De Pardo Bazán a Margarita Xirgu: las mujeres que escribieron a Unamuno
- Un proyecto de la Casa-Museo de Salamanca rescata centenares de cartas de mujeres que escribieron a Unamuno
- Célebres y anónimas le pedían ayuda para salvar a condenados, consejos literarios o su apoyo al feminismo
“D. Miguel: Soy la esposa del Pastor Evangélico y le voy a molestar una vez más …”
Salamanca, 1936. Enriqueta Carbonell, esposa del pastor protestante Atilano Coco, íntimo amigo de Miguel de Unamuno, le pide ayuda por carta al rector de la Universidad. Su marido está en la cárcel acusado de masonería.
"(…) Se acusa a mi marido de masón y en realidad lo es, lo hicieron en Inglaterra en el año 20 o 21, me dice que consulte con Ud que es lo que tiene que hacer, mi esposo desde luego no ha hecho política de ninguna clase, lo hicieron eso porque sabe Ud que en Inglaterra casi todos los pastores lo son y muchos también en España.” (Enriqueta Carbonell).
De nada sirvió la mediación de Unamuno, Atilano Coco fue fusilado por el bando franquista poco después del estallido de la Guerra Civil.
En estos meses en los que arrancó la represión, el escritor como prohombre social que era, recibe decenas de misivas de esposas, madres e hijas cuyos familiares se hallan detenidos o desaparecidos (como recoge Alejandro Amenábar en Mientras dure la guerra, una película que ha impulsado el foco de atención sobre la vida del pensador bilbaíno y sus controversias).
Las notas del episodio del Paraninfo
Miguel de Unamuno que en un principio apoyó a los sublevados comienza a darle la espalda a este “régimen de terror” como lo denomina.
El filósofo escenifica su rechazo en su intervención el 12 de octubre de 1936, ‘Día de la Raza’, en el Paraninfo de la Universidad en el que se encaró con Millán Astray (aunque en este punto difieren las versiones).
En este instante de la historia reaparece la carta de la viuda de Atilano Coco. El filósofo echó mano de la cuartilla y escribió en su reverso de forma improvisada las anotaciones de su célebre alegato “venceréis, pero no convenceréis” [Mira las notas de Unamuno en el reverso de la carta]
El episodio es solo un ejemplo de las centenares de cartas que recibió el autor de Niebla por parte de mujeres durante toda su vida (Unamuno murió dos meses después bajo arresto domiciliario a los 72 años).
Las investigadoras Maribel Rodríguez, Adriana Paíno, Josefina Cuesta y Begoña Gutiérrez han buceado en el nutrido archivo epistolar de la Casa-Museo de Unamuno de la Universidad de Salamanca. Han rescatado la correspondencia femenina al filósofo en el proyecto audiovisual e inmersivo Bajo pluma de mujer, que también suma un documental y un recorrido en 360 grados por su hogar donde se puede escuchar su voz en el único audio que se conserva del ensayista [Consulta la plataforma interactiva en este enlace].
Feministas, escritoras y políticas
Las profesoras han analizado las cartas de 600 mujeres anónimas-la mayoría- pero también muy conocidas: desde feministas, prestigiosas juristas, políticas, escritoras y actrices a amas de casa, religiosas o estudiantes que le dedicaron letras al rector.
Entre ellas encontramos a la élite femenina intelectual y social española del primer tercio del siglo XX con nombres como María de Maeztu, Emilia Pardo Bazán, Concha Espina, Carmen Conde, Gabriela Mistral, Margarita Xirgu o Clara Campoamor.
“Era un gran pensador y las mujeres le tenían como referente porque era muy influyente. Era como el “influencer” de la época (…) En muchísimos casos sí sabemos que contestaba las cartas porque hemos encontrado varias en una correspondencia de ida y vuelta”, señala a RTVE.es Maribel Rodríguez, profesora de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Salamanca (USAL).
“El divorcio es un problema complejo en nuestro país y solicito su opinión”
Muchas de las mujeres que mandan misivas son avanzadas a su tiempo como la escritora y periodista salmantina Ángela Barco. La autora escribió un valiente artículo en 1910 donde denunciaba el mundo de “apariencias” de las familias burguesas, que solo proporcionan estudios a los hijos varones mientras las chicas “malvivían en la oscuridad de los pueblos”.
En una de sus cartas a Unamuno, Barco se queja entre resignada y amarga de los escollos a la creatividad femenina (tuvo que firmar con pseudónimo sus primeras obras) y dispara una cruda fotografía social.
”(…) Todo, absolutamente todo lo que usted me dice respecto a la mujer que escribe para el público lo he pensado yo. Y algo de eso le decía en mi primera carta. Es verdad; civilización, instituciones e ideas públicas, lenguaje literario todo es exclusivamente masculino. Así que las mujeres que nos lanzamos a un campo que no es el nuestro, a la fuerza hemos de ponernos pantalones, es un fastidio, pero es irremediable“ (Ángela Barco).
La reportera Carmen de Burgos, Colombine, considerada la primera corresponsal de guerra española, consulta al filósofo vasco sobre otro tema espinoso: el divorcio. El debate sobre la conveniencia de su implantación en España lo había promovido la propia Colombine en 1904 apelando a los intelectuales [La primera ley del divorcio se aprobó en 1932 durante la II República]
”(…) Ahora tengo que suplicarle un nuevo favor. En el “Diario universal” estoy tratando de la implantación del divorcio en España, por ser el del divorcio un problema muy complejo solicito la opinión de nuestros hombres“ (Carmen de Burgos).
“Me interesan mucho estas mujeres fuertes con las que Unamuno se escribe. Y la admiración de estas mujeres que parece que no deberían fijarse en una persona definida como decimonónica pero se acercan a él como hombre espiritual. Me interesa que fuera un defensor del voto femenino y que se enfrentará a muchos amigos suyos por este tema”, señala en el documental del proyecto Ana Chaguaceda, directora de la Casa-Museo de Unamuno.
El escritor, que era profundamente católico, mostró su apoyo público al voto femenino en el diario El Sol en 1931.
“¡El confesionario! ¿Quién puede afirmar en serio que las mujeres españolas de hoy, las que se confiesan, son manejadas desde el confesonario? ¿Manejadas?”, cuestionó Unamuno en su artículo.
Las Cortes republicanas se hallaban en pleno debate, divididas por las dudas sobre la influencia de la Iglesia en las mujeres a la hora de decantarse por el voto conservador.
Consejos literarios y autógrafos
Al autor también le llueven las consultas como consejero cultural y literario. Una jovencísima Carmen Conde, que se convertiría en la primera Académica de la Lengua, le envió su primera obra para que la revisara. Despide su carta con un afectuoso “beso sus manos”.
Para la gran actriz Margarita Xirgu, con la que el escritor mantenía amistad personal, realizó la adaptación de Medea para su estreno en el Teatro Romano de Mérida (1934). Y la Xirgu le pide consejo con humildad en varias cartas sobre diseño de vestuario y personajes de sus obras.
Como relatan las investigadoras, en el caso de las mujeres anónimas “muchas veces el acercamiento es íntimo”: en una conmovedora misiva una señora se lamenta de su ingreso en un sanatorio mental, en otra, más mundana, una vecina le pide ayuda para su hijo que quiere “sacar unas oposiciones”.
En otras “con más atrevimiento” le piden a Miguel de Unamuno que cambie el final de alguno de sus escritos porque no les gustaba. Entre los 250 documentos digitalizados también se incluyen epístolas de admiradores que le solicitan “autógrafos, versos o firmas”, tiernas postales con fotografías o dibujos de niños.
“Estas cartas no habían sido estudiadas y nos permiten ver otra cara de Unamuno que siempre aparece representado como distante y adusto, su relación con las mujeres, reverenciaba a su esposa Concha, a sus hijas y a su madre, y como activo interlocutor social de una época”, concluyen las profesoras.