La Roma extraña del coronavirus
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El eco de nuestros pasos resuena en pleno centro histórico de Roma. Son algo más de las nueve de la noche del sábado 14 de marzo. No hay nadie. “Qué sensación más extraña, como si estuviéramos en una película” me comenta mi hijo Nicolás. Me siento casi una fugitiva, mirando aquí y allá por si hay un control de policía o del ejército por la crisis del coronavirus.
Esta vez no llevamos la autodeclaración necesaria para justificar por qué estamos en la calle. Paseamos a nuestra perra y vamos al 'Carrefour exprés', en via Governo Vecchio, que aún está abierto. Son motivos suficientes para salir. Antes de que empezara todo, esta calle estaba atiborrada de turistas tomándose un helado, un vino o 'spritz' en las pequeñas terrazas o haciendo cola para entrar en un restaurante. Todo está apagado, cerrado. Levanto la mirada y veo un enorme mural en una ventana: Tutto andrà bene.
"Roma como nunca antes la había vivido"
Seguimos hasta piazza Navona. Vacía. El Panteón. Vacío. Atravesamos Vía del Corso. El único sonido es el autobús que va más rápido de lo normal y su aceleración retumba en el silencio. También está vacío. Andamos un poco más hasta la Fontana di Trevi. Solo una patrulla de policía y un equipo de televisión. Cerrada. Vemos a Neptuno en la distancia. La belleza en silencio. Roma como nunca antes la había vivido. Sobrecoge, emociona, impresiona.
Durante el día impresiona cuando nos mantenemos a un metro o más de distancia unos de otros, en una ciudad tan acostumbrada a saludos y roces, cuando guardamos rigurosa cola y entramos solo de tres en tres al supermercado, cuando cojo unos yogures de la repisa y la señora de al lado da un respingo porque quizá estamos demasiado juntas.
Emociona cuando por la tarde, los vecinos hacen sonar la misma música o cada uno la suya para sentirnos más cerca a pesar del aislamiento. Primero fue el himno, luego Azzurro después Il cielo è sempre più blu o los aplausos a los hospitales en clamoroso homenaje a todos los que se dejan la piel en primera línea.
"Nuestros pasos siguen resonando en la Roma extraña del coronavirus"
Impresiona la plaza de San Pedro rigurosamente vacía. La foto del Papa desde la ventana este domingo bendiciendo a nadie y verle luego por una calle desierta para ir a rezar ante un crucifijo que, dicen, detuvo la gran peste en 1522, "como en peregrinaje" según el comunicado del Vaticano.
Se canta, se reza, se piensa, se ayuda... la emergencia saca también lo mejor mientras seguimos con preocupación la curva ascendente de la pandemia, hoy más muertos que ayer, más contagios, "lo esperábamos" nos recuerdan, aún no se ha alcanzado el pico... Recibo cada día la llamada de Sanidad con la misma pregunta, "¿qué temperatura tiene su hijo, algún síntoma?" el pequeño está en cuarentena porque una compañera de clase ha dado positivo, ya queda poco y está bien.
Nuestros pasos siguen resonando en la Roma extraña del coronavirus. Volvemos a casa y la vida continúa. De otra manera. Es cuestión de tiempo, más del que creemos -nos advierten- pero "ce la faremo". Lo conseguiremos.