Así trabajan aquellos a quienes aplaudimos a las 8
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Al entrar en la sala de infecciosos nada parece delatar que estamos en el ojo del huracán. Puerta con ojo de buey, pasillo, carritos de metal, ir y venir de sanitarios…hasta que encontramos a una limpiadora enfundada en EPIS, equipos de protección de arriba a abajo. Pasar la mopa se ha convertido en una profesión de riesgo.
Andamos por la planta más preparada para hacer frente a la pandemia en el hospital de referencia de la Comunitat Valenciana. La única que dispone de 20 habitaciones de presión negativa, con doble puerta y en las que el aire entra de fuera adentro. “Así evitamos que el pasillo se infecte”, nos dice el Doctor José López Aldeguer, que señala que ninguno de los sanitarios de su servicio se ha infectado. “Ha habido compañeros que se han infectado pero no en las salas COVID. Hay enfermos que ingresan en el hospital, por otras patologías, que son contagiados de coronavirus asíntomaticos y allí donde estén pueden transmitirlo al personal sanitario”.
Junto al control de enfermería vemos marcas profundas en la cara de una de las profesionales que sale de turno, con dolor de cabeza, y ganas de descansar. La encontramos más tarde lavándose las manos hasta los codos. Es más importante que los guantes, nos recuerdan constantemente.
Aquí están acostumbrados a trabajar con infecciones pero están viviendo un estrés nunca visto, sobre todo al principio. “Esto era una cosa muy desconocida, y como todo el mundo también hemos tenido miedo” nos trasmite Isabel Piqueras, una de las supervisoras de planta. Cada día, a las dos, pasan los psicólogos del servicio especial que se ha habilitado para los sanitarios. A veces, también los ángeles necesitan terapia. Esta dura 15 minutos.
“Nos están mandando lo que hay en cada momento, batas impermeables, monos“
"Aquí no ha habido falta de equipos de protección”, nos dice otra supervisora, Amparo Úbeda, mientras revisa que su compañera se cubra totalmente. Eso sí, han ido variando. “Nos están mandando lo que hay en cada momento, batas impermeables, monos”, comenta, mientras la enfermera que tiene a su lado utiliza como calzos en los pies dos gorros verdes hospitalarios.
En esta planta hay 30 pacientes COVID y se está colaborando en 20 proyectos de investigación. “Estamos haciendo todo lo que se puede hacer en el tratamiento”, asegura el Doctor López Aldeguer. Se utiliza todo el arsenal terapéutico que demuestra alguna eficacia.
Pero además de los de esta planta, en todo el Hospital la Fe de Valencia hay cerca de 170 pacientes ingresados por coronavirus. El centro ha tenido que reconvertir siete de sus plantas en salas COVID. Ocupan la mitad de sus torres de hospitalización.
Una epidemia que obliga a cambiar la forma de trabajar sobre la marcha
“Cuando el 23 de marzo la dirección nos dijo que teníamos que transformar nuestra planta para enfermos de coronavirus, cambiamos totalmente nuestra forma de trabajar, se trasladó a los ingresados y se creó una rutina nueva de trabajo para otro tipo de pacientes en solo cuatro horas". Quien lo dice es el supervisor de Neurocirugía, Miguel García, que nos muestra como, a falta de habitaciones de presión negativa, se combinan las puertas de los baños y las de las habitaciones para crear ese espacio de seguridad.
Vemos empapadores impregnados con lejía en el suelo, ante cada habitación y, a la hora de entrar, siempre equipos dobles. Uno vigila que el otro haya hecho todo correctamente para evitar que se infecte, que una puerta se abra cuando la otra esté cerrada o que se coja el fonendoscopio asegurándose de que no toque nada más. Nos dicen que esa mirada ajena es aún más importante a la hora de desprenderse de los equipos de protección.
El hospital apenas tiene 10 años de vida y cuando se construyó se decidió que sus 1.000 habitaciones fueran individuales “Ha sido más fácil así”, dice Isabel Piqueras mientras nos enseña una de las habitaciones vacías y listas para recibir a un paciente coronavirus
Los pacientes no pueden tener acompañantes pero hay una excepción: cuando son totalmente dependientes. Los familiares no siempre han querido acompañar, pero Isabel se deshace en alabanzas a un chico que estuvo al pie del cañón todo el rato junto a su familiar, uno de los que sí quiso. "Hizo un trabajo excepcional, ayudando incluso en la toma de tensiones y temperaturas".
Además de los ingresados, en el departamento de salud que depende del Hospital hay cerca de 500 positivos más, con síntomas leves. Todos reconocen el papel que está jugando la atención primaria. Ahora no es como al principio pero el Doctor López Aldeguer recalca que la presión asistencial sigue siendo muy superior a la de un año malo de gripe.
En cualquier caso, en apenas dos semanas se ha construido junto al Hospital otro de campaña, con 360 camas adicionales. Está inicialmente pensando para pacientes de menos complejidad. Se han invertido 4,8 millones de euros, equipamiento médico al margen.
La muerte en soledad, lo peor de una situación inédita
En el departamento de salud de la Fe han fallecido 60 de las 972 vidas que ha arrebatado el virus en toda la comunidad autónoma. Se trabaja en un protocolo para garantizar, con las máximas precauciones, un último acompañamiento. "Hay quien sabe que se está muriendo y está solo" nos recuerda la supervisora, que asegura que entran en las habitaciones cuanto les es posible pero lamenta en alguna ocasión no se haya podido coger de la mano a quien se va. "Eso es lo terrible de esta situación".
Camino de la salida el jefe del servicio de infecciosos, premio nacional por su contribución al estudio del sida, lanza una reflexión al aire. “A diferencia de aquella pandemia, en esta al menos no hemos encontrado el rechazo a los infectados que tuvimos en aquel momento”.
El día siguiente amanece con más de 3.700 personas que han superado la infección en la Comunitat Valenciana. Aquí se ha contribuido a esa suma de alivios que da una tregua. El aplauso de esta tarde y el de todas es más que merecido.