Negocios de barrio: reinventarse o cerrar
- Los pequeños comercios han adaptado su funcionamiento para no perder clientes durante el estado de alarma
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Esperanza Alcaide ha abierto su pequeña librería cada día desde hace 25 años. Hasta ahora. Sigue vendiendo libros - menos, asegura- a través de su web, y su negocio del barrio de la Macarena, en Sevilla, ya no está abierto al público. Desde que comenzó el estado de alarma se ha transformado en una librera online, y su trabajo es, sobre todo, actualizar los recién estrenados perfiles de su negocio en Twitter e Instagram.
“La respuesta de mis clientes de toda la vida me emociona“
Con ayuda de sus dos empleados también elabora un boletín semanal de novedades que envía a sus clientes por WhatsApp. "Lo hacemos por no perder el contacto, y la verdad es que la respuesta de mis clientes de toda la vida me emociona. La web está que echa humo". Concursos de relatos infantiles y juveniles, de microrrelatos y hasta de dibujo. Todo organizado en su web para "seguir siendo la librería de cabecera del barrio".
Reparto puerta por puerta en pequeños comercios de alimentación
En las tiendas de alimentación el panorama es distinto. Los clientes siguen llegando pero la forma de atenderlos ha cambiado a la fuerza. A las puertas de cada comercio se aprecian largas colas de personas esperando para entrar a locales donde no pueden coincidir más de dos clientes o se dejaría de cumplir la obligada distancia social. "La gente prefiere ir al supermercado", nos cuenta David Martín, propietario de una carnicería en el barrio sevillano de Alcosa. "Allí esperan una sola cola para comprar de todo. Si me comprar carne a mí, luego tienen que esperar también para el pan, la fruta... Nadie está dispuesto".
Así que, a pie y solo a clientes del barrio, ha empezado a hacer reparto a domicilio. "Desde que comenzó esto nuestra facturación ha caído un 60%. El reparto nos permite recuperar un 25% aproximadamente, pero seguimos notando mucho las pérdidas". David nos asegura que no solo lo hace por dinero. "Tengo mucha clientela que son personas mayores, les da miedo salir. Me llaman, me piden lo que necesitan y yo se lo llevo ese mismo día o el siguiente. Lo agradecen mucho y yo quiero ayudarlos".
Le acompañamos a uno de esos repartos. Tras recorrer un par de manzanas llega a casa de Concha y le deja en la puerta dos pesadas bolsas con embutido y carne hecha filetes. "Mi hija normalmente es la que me trae las cosas, pero muchas veces no puede. Le agradezco mucho esto a David. Este barrio es una joya", nos dice, antes de pagar y cerrar la puerta.