"Algunas personas con problemas mentales no entienden qué pasa con el coronavirus y sufren mucho"
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Oyen voces que no existen y ven imágenes solo dibujadas en su cerebro, también sufren delirios y alucinaciones. Son ese 1% de la población que padece una enfermedad mental grave como la esquizofrenia. Desde que comenzó el estado de alarma por el coronavirus, su mundo, y el de una buena parte de los pacientes con problemas mentales se ha dado la vuelta.
Cada enfermo mental, como cada uno de nosotros, vive el confinamiento a su manera. Por ejemplo, los trastornos obsesivos compulsivos conducen a lavarse las manos cientos de veces al día y los que sufren de teorías conspiranoicas, encuentran en el virus la respuesta a sus delirios. Otros, los que están en un buen momento de estas enfermedades, aprovechan el encierro para sentirse tan responsables como el resto de los ciudadanos.
Nuevas rutinas, la clave
Es el caso de Bárbara López que, a lo largo de sus 36 años, ha tenido diferentes diagnósticos en el espectro de estos “problemas mentales” como prefiere llamarlos. Reconoce que vivió los primeros días del aislamiento con un aumento de angustia y ansiedad. Para vencerlos ha utilizado una fórmula: “Llevo un horario muy ordenado. Estudio inglés, leo mucho y pinto. Ahora, con más tiempo, por fin he podido abrir ese estuche de acuarelas que tengo desde hace año y medio. También evito ver demasiada información sobre el virus. Solo lo justo”.
Todos los especialistas coinciden en que el mantenimiento de rutinas es fundamental. Un cambio de costumbres sin explicación o con argumentos que no entienden lleva a la ansiedad y comportamientos agresivos, sobre todo hacia ellos mismos, y un sufrimiento personal que puede tener consecuencias a medio plazo.
“Si todos los lunes ocurría algo, y los martes también y ahora no ocurre, ellos no entienden qué pasa y sufren mucho”. Así lo explica Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, al que preocupan especialmente los pacientes con alta discapacidad intelectual, los de enfermedades raras o los que sufren autismo. Cree que cuando termine el confinamiento aumentarán los que necesiten ayuda psiquiátrica e ingresos hospitalarios.
Evitar los ingresos
En los hospitales, la irrupción del coronavirus ha dejado a la mayoría de los departamentos en servicios mínimos, en psiquiatría también y eso ha obligado a encontrar soluciones alternativas. “Hemos establecido un sistema de hospitalización domiciliaria con un seguimiento diario a través del teléfono y si hiciese falta también con visita presencial”, explica el doctor Arango.
“Hay que reducir los ingresos a toda costa porque son muy vulnerables y en caso de contagio su recuperación sería muy complicada“
Como él, muchos de los especialistas habituales se han integrado en los equipos del Covid-19. “El objetivo principal es mantener a estos pacientes de enfermedades mentales lejos de urgencias y reducir los ingresos a toda costa porque son muy vulnerables y en caso de contagio su recuperación sería muy complicada”.
Terapias grupales virtuales
Como una solución que permita atender a todos ya están probando nuevas formas de trabajo y terapia. “Algunas están resultando especialmente positivas”, dice Arango. Se refiere a terapias grupales virtuales, es decir, reuniones de grupos a través de la web y otras formas de telepsiquiatría, además de la atención telefónica permanente ahora que se han cerrado las consultas presenciales no urgentes.
“Lo que más necesito es estar conectada a mi familia y tener redes de apoyo, de cuidado y autocuidado“
También está funcionando muy bien el trabajo de las asociaciones especializadas como Amafe que pone en contacto entre sí a estas personas con problemas mentales.
“Pensaba que durante el encierro iba a tirar por ver series, pero no. Lo que más necesito es estar conectada a mi familia y tener redes de apoyo, de cuidado y autocuidado, con personas en mi situación y hablar con ellos, aunque sea en la web”, dice Bárbara López, que vive por su cuenta en un piso compartido y admite estar en un buen momento de su patología.
Familias separadas
Los que peor lo pasan son los que están ingresados y ahora no pueden recibir visitas. Nos lo cuenta Amalia que tiene a su hijo en un centro de media estancia, es decir, un hospital específico para estos pacientes en el que podría quedarse ingresado hasta 6 meses.
“Es mejor para él que continúe allí. Los primeros días de confinamiento hubo más desorganización pero ahora ya han retomado los talleres y actividades y romper esa rutina le afectaría más”. Ella, en cambio, no puede ir a visitarle pero mantiene conversaciones con él por whatsapp hasta tres veces al día.
Medio bromea cuando dice: “No le hago videollamadas para que no me vea despeinada”.También le preocupa mucho que el virus llegue a estas residencias de media estancia y haya un contagio masivo aunque reconoce que se están tomando todas las medidas de precaución.
Pacientes y familiares coinciden en que este confinamiento de todos puede ser una llamada de atención única para que todo el mundo sepa lo que es estar encerrado y una manera de advertir que las enfermedades mentales, como el coronavirus, son responsabilidad de toda la sociedad.