La respuesta de los populismos al coronavirus: ceguera ante la crisis y un problema con la ciencia
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No es fácil arrancar esta crónica. No es fácil elegir el mayor exabrupto de alguno de los cada vez más numerosos dirigentes populistas que gobiernan el planeta. Probemos con el vicegobernador de Texas. Dan Patrick ha dicho en Fox News que “los abuelos deberían sacrificarse para salvar la economía por el bien del país y de sus nietos”. Vean el vídeo y observen la cara del periodista.
The Texas Tribune nos recuerda en su crónica que Dan Patrick tiene 69 años. No digo más. Patrick ha cambiado varias veces de iglesia. La última que ha abrazado es la evangélica. Se bautizó en el río Jordán quizá el mismo día que lo hizo otro de los grandes populistas, Jair Bolsonaro.
“Bolsonaro: Esta gripecita es un truco de los medios de comunicación“
Vamos con Bolsonaro. Es difícil entenderle. Critica a los gobernadores de los Estados que han decretado el “quédate-en-casa”, dice que esta “gripecita” es un “truco” de los medios de comunicación y a la vez concede entrevistas provisto de mascarilla. Dice The Intercept que hasta los empresarios más bolsonaristas son conscientes de que van a perder mucho dinero mientras la economía siga dirigida por personas con las cualidades propias de un chimpancé.
Ceguera ante la crisis
La ceguera ante la crisis del coronavirus no es exclusiva de Patrick, Bolsonaro o el propio Donald Trump (New Yorker le dedicó el 9 de marzo una portada genial: el rubio presidente gritando mientras sus ojos -y no su boca- están cubiertos por una mascarilla.
Donald Trump se resiste a parar la economía del país con el argumento de que quizá sea “peor el remedio que la enfermedad”. Trump es presidente, pero no ha dejado de ser empresario. Según la revista Forbes, su fortuna surge fundamentalmente del alquiler de terrenos, oficinas, garajes. Y por supuesto de hoteles en Nueva York, Las Vegas, Washington DC, Florida.
“Jaime Mañalich: Quizás el virus mute y se convierta en buena persona“
Andrés Oppenheimer en The New Herald desbroza algunas de las desbocadas ideas de dirigentes latinoamericanos. Por ejemplo, el empeño este fin de semana del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en besar a una niña en plena manifestación (la besó y hasta le dio un mordisquito). O la manifestación multitudinaria convocada por el matrimonio Ortega-Murillo para luchar contra el Covid-19. ¿Hay mayor contrasentido que miles de personas desfilando, todas juntitas, por las calles de Managua para detener el virus porque el amor lo puede todo?
Esa visión tierna de la realidad también parece inspirar al ministro chileno de Sanidad cuando asegura que quizá el virus “mute y se convierta en buena persona”. Jaime Mañalich es médico de profesión.
Un problema con la ciencia
Y cómo olvidar en esta relación al venezolano Nicolás Maduro. Cree que el virus se cura con un brebaje casero. Lo colgó en Twitter y el propio Maduro se indignó porque la red social borró esa publicación.
Está claro que muchos populistas, sin importar su ideología, tienen un problema con la ciencia. Lo comprobamos en los tiempos en que el cambio climático nos preocupaba más que el coronavirus. En un mundo global las repercusiones las sufrimos todos, y en especial sus gobernados. Habrá que confiar en que al menos serán capaces de rectificar como lo ha hecho el británico Boris Johnson.