a conseguir en pocas semanas lo que otros recursos de ayuda para mujeres maltratadas no logran. Es el potente vínculo de confianza que se establece entre el animal y el humano lo que marca la diferencia.

"En un primer momento estos perros estaban pensados para darles protección a las víctimas cuando se activaban las señales telemáticas, pero al final hemos visto que son casi perros asistenciales. Les ayudan a salir a la calle y les dan la libertad que antes han perdido", explica a RTVE.es Ángel Mariscal, adiestrador e impulsor del 'Proyecto PEPO', un recurso que ofrece la fundación que él mismo creó -Fundación Mariscal- y del que se han beneficiado ya más de 60 mujeres de toda España.

Reciben más de 200 horas de formación

Muchas de ellas se reúnen cada domingo en las instalaciones de la empresa Security Dogs, en la provincia de Madrid, para seguir reforzando en grupo los conocimientos que adquieren en los cursos de adiestramiento que son obligatorios para poder acceder a uno de esos canes. En total, reciben unas 230 horas de formación de mano de profesionales voluntarios.

Aunque hay muchas risas en cada encuentro, todas se toman muy en serio los ejercicios de entrenamiento junto a esos guardianes de cuatro patas sin los que ya no pueden entender la vida.

"Entré aquí pensando que no iba a salir de ningún sitio ni con perro ni sin perro y hoy por hoy no me quites a mi perro. Yo me siento segura si voy a un parque y lo llevo a mi lado incluso de noche, que para mí es algo que llevaba sin hacer mucho tiempo", cuenta Lidia, una de las usuarias del proyecto.

Ella tiene la suerte, dice, de poder estar junto a Bully casi las 24 horas porque en su trabajo los jefes han comprendido que para ella es vital sentir que su perro está cerca. Y en el centro en el que estudia por las mañanas también han permitido que el animal entre en el aula.

Piden poder entrar a cualquier sitio con sus 'pepos'

Sin embargo, hay otros muchos lugares en los que los 'pepos' no son bienvenidos y por esa razón llevan años pidiendo que sean considerados como perros de terapia o asistencia y puedan acceder con ellas a cualquier lugar público, desde una cafetería hasta un centro médico o un juzgado, como sí se le permite, por ejemplo, a los perros de la ONCE que acompañan a personas ciegas.

Hay varias campañas activas en la plataforma Change.org que han recogido ya unas 250.000 firmas, pero, de momento, no han conseguido que en España se abogue por una legislación común sobre estos canes, así que en algunas ciudades -pocas- son considerados perros de asistencia y en otras no.

Yo sin él no salgo de casa. Yo me muero sin mi perro

"Yo no sé en qué lado puede estar mi agresor, yo solo sé que si voy al médico quiero entrar al hospital con mi perro, por si acaso. Porque es mi defensa, es todo, yo sin él no salgo de casa. Yo me muero sin mi perro", dice Lucía (nombre ficticio), otra de las mujeres que a las que un 'pepo' le devolvió la felicidad.

Lo explica visiblemente emocionada e incidiendo en que tener a su perro cerca le ha permitido salir a la calle sin mirar para atrás: "Ya mira él por mí".

Les dan protección, cariño y confianza

Esa misma tranquilidad es la que siente María desde que tiene al lado a Simba, aunque en este caso también se han beneficiado de la compañía del perro sus dos pequeños.

"La niña ha dejado de tomar anti sicóticos y hemos quitado las cámaras de casa. Ahora subimos al portal tranquilamente porque él sube delante y sabemos que no pasa nada. Antes los niños siempre me llamaban de noche para ir al baño porque les daba miedo ir solos y ahora llaman a Simba", explica María mientras acaricia a su 'perro'.

Todas ellas, víctimas "de altísimo riesgo", saben que tener un perro que las acompañe, les dé cariño y las proteja no es la solución para erradicar la violencia machista, pero mientras la educación no haya resuelto todavía el problema y mientras el sistema oficial de protección siga fallando en ocasiones, ellas han ganado calidad de vida.

Yo sé que él me va a proteger y que si me pasa algo va a dar la vida por mí

"Es una terapia enorme porque me ha devuelto la alegría, y me ha dado protección toda la del mundo. Yo sé que él me va a proteger y que si me pasa algo va a dar la vida por mí, igual que yo por él. Ahora somos dos, contra uno", dice Lucía, en cuyo caso las medidas de control telemático no fueron suficientes.

"En lo que yo quiero llamar, ellos tardan en venir. Muchas veces me han dicho: 'si te hace algo vamos'. Y con mi perro llaman a la puerta y enseguida me defiende", añade.

"No se les enseña a morder"

La idea de Mariscal que llevó a crear el Proyecto PEPO surgió en 2009, cuando una mujer víctima de violencia de género se puso en contacto con él para pedir que le ayudase a adiestrar un perro con el que sentirse segura frente a su maltratador. Al principio, Ángel se mostró reacio, pero comenzó entonces a trabajar en un adiestramiento que no estuviese basado en el instinto de caza, ni en el de defensa, ni en el de seguridad, sino en el de protección.

"No se les enseña a morder. Para ellos la retirada de la situación conflictiva es su victoria. No quieren enfrentamiento, lo único que quieren es que las dejen en paz", explica Mariscal.

Los 'pepos' deben portar un 'bozal de impacto' fabricado en cuero que tiene una medida y forma especial que cubre todo el hocico y les permite abrir la boca con comodidad. Cuenta con un refuerzo de metal que ayuda al perro golpear con más fuerza al agresor a una orden de la guía o, en su caso, a activar una dotación.

Lo más importante, recalca Mariscal, es que el perro nunca es quien decide si la situación es o no peligrosa: "Es la usuaria la que tiene el control".

Por ese motivo, las clases de obediencia son imprescindibles, pero también son muy beneficiosos los juegos de empoderamiento y los desarrollos tácticos, que simulan la realidad y enseñan a estas mujeres a desenvolverse en situaciones reales para aprender a controlar al perro en caso de que el maltratador rompa la orden de alejamiento.

"Superconcienciados" con la violencia de género y el bienestar animal

Aunque seguir trabajando junto a los 'pepos' es el objetivo de los encuentros semanales, también se realizan ejercicios sin perro en los que, por ejemplo, un hombre desconocido se sitúa frente a la usuaria y ella simplemente tiene que lograr mantener la mirada, algo que a las recién llegadas les resulta muy complicado.

El Proyecto PEPO, precisa Ángel, cuenta con el trabajo continuo de un equipo "superconcienciado" y formado en violencia de género. Entre ellos, un director de seguridad y un psicólogo experto en estos casos que hace una valoración inicial para decidir que la víctima es apta para tener uno de estos perros y que no lo solicita "como venganza", sino como para sentirse protegida y acompañada.

También cuentan con un etólogo que se asegura de que el perro vaya a estar "en óptimas condiciones" viviendo en su nueva casa.

"Este recurso funciona y lo que se tiene que saber es que dar un perro asistencial y de protección inmediatamente es la base de su recuperación", concluye Mariscal, quien espera que visibilizar el vínculo que se crea entre los perros y las víctimas, y explicar el trabajo que hay detrás de él, consiga finalmente abrir más puertas a los 'pepos'.