Los primeros reencuentros: "Preferimos no abrazarnos mucho porque sabemos que el virus sigue ahí"
- En las provincias que han entrado en la Fase 1 de la desescalada se permiten reuniones de hasta 10 personas
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Mientras la palabra incertidumbre sigue martilleando a una sociedad semiconfinada, media España ha podido sentir este lunes el calor de los primeros reencuentros. Nada podrá compensar los dos meses previos de ausencias, pero la vuelta de los abrazos, aunque estén "dosificados", dará fuerzas para afrontar la transición hacia esa otra normalidad en la que los ciudadanos puedan cobrarse al fin todas las deudas afectivas acumuladas.
Hasta que ese escenario no se materialice, habrá que conformarse con el acercamiento social progresivo que se inicia con la Fase 1 y que todavía dejará muchas emociones contenidas.
A las nuevas normas, como la de no exceder las diez personas en las reuniones que se realicen en los domicilios, hay que sumar las dudas sobre el modo más seguro de interactuar con los demás, y el miedo que muchos sienten cuando piensan en el virus.
"Por fin podemos comer juntos"
Una de las comunidades autónomas que han pasado a la primera fase de la desescalada es Murcia. Allí vive Teresa, una mujer de 43 años que llevaba desde el inicio del estado de alarma sin poder ver a sus padres y a su hermano, y que este lunes, "por fin", ha podido volver a sentarse a la mesa con ellos.
A través de una llamada y varios vídeos, Teresa ha compartido con RTVE.es cómo ha sido ese esperado reencuentro en el que no ha habido besos ni abrazos, por "precaución".
"Mis padres son relativamente jóvenes, tienen 68 y 72 años, pero están en grupo de riesgo, así que preferimos no besuquearnos ni abrazarnos mucho porque sabemos que el virus sigue ahí. Por el momento no habrá abrazos pero, bueno, tenemos las sonrisas y las miradas", dice Teresa.
Esta primera reunión en tiempos de pandemia ha coincidido, además, con el cumpleaños del padre de la familia, así que, más allá de las palabras y de las muestras de cariño sin contacto, lo que también ha podido compartir es un menú especial a gusto del anfitrión: paella de conejo y un arroz con leche. Eso sí, guardando una mayor distancia en la mesa.
"No creo que lleguemos al punto de ponernos la mascarilla, pero no lo descarto", bromea Teresa, que se muestra muy feliz de poder haber cruzado la frontera invisible que la separaba de los suyos.
Aprender a "dosificar" los abrazos en las primeras citas
La misma sensación, una alegría moderada por la prudencia, es la que describe Lucía, una joven sevillana que empezará a rozar la 'nueva normalidad' después de casi 60 días.
El único contacto que ha tenido con sus padres, su hermana o sus sobrinos en los últimos dos meses, dice, ha sido visual -un saludo de acera a balcón- pero ahora prepara una cena en el patio de casa que le permitirá reecontrarse con parte de la familia.
"Tenemos muchas ganas de abrazarnos pero aún nos da un poco de miedo. Vendrá mi hermana, su marido y sus tres hijos, pero mis padres de momento no. Todavía está el miedo y, aunque no son excesivamente mayores, queremos ser prudentes. No sé cuándo podremos fiarnos porque vemos mucha gente por la calle que no está cumpliendo las normas", explica Lucía.
“Tenemos muchas ganas de abrazarnos pero aún nos da un poco de miedo“
Le apena saber que sus padres, "quienes más están sufriendo la situación", no podrán estar junto a ellos en esta primera cena, pero lo intentarán compensar con alguna videollamada y con los planes de una escapada de verano a Cádiz que todos esperan con ganas.
Lo dificil durante el encuentro de esta noche será, dice, "controlar" las ganas de abrazar a sus sobrinos continuamente y aprender a "dosificar" las muestras de cariño.
Abuelos impacientes por ver a sus nietos
Para esos abuelos que apuestan por la precaución, como para los que residen en las provincias que no han pasado a la Fase 1, la espera seguirá siendo eterna. Muchos de ellos solían ver a sus nietos a diario y la sensación de vacío que sienten no la pueden llenar por muchas horas que pasen al teléfono.
“Mis padres estaban acostumbrados a estar con mi hijo porque trabajo toda la mañana. Él no ha ido a la guardería e incluso la abuela se jubiló para poder cuidar de él. Todos los días hemos hecho videollamadas, pero no es lo mismo. Mi madre me dice que ahora el tiempo pasa superlento y tiene mucha ganas de verlo”, explica Marta, que vive en un pueblo de Cuenca.
“Mi madre me dice que ahora el tiempo pasa superlento y tiene mucha ganas de verlo“
Son pocos kilómetros los que separan a su hijo, que va a cumplir dos años, de sus abuelos, pero no tiene claro si esperar unos días para hacer la visita. Cree que por ser el primer día habrá demasiados desplazamientos y, aunque es consciente de lo emotivo que será el reencuentro, prefiere ser "prudente".
“Yo a mi padre le digo de broma: ‘seguro que tienes atada a mamá, porque todavía no me creo que haya aguantado dos meses sin ver al niño’”, comenta.
El esperado reencuentro de una familia en su floristería familiar
En cambio, a la vida de Mariluz los reencuentros han llegado como agua de mayo desde este mismo lunes, el día en el que ha reabierto su floristería, un negocio familiar que fue fundado por su madre y que en 43 años de existencia jamás había permanecido tantos días cerrado.
Es allí, entre las flores que pueblan todo el local, donde Mariluz ya se ha reunido con uno de su hermanos y espera hacerlo con el resto de la familia.
“Nosotros no somos muy besucones, pero después de tanto tiempo ya necesitamos el apretón“
“Mi madre era un poco matriarca y este se convirtió en el punto de encuentro de mis hermanos, cuñados, sobrinos, tíos… La verdad es que nosotros no somos muy besucones, pero después de tanto tiempo ya necesitamos el apretón”, explica la florista, que ha sido muy estricta con el confinamiento porque sufrió un cáncer y pertenece a la población de riesgo.
A pesar de haber vivido momentos muy duros, Mariluz asegura que anímicamente lo ha pasado peor durante estos dos meses por no haber podido sentirse cerca de sus seres queridos. Fue muy triste, dice, coincidir con una de sus hermanas en el supermercado y no poder acercarse ni tocarla.
“Lo perdido, perdido está. La palabras que no has dicho y los besos o los abrazos que no has dado en el momento que hacía falta, como decía Bécquer, van al mar. Pero yo soy muy positiva”, puntualiza Mariluz. Está convencida de que estas primeras citas con familiares o amigos, aunque no compensen lo no vivido, la van a colmar de fuerza en esta nueva etapa.
Por eso, ya planea la primera reunión familiar: “Somos un poco familia cebolleta. Nos vendremos aquí con unas bebidas y lo celebraremos”, asegura.
Ellos también tienen dos motivos por los que festejar: la vuelta a esos “achuchones” y el “renacer” de un negocio al que Mariluz intentará salvar a base de “alegría, entusiasmo e ilusión”.
Primera misa en un monasterio: “Ha sido muy emocionante”
Con la misma cautela con la que se han adentrado en la Fase 1 todas las personas entrevistasdas se ha desarrollado este lunes la primera misa a puerta abierta en el Monasterio de Madres Benedictinas de Cuenca, que alberga un colegio que permanece cerrado desde marzo.
Pocas horas después de que se oficiara esa primera misa de las 09:00 horas, la Madre Inmaculada explica las sensaciones que han sentido dentro: “Ha sido muy grato y muy emocionante porque los primeros que han venido han sido algunos alumnos. Que el primer día que abres vengan y te cuenten las ganas que tienen de vernos y de volver al cole es muy bonito”.
No ha habido demasiada afluencia porque la iglesia es muy pequeña y la gente está siendo muy “precavida”, precisa la religiosa. Sin embargo, en el monasterio lo han percibido como “un paso adelante” en el nuevo camino que se abre.
“Con las familias estamos en contacto por teléfono, pero mucha gente necesitaba también volver a misa y lo han agradecido”, afirma la Madre Inmaculada, que espera que los primeros reencuentros ayuden a “valorar y reconocer” la importancia del contacto humano: ”Espero que aprendamos a crecer y que nos haga más y mejores personas”.