Los centros de salud: las trincheras del coronavirus
- Los profesionales de los centros de Atención Primaria se sienten olvidados y sin medios para hacer frente a la crisis
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“Somos la primera línea de fuego, los que estamos parando que los hospitales estén doblemente colapsados porque sin nuestra asistencia todo el mundo iría allí”. Así describe Marta, enfermera de un centro de salud del centro de Madrid, el papel que desempeña la atención primaria en esta crisis sin precedentes.
El escenario que dibuja es parecido a una guerra en el que el protocolo de actuación contra el coronavirus es el siguiente. “Nosotros somos los que decidimos el traslado al hospital o el aislamiento en casa. El 112 no hace esa valoración, de eso se ocupan los centros de salud”, explica a RTVE.es. Al día pueden llevar a cabo entre 40 o 50 servicios a domicilio. El equipo que se desplaza tras recibir el aviso lo forman dos sanitarios: uno atiende al paciente y el otro actúa de espejo. “Nos estamos encontrando nuevos casos de COVID-19 sin saberlo previamente en hogares con más de un miembro en la familia”, añade.
Dentro de la excepcionalidad, el problema son las condiciones en las que desarrollan su labor porque siguen faltando medios y material. "Una compañera en una tarde se hizo 18 domicilios a pie. Si no tienes coche no queda más remedio que hacerlo caminando por la alta demanda. Para situaciones complejas nos está ayudando un Cabify de manera desinteresada”, explica Laura, médico de cabecera.
Pero lo que genera mayor inquietud son las numerosas bajas en la plantilla. Hay sanitarios infectados o con síntomas que esperan los test para poder reincorporarse. Actualmente, en el centro donde trabajan Marta y Laura está disponible algo más de la mitad del personal. “Vamos cayendo. Se están planteando cerrar los puntos de atención pequeños donde habitualmente hay tres médicos y en estos momentos tienen uno o dos enfermos”, señalan. Se trata de reorganizar -según precisan las fuentes consultadas por RTVE.es- los efectivos porque no hay suplentes para cubrir esos huecos.
Un centenar de profesionales de centros de salud enviados a IFEMA
La Asociación Madrileña de Enfermería Independiente (AME) ha lanzado un comunicado por la incorporación de profesionales de Atención Primaria al hospital de campaña en IFEMA. Durante este fin de semana han sido un centenar.
Piden que no se saque a los médicos y enfermeros de los centros porque son "uno de los pocos muros de contención que las personas más vulnerables tienen en estas circunstancias". Y recuerdan que no todo es COVID-19 porque hay mayores postrados en una cama o dependientes, enfermos crónicos, embarazadas que requieren asistencia, muchos de ellos en su domicilio.
“No todo es COVID-19 porque hay mayores postrados en una cama o dependientes“
A esta preocupación se suma otra, la decisión de la Comunidad de Madrid de suspender temporalmente los Servicios de Urgencias que abren por las noches, sábados y domingos. El objetivo es movilizar al personal a otros destinos con mayores necesidades informa la Consejería de Sanidad. Será el 112 el que asuma la función de los SUAP por medio de sus unidades móviles.
Los sanitarios de Atención Primaria se sienten olvidados
La sensación extendida entre el colectivo de Atención Primaria es que son los olvidados. Aseguran que no están recibiendo ninguna de las ayudas, ya sean públicas o privadas, que se han habilitado para los complejos hospitalarios. Entre otras, el reparto de comida o el alojamiento gratuito en hoteles. “Estamos echando entre 10 y 16 horas y entre nosotros nos ayudamos. Uno hace la compra pensando en los demás”, relata Marta, que cada noche regresa a casa con el miedo de contagiar a su pareja, aquejado de una patología.
En la Comunidad de Madrid hay más de 400 centros de salud donde el ritmo y los protocolos han cambiado. Se mantienen las urgencias de todo tipo, las revisiones de niños hasta los 15 meses por las vacunas y las matronas para los casos que apremian, como embarazadas en sus últimas semanas de gestación. El resto de la actividad se ha suspendido. Todo gira en torno a la amenaza que les ha puesto en jaque y la prioridad, sin descuidar otros servicios, es el seguimiento médico telefónico que se hace a los pacientes de coronavirus que intentan vencer al virus en casa.
En el lugar donde trabajan Marta y Laura realizan 800 llamadas diarias y una de ellas es a Gonzalo, de 37 años de edad. Hace tres semanas empezó a sentirse mal y cree que pudo contagiarse después de viajar a Italia y a otros países de Europa. Cada vez que suena el teléfono es “un alivio y te sientes acompañado. Supone algo más que tres minutos de un cuestionario médico. Te dan consejos como una madre”, dice. Ahora solo piensa en recuperarse y aprovechar su buena mano en los fogones -es cocinero de profesión- para ponerse a disposición de quienes en este periodo de intranquilidad y desasosiego velan por él.