De los aplausos al acoso vecinal: "La pandemia ha reforzado los lazos de apoyo, pero también los de control social"
- El catedrático de Psicología Social Fernando Chacón explica por qué la pandemia saca el lado insolidario de algunos
- Frente a los que piden a trabajadores esenciales que abandonen sus casas, se multiplican los mensajes de ánimo
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Rebeca y Silvia son trabajadoras esenciales y no se han quedado en casa esta cuarentena: una es camionera y sigue haciendo la ruta, muchas veces para repartir material sanitario en los hospitales de Castilla y León. La otra se ocupa de la panificadora en un supermercado. Sus vecinos las conocen de toda la vida, y el martes alguien les dejó un cartel en el portal: "No perdáis el ánimo, sois nuestro orgullo". Rebeca se fue a por el camión con el corazón a punto de estallar: "Se me saltaron las lágrimas, y más después de ver los carteles que circulan por ahí".
“Subí a casa en shock, llorando. Mi marido y mis hijos asustados“
Como el que le dejaron a Jesús, un médico de Tenerife desplazado a Alcázar de San Juan (Ciudad Real): "Sabemos de tu buena labor, pero debes pensar en tus vecinos... hay lugares para alojar a profesionales". A Silvana, ginecóloga de Barcelona, le han hecho una pintada en el coche: rata contagiosa. "Subí a casa en shock, llorando. Mi marido y mis hijos asustados". Estos mensajes pueden ser perseguidos como delito de odio.
De los aplausos en las ventanas al acoso vecinal. "Cualquier situación de amenaza genera mucha ansiedad en la población, y se canaliza de muchas maneras. Algunos, por ejemplo, manejan su ansiedad haciendo cosas por los demás, generan una necesidad de ayudar y un sentido de comunidad. En otros pesa más el miedo, que es una motivación potentísima que puede hacernos reaccionar de una forma muy irracional", explica a RTVE.es el catedrático de Psicología Social de la Universidad Complutense Fernando Chacón.
"Lo que nos hace humanos es la cultura, no la naturaleza"
Este confinamiento general es una situación completamente nueva, y su facultad ha puesto en marcha ya una docena de investigaciones. "Había muchas experiencias de cuarentenas en grupos pequeños, y uno de los sentimientos que más experimentan es el del estigma. Eso no va a ocurrir ahora, no se va a vivir tan negativamente porque estamos todos confinados. Es como el niño que ve por la ventana a otros en la calle mientras a él no le dejan salir, o el que sabiendo que todos están en casa, igual que él, ve que es normal y eso le ayuda a superar los problemas", explica Chacón.
Ese sentimiento de comunidad frente a un enemigo común estalló en los primeros días de confinamiento, con los arcoiris colgados en las ventanas y el "todo va a salir bien". Y tiene un lado positivo, y otro negativo: "Hemos vuelto a lo que los sociólogos llaman comunidad frente a la sociedad, hemos vuelto a los pueblos, a los lazos de apoyo social, pero también de control social. Lo vemos en los mensajes en los portales, y también en los que increpan a los niños autistas que salen acompañados a pasear". La "policía de balcón".
“La pandemia ha reforzado los lazos de apoyo, pero también los de control social“
Tras un mes en casa, sometidos a estrés, el lado negativo es más visible. El hijo de Miriam, trabajadora de un supermercado de Murcia, recogió la nota que alguien había metido por debajo de la puerta: "Somos tus vecinos y queremos pedirte, por el bien de todos, que te busques otra vivienda...".
Ese "tus vecinos" es denominador común en estos mensajes: el anonimato y la apelación al bien común. "Ellos saben que está mal su conducta, no nos gusta ser egoístas. Se escudan en que hay que proteger a sus familias o al resto de vecinos", explica este psicólogo social.
"El miedo es uno de los motivadores más potentes que hay dentro de la naturaleza humana, pero eso no quiere decir que estas conductas se justifiquen. Lo que nos hace humanos es la cultura, no la naturaleza. El instinto puede llevar a eso, pero la cultura pone por encima la solidaridad y la empatía", concluye.
"Nosotros os cuidamos, vosotros nos cuidáis"
Solidaridad y empatía que no se encuentran en todas partes. Cuando no reparte material sanitario, el trabajo de Rebeca se complica: "Salgo de casa a las seis de la mañana y vuelvo a las ocho. Si llego a un reparto me dicen 'sí, mételo dentro que esto me hace falta'. Luego les pido que me dejen entrar al baño y se niegan, y tengo que mear entre dos coches", después de todo el día de ruta. Y cuenta lo que le cuesta cumplir con las medidas de seguridad, todo el día "con la mascarilla, lavándome las manos con el gel desinfectante... Tengo más riesgo de que ellos me contagien a mí que yo a ellos".
A veces su vuelta a casa coincide con los aplausos a los sanitarios, y cuando los vecinos la ven llegar "me aplauden, me gritan "¡esa camionera guapa, ánimo campeona!". Y hasta me han traído tuppers con comida. Y eso me emociona", cuenta con la voz quebrada. Ella también lleva compra si algún vecino lo necesita, y ha repartido alguna de sus mascarillas. "Si es que tengo unos vecinos...". Suelta otra lagrimilla.
“Los vecinos me dejan tuppers de comida. Y eso emociona“
Silvia volvió el martes con una tarta del trabajo "porque me la pidió un vecino para un cumpleaños". En el súper también tiene una de cal y otra de arena: "Algunos días hay gresca. Hay gente que viene todos los días, un día dos plátanos y otro tres mandarinas. Y dicen que esto es una tontería, no quieren ponerse los guantes, ni guardar la distancia de seguridad. Pero la mayoría no. Yo salgo a colocar las barras de pan y grito "¡todos a la derecha!". La gente se aparta y se espera. Y también nos pusieron un cártel que decía "Vosotros también os merecéis un aplauso". Nos dicen muchas veces que gracias a nosotros ellos pueden comer todos los días". El personal del supermercado se lo agradece con otro cartel: "Nosotros os cuidamos, vosotros nos cuidáis". Pura empatía.
"¿No tienes miedo, mamá?"
Con los compañeros Silvia tiene también un trato especial: "Somos una piña. ¿Cómo iba yo a abandonar a mis compañeros?". Ella tiene esclerosis, controlada, y es población de riesgo, pero sigue yendo a trabajar. "La madre de una nos ha hecho mascarillas de las de filtro, y otro ha traído pantallas protectoras". Tiene dos hijas de siete y diez años. "¿No tienes miedo, mamá?", le preguntan. "El miedo es libre, cariño, pero es que si no, no vives", responde Silvia. Y las abraza después del ritual de limpieza que hace cada vez que viene del supermercado.
“Somos una piña. ¿Cómo voy a dejar de trabajar y abandonar a mis compañeros?“
Hay gente que canaliza la ansiedad "haciendo": "Es normal en cualquier catástrofe. En el 11-M, por ejemplo, los madrileños fueron en masa a donar sangre. El número de voluntarios en estos casos se multiplica. Incluso hay gente que se enfada cuando les dices que no son necesarios", cuenta el catedrático de Psicología Socia Fernando Chacón.
Él lo ve claramente en el caso de los sanitarios: "Todos los profesionales infectados están deseando tener el alta y volver a trabajar. Los he visto enfadados, con rabia y con ira por no poder atender a la gente. Incluso sabiendo que no estaban bien protegidos", nos dice.
El Consejo General de Colegios de Psicólogos, del que Chacón es vicedecano, ha habilitado varios números de atención durante esta crisis. "La línea para profesionales sanitarios es la que menos demanda tiene, solo hemos recibido 70 llamadas. Están activados, trabajan a destajo, van tirando". Cuando todo esto pase vendrá el bajón para todos.
Preparar el día después
"Lo que caracteriza al ser humano es la capacidad de adaptación. La cultura, las normas sociales, los valores, la educación... también nos permitirán superarlo. Vamos a salir de esta con ansias de normalidad", cuenta Chacón.
“Vamos a salir de esta con ansias de normalidad“
Pero no todo el mundo partía del mismo punto antes del confinamiento, y el estrés de estas semanas pasará factura: "Los trastornos de ansiedad y depresión van a aumentar, en principio, al doble o incluso el triple de las anteriores" en los días posteriores. Son los datos que apuntan los primeros estudios realizados en China. Para Chacón serán en su mayoría recuperables, "depresiones reactivas, provocadas por un hecho determinado. Por ejemplo las pérdidas, que se han hecho muy duras sin poder pasar el duelo".
También habrá problemas de estrés postraumático entre los profesionales. "No tanto entre el personal sanitario, acostumbrado a lidiar con estas situaciones" aunque a otra escala. Pero piensa en otras personas, "el personal de las residencias de ancianos, por ejemplo, no se esperaba estar en una situación como esta".
Hay que prepararse para poder atender a todos: "No podíamos prever la gravedad de la pandemia, pero sí podemos anticiparnos a las secuelas psicológicas", pide Chacón.